Ventura de Jesús inició su vida periodística en el periódico Girón. Foto: Raúl Navarro González
De Ventura cualquier periodista en Matanzas pudiera escribir muchas anécdotas, quizás hasta un libro; pues su fama lo precede y él es, en todo el sentido de la palabra: un personaje.
Si me pidieran describirlo, diría que el guajiro de Güira de Macurijes es, sencillamente, el que prefiere acudir a la taquigrafía, antes que encender la grabadora; quien te saca una broma de debajo de la manga aún en las coberturas más serias; el que muchos colegas admiran por su depurada técnica y su gran “olfato periodístico”, ese que con un chiste a flor de labios suele hacer las reflexiones más serias, el apasionado del softbol y receloso de las reuniones y formalidades.
Puedo decir más: aparece y desaparece con total facilidad; no le gustan los halagos y rehúye de los premios y reconocimientos; es poseedor de un fino humor natural; tanto en el periodismo como en la vida. se permite dudar de todo; y cual lobo viejo lo mismo es capaz de escribir una nota con extrema habilidad que dejarte “con la boca abierta” con sus crónicas.
Sin embargo, si una cualidad distingue a Ventura de Jesús García Gutiérrez es su innegable amor y dedicación al periodismo, que lo ha hecho merecedor del Premio Provincial por la Obra de la Vida Bonifacio Byrne, y al que llegó casi por azar, pues, como él mismo revela, ni siquiera su procedencia lo favorecía. Hijo de campesinos, con una instrucción muy primaria, se podía esperar cualquier otra cosa menos el interés por esta profesión en un muchacho que creció imbuido en las aventuras campestres.
“Pero así es la vida y a veces ocurre algo más allá de lo que se supone, hasta cierto punto estrafalario, sin restar méritos al empeño de uno mismo”, confiesa.
Quizá por ello, cuando solicitó la carrera de Organización Económica del Turismo, que entonces se estudiaba en Bulgaria, a pesar de contar con un escalafón privilegiado, fue rechazado. “Al parecer, me desfavorecieron en un aspecto de la evaluación integral por el hecho de que yo era un poco excéntrico en el vestir. Luego, opté por la licenciatura en Periodismo”.
Y a muchos, como a la profesora que impartía Historia en la escuela al campo de Jagüey Grande, no les sorprendió esta decisión, pues ya desde temprano el jovencito “apuntaba maneras”, cuando una y otra vez quedaba inconforme ante ciertas argumentaciones que ella daba en clases. Por eso, en más de una ocasión, vaticinó frente al aula que sería periodista.
La predicción se cumplió y el 4 de abril de 1983 Ventura puso el primer pie en la editora Girón, que en aquel momento estaba situada en la calzada de Tirry, a escasos metros del río San Juan. “Recuerdo aquel día como si fuera hoy. Vestía pantalón vaquero poco original y un pulóver de color impreciso, muy gastado por el uso y algo entallado en los brazos para realzar los tríceps por entonces visibles. ¡Ah!, y unas botas que me acompañaron por más de una década; sin medias y sin calzoncillos, costumbre que obedecía a cierta insolvencia en el ámbito textil y en parte al hábito pernicioso de los jóvenes de la época.
“Llegué con un saco de dudas, y la fuerza de espíritu, sin embargo, de que podía hacer buenas cosas. Como todo recién graduado, arribé con la idea de comerme el mundo. No pocas veces olvidé que el periódico acumulaba una historia de casi un cuarto de siglo, y que muchos de quienes me dieron la bienvenida habían consagrado ya la mitad de su vida a aquel medio de prensa”.
No obstante, hubo alguien que le puso frenos a sus aspiraciones anticipadas y ,como un cubo de agua fría, el director Othoniel González Quevedo le dijo: “Olvídate del Deporte, aquí lo que hace falta es alguien que escriba sobre temas de la Agricultura”.
“Entonces, la rutina editorial era agotadora, exigente. El periódico salía de martes a domingo. Todas las jornadas concluían tarde en la noche y todavía, más que en la actualidad, la llamada cobertura de actos, entrega de banderas y otras reuniones similares ocupaban espacios prominentes”.
Entre intensos cierres, coberturas y la misma dinámica del medio, aprendió de memoria las anécdotas casi insólitas que contaban los más veteranos durante las imprescindibles pausas para conformar cada edición. En esa época eran comunes aquellas tertulias diarias que terminaron por enamorar a muchos jóvenes del medio.
“Eran las primeras décadas del proceso revolucionario cubano, y estaban en marcha diversos proyectos que marcaron importantes transformaciones en todos los ámbitos del acontecer provincial. De algún modo, la prensa estaba comprendida en la misma aventura humana y en el aprendizaje, con el desafío adicional de plasmar con objetividad la dimensión de los cambios”, rememora.
“Fue una época maravillosa, fecunda en mi formación profesional. Guardo muy buenos recuerdos de los periodistas con quienes coincidí en el periódico Girón en los 80 y principios de los 90. A casi todos les debo más de un pedacito”.
Otro medio que ha marcado su vida profesional es el periódico Granma, órgano de prensa al que le ha dedicado casi tres décadas. “Ha sido una verdadera escuela. Puede ser un poco petulante, pero a uno le enorgullece trabajar en un medio como ese. Lo del tiempo no tiene nada de raro, aunque a veces resulta productivo oxigenarse con alguna novedad en el ámbito profesional.
“Con 41 años de trabajo encima, he tenido la suerte de estar en varios acontecimientos de especial connotación. Ninguno significó tanto para mí como el año que estuve en condición de enviado especial de Granma en la Venezuela de Hugo Chávez, en 2005”.
Conociéndolo solo un poco, sé de su preferencia por el periodismo deportivo, por eso me permito especular y creer que su presencia en la Serie del Caribe de Béisbol, con sede en Panamá, en 2019, fue otra de sus experiencias inolvidables en el periodismo. “Quizá hubiera sido un buen cronista deportivo. Es lo que realmente disfruto hacer y lo que más se me da. Dedicarse a lo que uno le gusta no es trabajo, es placer. Agradezco a la dirección de Granma que me haya permitido darle cobertura a este evento”.
Aunque su humildad a veces no le permite hablar de ciertas cosas, el periodismo matancero le debe mucho a Ventura de Jesús García. Bajo su mandato como presidente de la Unión de Periodistas de Cuba por más de una década, recibió impulso la creación de la carrera de Periodismo en la provincia y, previamente, se realizaron los cursos de reorientación profesional, entre otras necesarias acciones para fortalecer la fuerza calificada en los diferentes medios. Otro de sus méritos fue la organización en cuatro ocasiones del Torneo Nacional de Softbol de la Prensa.
Unos 10 años después de la primera graduación de Periodismo en el territorio, a la cual contribuyó a formar desde la academia, agrega: “Por fortuna, los medios cuentan en sus plantillas con muchos y valiosos jóvenes profesionales, graduados de la especialidad aquí en el territorio. Esa fuerza resulta vital para hacerle frente a las exigencias de los nuevos tiempos, sellados por el salto tecnológico que cambió por completo la rutina del periodismo”.
¿Qué consideras le falta al periodismo cubano?, agrego. “No sabría decir a ciencia cierta. Lo esencial, creo yo, es acompañar al país en esa titánica batalla por resistir y salvar la obra de la Revolución a partir de nuestros propios esfuerzos. Y eso es posible también con un mejor periodismo. No debemos detenernos en esas menudencias de muy escaso interés social que son los actos y reuniones. Hay que reflejar más la vida de la gente y sus grandes preocupaciones”.
Aunque sé que evade con facilidad hablar de sí mismo, es necesario preguntarle qué significa, 40 años después de haberse enrolado en esta profesión, recibir el Premio Provincial Bonifacio Byrne. “En realidad me había jurado no aceptar más diplomas ni algún otro tipo de reconocimiento hasta que llegara a los 80 años de edad. Un lance además que me ponía a salvo de esa cuota de presunción que todos los periodistas llevamos dentro. Ya era casi un hecho, hasta que un viejo amigo de la infancia hizo una advertencia para hacerme desistir.
“Me dijo: ‘Recuerda que en tu familia son muy escasos quienes sobrepasan los 70 años’. Y como era de esperar, aquel argumento me convenció, y trancé.
“Ahora, hablando un poquito más en serio, creo que estos premios por la obra de la vida son una clara señal de que llegó la vejez, y uno, sin quererlo, comienza a vivir del pasado y a evocarlo con mayor frecuencia. A estas alturas, no queda más remedio que ilusionarse con algo nuevo, que no quiere decir otra novia, aclaro”, concluye con esa dosis de humor de la que nunca podrá desprenderse.