Un reino sin gluten

Arielito tiene 11 años y nunca se había comido una pizza. Mailedis Falcón González, su madre, lo cuenta con el pecho apretado y lágrimas en sus ojos,como quien sufre por él tantas privaciones. “Desde que tenía seis meses de nacido y le comenzamos a introducir los alimentos, empezaron las diarreas. Estábamos casi todas las semanas en el Pediátrico ingresados, no sabíamos qué sucedía con el bebé”.

A partir de ahí iniciaron los exámenes, las valoraciones médicas y los posibles diagnósticos; hasta que, finalmente, dieron con el indicado: el pequeño padecía celiaquía. Entonces, ella no sabía en qué consistía aquella patología que limitaba a su pequeño hijo de ingerir alimentos que contienen gluten, como el pan, la pizza, dulces o cualquier otro elaborado a base de harina de trigo, cebada o centeno.

Fue aprendiendo que esta es una afección autoinmune que daña al revestimiento del intestino delgado y que, para quienes la sufren, consumir algún tipo de alimento que contenga gluten es como si poco a poco fueran envenenando su organismo, hasta parar en consecuencias que pueden ser fatales.

Diarreas, vómitos, náuseas, disminución del apetito, pérdida de peso, hipertiroidismo, diabetes, incluso cáncer, pueden ser algunas de las consecuencias de un diagnóstico tardío o de un mal manejo de la enfermedad. Por eso, Mailedi investigó rápido sobre la importancia de una alimentación saludable para preservar la vida de su hijo.

UN MUNDO LEJOS DEL GLUTEN

En la provincia, 68 niños padecen esta enfermedad, que además de tener consecuencias directas en su salud física, impacta fuerte desde el punto de vista psicológico.

“¿Se imagina usted a un niño que no pueda comer pizzas y espaguetis? ¿Qué no pueda asistir a un cumpleaños porque allí todo lo que hay es hecho con harina?”, me dice Michel Grillo, padre de uno de los infantes celíacos y coordinador de la red de padres de infantes que conviven con ese padecimiento en Matanzas.

Aunque no lo he sufrido en carne propia, puedo imaginarme lo difícil que es para uno de esos pequeños vivir con tantas restricciones, más aún cuando la base de prácticamente casi todo lo que comemos contiene este ingrediente.

“Por eso, ante la duda, es mejor no darles embutidos, picadillos, ni cualquier chocolatín que pueda haber sido contaminado. Su alimentación tiene dos requisitos fundamentales: el primero es que hay que ser muy cuidadosos; por ejemplo, en la casa tenemos un juego de calderos para cocinar sus alimentos, porque en el sartén donde se fríe una croqueta no se les puede freír un platanito. El segundo es que debemos planificar muy bien lo poco que llega a nuestras manos, para no quedarnos sin nada”.

Es comprensible que el temor de muchos familiares sea precisamente ese, quedarse sin alternativas para satisfacer las necesidades de estos infantes, que deben mantener una dieta balanceada y saludable, a base de alimentos frescos, frutas, vegetales, carnes y cualquier otro producto libre de gluten.

Durante muchos años, el reclamo de estos padres ha estado dirigido a sensibilizar a las instituciones y a la población en general para integrar esfuerzos en aras de contribuir con la dieta de estos pequeños.

“Hace tres años atrás no había mucha atención con los pacientes pediátricos. Sin embargo, con la intención del Gobierno se ha revitalizado un movimiento de apoyo a su nutrición, a la cual se han sumado otros organismos como la Empresa Avícola, Cimex, Cadena de Tiendas Caribe y Acopio”, explica  Michel Grillo.

Justamente, uno de esos sueños concretados ha sido la inauguración, a mediados del mes de enero, de la panadería-dulcería La Vencedora, especializada en la confección de producciones destinadas a los niños celíacos.

Cada martes y jueves los trabajadores de La Vencedora elaboran producciones libres de gluten para 68 niños de la provincia que padecen celiaquía.

UN RAYO DE LUZ

Toco la puerta y solo asoma una cabeza. Me mira de arriba abajo y me dice que para pasar debo ponerme una bata. Dentro, el lugar asombra por la pulcritud. No hay reguero de harina, los pocos trabajadores permanecen uniformados y antes de empezar cada proceso se lavan las manos continuamente.

La inocuidad es uno de los requisitos indispensables para que no se contamine la muestra.

“Aquí, antes de iniciar la labor, todos tienen que cambiarse de ropa y desinfectarse. Nadie puede entrar con nada que contenga harina, ni siquiera comerlo aquí dentro; cualquier partícula puede contaminar la muestra y no podemos permitirnos ningún error, porque lo que aquí elaboramos lo consumen niños”, me advierte Leticia Baeza Espinosa, administradora del establecimiento.

Ella, junto a seis trabajadores más, es la máxima responsable de la calidad de las producciones, que incluyen panes, masa de pizza, palitroques y dulces, que varían en dependencia de la materia prima. 

“Nuestras producciones no llevan harina, son sin gluten. Es un mix de pan que ya viene con el huevo en polvo, la levadura y todo lo necesario para la elaboración, y el mix de pizza que lo utilizamos para esta y para el palitroque; en cambio, los dulces los confeccionamos con maicena”, añade Baeza Espinosa.

Comenta la administradora que por el momento solo elaboran cuatro productos, pero existen proyectos para ampliarse; incluso, sueña con tener la oportunidad de brindarle este servicio a los adultos que padecen la enfermedad.

En el área de producción el maestro panadero dulcero Danoys Ferrán García intenta darle forma a una masa que visualmente es más líquida y trabajosa que la tradicional. Sus casi dos décadas dedicadas a esta profesión, la capacitación recibida en La Habana y el regocijo de saber el destino del fruto de su trabajo hacen que vaya dominando la técnica.

Una vez por semana, a los niños que padecen la enfermedad en la provincia se les vende, por alrededor de 200 pesos, un módulo que contiene ocho panes, cuatro masas de pizzas, palitroques y torticas.

“Es cierto que este módulo no satisface toda la necesidad de un niño pequeño, pero es una ayuda en su alimentación”, comenta Jani Leydis Vidal Viera, madre de Jelhen Adienys Fundora Vidal, de siete años y residente en Limonar.

Con la ayuda del Gobierno y la colaboración de Correos de Cuba, los alimentos se transportan sellados y de manera gratuita cada miércoles hasta el resto de los municipios. Mientras, los matanceros pueden adquirirlos en la propia panadería-dulcería, los viernes.

Para los familiares resulta de gran alivio la apertura de la panadería, pues en la actualidad existen solamente cuatro en el país, y en intentos anteriores de comprarlos en la capital, tan solo el costo de la transportación triplicó el del producto adquirido. 

“Sí han existido imprecisiones porque es la primera experiencia y, aunque se esmeran, todavía la calidad del producto, la visual, el sabor o determinados detalles están pendientes de ir evolucionando; pero, en sentido general, sí contribuye. Algo muy positivo es la manera en que han entendido aquí la inocuidad que debe tener el local.

“Se ha avanzado, aunque falta que muchas personas se sumen a esta tarea y, si la sociedad colabora, estaríamos dejando en sus conciencias la premisa de que es inclusiva”, argumenta[3]  Michel.

Toda obra es perfectible, más cuando se encuentra prácticamente en pañales; sin embargo, el amor que pone a su labor el colectivo de La Vencedora hace que cualquier obstáculo pueda sortearse.

En el camino, les queda la satisfacción de apreciar cómo un niño descubre los múltiples sabores que puede tener una pizza, platillo hasta ahora vedado para su paladar. Por esas cosas sencillas que reconfortan y estimulan, madrugan cada martes y jueves para erigir en el corazón de Pueblo Nuevo un reino sin gluten, para calmar el cuerpo y el alma de la inocencia.     

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Sobre el autor: Jessica Acevedo Alfonso

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