Play Ball: que comience la guerra. Por: Carlos Daniel Hernández León.
En verdaderos campos de batalla, minados en cada base, se tornan por estos días los terrenos de béisbol que dan vida a la 63 Serie Nacional, el principal atractivo de los amantes de las bolas y los strikes en Cuba.
Errores arbitrales, violencia a manos llenas, violaciones de reglas y otros lamentables sucesos han empañado el torneo doméstico, con un saldo negativo no solo en la imagen ya deteriorada del certamen, sino también en la credibilidad de su máxima autoridad.
La guinda del pastel se puso en el encuentro entre Matanzas y el local Pinar del Río, donde el árbitro Ricardo Campanioni fue sancionado por dos juegos, debido a una decisión errada en tercera base durante la jornada del martes.
El imparcial se reincorporó el sábado y por la amplificación se reportó con otro nombre; hecho vergonzoso que fue denunciado en redes sociales y repudiado por todos, mientras los perfiles de la Comisión Nacional de Béisbol negaron que esto hubiese ocurrido.
Días después, en la habitual conferencia de prensa del evento, Juan Reinaldo Pérez Pardo, comisionado nacional, explicó que “el árbitro estaba imposibilitado de actuar dos juegos y sí lo hizo durante sábado y domingo, como aparece en los box score y la hoja de anotación oficiales de los dos partidos”.
Además, explicó que “a la prensa y la amplificación local en el estadio Capitán San Luis se les suministró un nombre falso sin saber aún su procedencia, pero nunca fue entregado por un directivo del béisbol, dígase comisario de juego o árbitros. Esto está en investigación bajo una comisión creada para llegar al fondo del tema y conocer quién realizó tal acción, que demerita a nuestro béisbol”.
Lamentablemente, el demérito de la entidad que rige la pelota cubana comenzó en este caso cuando en la plataforma X, antes Twitter, se negaron los hechos de forma inmediata, para luego retractarse sutilmente en otra publicación.
Dentro de un estadio, durante un partido de la Serie Nacional, quien aprueba los listados de participantes es el comisario, representante de la Comisión Nacional. Entonces, ¿quién se tomaría la atribución de falsear el nombre del árbitro? ¿Con qué objetivo, si ya había cumplido la sanción? Algo que no se informó por ningún medio oficial además. Una vez que se escuchó por la amplificación local, ¿por qué no se rectificó de inmediato?
Estas son solo simples preguntas que cualquier mortal se haría ante uno de los tantos sucesos que han enlodado el torneo en los últimos días, porque este no ha sido el único. La violencia se ha destapado en los terrenos con mayor frecuencia de lo habitual, porque sí, hay que reconocer que siempre existen altercados en mayor o menor medida durante un partido de béisbol.
Play Ball: Nuevas dinámicas en la 63 Serie Nacional de Béisbol
Pero lo que más me preocupa de estos casos es la activa participación de los aficionados, que en varias ocasiones, en las últimas cuatro subseries aproximadamente, se han apostado en las afueras de los estadios para agredir a los jueces al finalizar los partidos.
Cierto es que la calidad de los que imparten justicia no es la mejor, las reiteradas pifias y malas decisiones a la hora de expulsar un jugador o entrenador así lo demuestran; pero nada, absolutamente nada, justifica la violencia ni las ofensas.
Aumentar la seguridad podría ser una de las alternativas, aunque lo ideal sería que los aficionados o fanáticos entendieran que cualquier ser humano se equivoca, como seguramente puede ocurrirle a cualquiera de ellos en sus centros de trabajo.
Estos hechos violentos han escalado rápidamente, y la trifulca del fin de semana en Cienfuegos, por una jugada decisiva en home, dejó solo seis expulsiones; pero pudo tener un saldo mayor, si no se hubiesen llevado al umpire rápidamente.
Aplicar medidas severas ante las indisciplinas, vengan de donde vengan, incluido el público, y sancionar a los que deciden sobre la grama cuando cometan un error, así como comunicar oportunamente, ayudarían a que el torneo no pierda más credibilidad y calidad.
El protagonismo en la pelota debe ser exclusivo de los jugadores y su talento, los récords y la maestría en las jugadas; no de la indisciplina, la violencia, la mediocridad, la mentira y la desorganización.