Como el mayor halago de su carrera recuerda Loreley Rebull las palabras que le dirigiera Luis Carbonel después de su presentación en la celebración del 90 cumpleaños del Acuarelista de la Poesía Antillana. “Al final me llamó y me dijo: porque no haces un disco de cuentos para dormir abuelos porque tienes una voz muy suave, que transmite dulzura y tranquilidad”.
La narradora oral y escritora yumurina fue la invitada especial de la última edición de La Guillotina, un espacio dedicado a pensar en el arte desde una perspectiva crítica, que conduce el poeta y editor Derbis Domínguez en la sede matancera de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
“La narración, además de sacar la luz la obra de un autor y promoverla, puede dar paz, serenidad, mucho más en estos tiempos difíciles en que las personas necesitan ese discurso diferente que los aleje por un momento de la cotidianidad y las haga felices”.
En el encuentro, Loreley abordó la historia de esta modalidad artística, cuyo movimiento comenzó a tomar fuerza a inicios de los 70 entre un grupo de intelectuales nucleados en torno a la Biblioteca Nacional por el interés que existía en torno a la literatura y cómo darla a conocer, sobre todo entre el público infantil.
“Por supuesto no es lo mismo hablarle a los niños sobre un escritor que presentarles directamente la obra. En esa época Haydée Arteaga tuvo un papel importantísimo porque fue la misma Celia Sánchez quien le pidió formar a los narradores”.
En Cuba existen dos escuelas que son referente dentro del arte de contar historias, la de la promotora cultural Maira Navarro y la de la escritora y actriz Elvia Pérez.
“En Matanzas tuvimos un momento de gran esplendor con el Festival Palabras de Invierno, porque era un evento no competitivo que buscaba al público en las calles y las plazas. No hay nada más divertido que llegar a una bodega y decir: ‘Oigan, les traigo un cuento’. Retomarlo con una nueva visión sería muy bueno para nuestra ciudad”.
Como este es un espacio para la polémica se abordó también el estigma que han padecido los cuentacuentos, pues muchos dentro del gremio de la cultura tienen el prejuicio de que la narración oral constituye la vía de escape para aquellos que no han tenido éxito en la literatura o el teatro.
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Público e invitada dialogaron sobre la ausencia de cohesión en la actualidad de movimiento de narradores orales de la Isla, fracturado en paradigmas y estilos de contar muchas veces contrapuestos entre sí. Se debatió acerca de los detalles del proceso creativo: la selección de los textos, cuánto debe ensayar un narrador o la pertinencia de que sea el propio autor quien relate sus obras.
Como colofón, convinieron que guiar a los espectadores por los derroteros de una historia, hacerlos reír o llorar con él, es un arte sutil y lleno de misterio. “El sentimiento tiene que venir de adentro. Siempre les digo a mis alumnos que si el cuento no les dice nada, si no conecta con sus propias emociones, entonces no lo hagan”.