Una nueva integrante ha trastocado un tanto la existencia de los habitantes de una finca en el Valle de Yumurí, a quienes les bastaron unos segundos para encariñarse con una puerquita, a la que acogieron con afecto sobreprotector, tras un suceso desafortunado que pudo terminar con la vida de la pequeña cría.
Su madre no contaba con las ubres suficientes para amamantarla, y al ser la más pequeña de la camada apenas lograba hacerse de un espacio entre sus hermanos, sufriendo más de un percance como aquella herida propinada por una dentellada.
Fue así que llegó hasta los predios de esta familia que ha alimentado con biberón a incontables animales de diferentes especies y tamaños.
Cría a mano, o artificial, le llaman al procedimiento de cuidar y alimentar a animales recién nacidos, que por alguna razón no pueden contar con el calor de su progenitora en los primeros años de vida.
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En nuestros campos es una práctica habitual, aunque los criadores de aves también desarrollan esta modalidad de crianza.
Lo cierto es que, desde su llegada, la cerdita se ha convertido en una integrante más de la familia, precisando en todo momento el calor y atención de su madre adoptiva, quien la malcría y protege, al punto de acondicionar una cunita donde se acurruca luego de ingerir una especie de puré a base de leche y vianda.
Con los extraños se torna huidiza y recelosa, aunque por su porte gracioso se ha convertido en una atracción, sobre todo cuando se entrega al juego despreocupado con cualquier prenda que encuentre para convertirla en su juguete.