Dentro de las reproducciones de especies animales más usuales en el arte de las comunidades aborígenes agroceramistas, se encuentran los quelonios, específicamente, la caguama, la tortuga verde, el carey y la jicotea. Sus imágenes eran representadas en hueso, madera, concha, cerámica y piedra, logrando exponentes de gran acabado y estética. También se destacan las asas tubulares proyectantes elaboradas en cerámica con esos motivos, que eran aplicadas a las vasijas.
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En zonas de la provincia de Matanzas, el ejemplar más bello y logrado fue descubierto por exploradores dirigidos por el autor, en el sitio La Cañada, en las márgenes del río San Juan.
Para el poblador prehispánico, los quelonios constituían una deidad totémica, propiciadora del sedentarismo y madre de los humanos, de la que es fiel exponente artístico el quelonio de La Cañada.