Este 21 de junio, Teatro Papalote cumplió 62 años de fundado, desde que se inició como Grupo de Guiñol de Matanzas. La institución y la figura de René Fernández Santana han sido dos espíritus fundamentales en la sedimentación del colectivo.
Papalote es semilla de titiriteros, de especialidades, de eventos, de espacios, de escuelas, de puentes con Cuba y el mundo. René es un patriarca que cumplió 80 años y sigue activo, frente a todas las inclemencias en esa sala de Daoiz, por la que han pasado tantas generaciones de espectadores.
Todo lo creado allí es patrimonio de la cultura cubana, diseminado, que vive en otros grupos, en otros creadores. Y en esas esencias, que son historia, patrimonio, identidad y memoria, se encuentra el papalote, ese juguete con otros nombres en otras latitudes que identifica al colectivo y las visiones de René Fernández Santana.
El papalote es el personaje de una obra que deviene clásico, entre las muchas que constituyen la creación de René. El texto es un nacimiento estético e histórico para el grupo matancero. Tuvo su estreno en la década del 70 y se ha presentado en varios países, como Chile, Venezuela, Guatemala, Colombia, España, Perú.
Romance del papalote que llegó a la luna, que en su momento tuvo un hermoso y lúdico programa de mano, invención de Tony Carbonell, es un poema de amor, un canto a la esperanza y a la voluntad de enfrentar obstáculos para llegar al lugar deseado. En la metáfora del papalote y su vuelo está arraigado el anhelo de los humanos por alcanzar sus sueños.
Es una de las piezas más seductoras de René, por las imágenes que recrea en cada ascenso del papalote, por el diálogo y la invención de los personajes; también por las disímiles propuestas que genera este texto abierto a varias interpretaciones, a la lúdica teatral.
Ha motivado a muchos directores. Williams Quintana la ha soñado. Siempre he tenido mis visiones de un papalote muy particular, que se genera en mi cabeza con cada nueva lectura.
Publicado por Ediciones Papalote, una de esas hermosas experiencias de la década del 90, con diseño de Zenén Calero, es uno de los textos más buscados en la biblioteca La Selva Oscura de la Casa de la Memoria Escénica.
Una obra que hay que leer, de un autor imprescindible como René Fernández, un clásico de nuestra dramaturgia para títeres que se enaltece en una de las representaciones del Museo de Esculturas en Madera de la Dramaturgia Cubana, creada por Adán Rodríguez Falcón; que además simboliza a esa agrupación que cumple un nuevo año, que permanece y nos alerta sobre la significación de nuestro patrimonio vivo y de la importancia de Papalote para la cultura cubana.
El papalote, el personaje, intenta volar, llegar, amar lo complejo, lo a veces imposible, lo que está más allá de nuestros límites y a pesar de todo los obstáculos se consigue.