Vida en Series: Fleabag

Vida en Series: Fleabag
Fleabag

En cuanto me preguntan cuál es mi comedia televisiva favorita tengo que respirar profundo, porque hay tantas que, a medida que las termino, me digo a mí mismo: “Acabo de ver una verdadera obra maestra”. Quitando The Office de la ecuación, me quedo con The Bear, donde el hilo conductor gira alrededor de un restaurante en medio de Chicago, y Fleabag, escrita y protagonizada por Phoebe Waller-Bridge, cuyo personaje trata de hacer frente a sentimientos como el duelo, la culpa, el deseo, la depresión y la felicidad. Porque si algo demostró la segunda temporada de esta serie es que la felicidad es tan dolorosa como la tristeza.

Cuando pienso en Fleabag, la primera imagen que me viene a la cabeza es la de un hámster corriendo sin parar en una de esas jaulas con una rueda dentro. Estoy seguro de que los que aquí aparecen no son hámsteres, sino roedores de otro nombre, pero no viene al caso. Ya usted se está haciendo una idea de a lo que me refiero. Una buena comedia muestra personajes, sumidos en la desgracia absoluta, tratando de sobrevivir al desastre de sus vidas.

Hay una regla en el género, la cual muchas veces puede ayudar al espectador a incluso bajar la tensión: no es cosa seria. Ya sea a partir del absurdo o la violencia o el lenguaje mordaz, esa es la regla de oro. Por tanto, no importa cuán desesperados o miserables sean los personajes; la magia de lo cómico reside en su habilidad cautivadora para hacernos reír con los problemas del otro, al verle correr sin parar en una rueda sin descanso, hasta que deje de ser gracioso.

Fleabag salió al aire en 2016 con una temporada inicial, siendo emitida la segunda y última en 2019.

Billy Wilder era un maestro en ese sentido. Su dirección agridulce dentro del humor convertía cualquiera de sus películas en un campo minado de emociones. Nunca sabes qué vas a sentir a continuación. Waller-Bridge tiene una escritura excelente y hace uso de este campo minado, lo transforma a su manera a la vez que crea un personaje principal que lo cuestiona todo. Además, explora su relación con la muerte, con su difunta madre y difunta amiga, con su sexualidad, su búsqueda de redención y sus muchas catarsis.

Seis episodios por cada una de sus dos temporadas convierten a Fleabag en una de esas series que se ven enteras en una madrugada con risas y unas cuantas lágrimas. En opinión de mucha gente, exagero al describirla como la mejor comedia que se ha hecho, pero siento que cada episodio así me lo confirma. Sobre todo me ocurre con el segundo segmento, cuando la protagonista presuntamente se encuentra mejor. Y, aun así, Waller-Bridge encontró un punto con el cual hacerla sufrir de nuevo y ver cómo se mueve esta chica en las aguas del abismo.

Creo que es exactamente en este ciclo tan realista y humano que Fleabag logra conectar con todo aquel que la vea. Por su contundencia al mostrar las relaciones humanas modernas de forma tan refrescante y sin olvidarse de cuánto se debe al género de la risa. Un espacio que, dicho sea de paso, admite toda esta amalgama de emociones y subtramas. 

Tanto la serie como su creadora recibieron altos premios de la comedia televisiva, incluyendo los Globos de Oro, y a día de hoy conservan el cariño de los espectadores.

También hay que agradecerle al producto que haya dado vida a uno de los personajes de más rápida inserción dentro de la cultura pop. Cuando Andrew Scott accedió a interpretar al cura de la temporada más reciente lo hizo porque estaba un poco cansado de interpretar villanos. Tal fue su suerte (o desgracia) que ahora todo el mundo le conoce como el hot priest de Fleabag. También aparece una Olivia Colman inaguantable de lo bien que lo hace… y al momento de este tecleo acabo de recordar que también aparece en The Bear.

Recomendar Fleabag en solo unos párrafos es lo que cualquier seriéfilo que se respete consideraría un pecado. Pero, qué más se puede decir de algo que resulta tan perfecto y pone en duda mi mirada crítica. Creo que por esta vez sería bueno dejar pasar ese detalle y, a punta de papel, obligar a los lectores a que la vean. (Por: Mario César Fiallo Díaz)

Recomendado para usted

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *