En la penumbra matutina, mientras el público aún no se agolpa en las puertas, el zoológico cobra vida en una sinfonía de cuidado y atención. Tras bastidores, un equipo coordinado de cuidadores se adentra en la rutina diaria de alimentación, limpieza y atención a los habitantes más fieros del recinto: los animales carnívoros.
Así, en las sombras del zoológico, lejos de las miradas curiosas del público, se desarrolla un drama silencioso pero vital. Es un mundo donde la dedicación y el amor por los animales se entrelazan en una danza constante de cuidado y compromiso. Y aunque las puertas permanezcan cerradas al mundo exterior, el corazón del zoológico late con fuerza, impulsado por el eterno vínculo entre humanos y bestias.
Lea también: