El Fidel que conoció el destacado analista y político español, Ignacio Ramonet, “no paraba de pensar, de cavilar. Siempre alerta, siempre en acción, siempre a la cabeza de un pequeño Estado mayor —el que constituían sus asistentes y ayudantes— librando una batalla nueva. Siempre con ideas. Pensando lo impensable. Imaginando lo inimaginable. Con un atrevimiento mental espectacular.
“Una vez definido un proyecto, ningún obstáculo lo detenía. Su realización iba de sí. ‘La intendencia seguirá’ decía Napoleón. Fidel igual. Su entusiasmo arrastraba la adhesión. Levantaba las voluntades”.
A tal punto que, algunos, todavía hoy hablan del “misterio”, el “aché”, el “ángel” o el “hechizo” de Castro.
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Llámenle como le llamen, lo incuestionable es que el nacido en Birán el 13 de agosto de 1926, tenía vocación de pueblo y tal cual describiera Ramonet, tras una iniciativa del Comandante en Jefe, “como un fenómeno casi de magia, se veían las ideas materializarse, hacerse hechos palpables, cosas, acontecimientos.
Dijo Fidel: “Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo”; y en poco menos de tres años, el Ejército Rebelde asumía el poder. Convocó a alfabetizar en un año a aquella Cuba que no sabía leer ni escribir; y antes de que el 1961 desprendiera las últimas hojas de su calendario, él declaraba el país como Territorio Libre de Analfabetismo. Aseguró que la «fruta» no maduraría ni caería en manos de los imperialistas; y así fue, desafiando, victorioso, 10 administraciones de la Casa Blanca.
Tras sus continuos éxitos como guía del nuevo proyecto revolucionario, la gente empezó a preguntarse: ¿qué tiene Fidel?, ¿cuál es el misterio del líder de la Revolución cubana?, ¿cómo se las ingenia para lograr todo o casi todo lo que se propone? ¡A su pueblo! Eso tenía Fidel.
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Fidel junto a trabajadores del contingente Blas Roca, 6 de noviembre de 1988. Foto: Archivo Cubadebate.
Ante la posibilidad de que alguien lo acusara de demagogia por decir: “este pueblo bien merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la felicidad que no ha logrado en sus 50 años de República; bien merece convertirse en uno de los primeros pueblos del mundo, por su inteligencia, por su valor, por su espíritu”; aquel 1 de enero de 1959, en el Parque Céspedes, de Santiago de Cuba, recordó que su fe en el pueblo la había demostrado desde mucho antes e inculcado a sus compañeros.
“Cuando vine con 82 hombres a las playas de Cuba, y la gente decía que nosotros estábamos locos y nos preguntaban que por qué pensábamos ganar la guerra, yo dije: porque tenemos al pueblo.
“Y cuando fuimos derrotados la primera vez, y quedamos un puñado de hombres, y persistimos en la lucha, sabíamos que esta sería una realidad, porque creíamos en el pueblo. Cuando nos dispersaron cinco veces en el término de 45 días, y nos volvimos a reunir y reanudar la lucha, era porque teníamos fe en el pueblo; y hoy es la más palpable demostración de que aquella fe era fundamentada”.
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Fidel saluda a los alfabetizadores en la concentración en la Plaza de la Revolución «José Martí», para proclamar a Cuba, Territorio Libre de Analfabetismo, el 22 de diciembre de 1961. Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
Esa vocación fidelista de servicio a la gente resulta muy nítida en los días de la Caravana de la Libertad por las diferentes provincias. Entre las declaraciones más hermosas del Comandante a su pueblo, la que aconteció en el Balcón de la Sociedad “El Progreso”, de Sancti Spíritus. Una lección de liderazgo para todos los tiempos.
«Para saber lo que el pueblo quiere, no hay más que venir a hablar con el pueblo, y esa será siempre nuestra línea de conducta; y el día en que yo no pueda pararme delante del pueblo, el día en que no pueda discutir con el pueblo, ese día para mí habrá terminado toda misión y toda función de carácter público».
«El pueblo sabe que lo que tenemos, por encima de todo, es honradez; que por el camino aprenderemos a hacer las cosas lo mejor posible, a hacer las cosas escuchando las opiniones de los que saben, poniendo siempre el oído al mandato y al sentimiento de nuestro pueblo».
Un día después, el 7 de enero de 1959, en la ciudad de Matanzas, se comprometió a estar siempre junto al pueblo.
«Esa advertencia se la hago a mis enemigos, a los traidores, a los esbirros, a los confidentes que queden por ahí, para explicarles que conmigo no tendrán muchos problemas, porque yo siempre estaré mezclado con el pueblo, y no necesitaré escoltas, ni fusiles, ni nada para andar junto al pueblo».
“Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario”, dijo unas horas después en la principal urbe del país, precisando que la parte más ardua de la obra revolucionaria comenzaba entonces, por lo que resultaba imprescindible la consagración de las masas en la construcción de un proyecto social “con todos y para el bien de todos”
“No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo”.
No obstante, les recordó las condiciones desventajosas en que habían alcanzado el triunfo, gracias al coraje de aquellas cubanas y cubanos que abrazaron la causa.
“Nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo! Más que el pueblo no puede ningún general; más que el pueblo no puede ningún ejército”.
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Eterno Baraguá, 2005. Foto: Roberto Chile.
Cientos, miles de discursos en los que pulula la palabra pueblo. Y pudiéramos pensar que se trata de estrategias políticas, politiquería o demagogia. Pero en el caso de Fidel, como acertadamente él vaticinó: la historia lo absolvería, porque su vida, sin duda, fue de servicio a su pueblo.
Afirma Ignacio Ramonet que “en el panteón mundial consagrado a aquellos que con más empeño lucharon por la justicia social y que más solidaridad derrocharon en favor de los oprimidos de la Tierra, Fidel Castro —le guste o no a sus detractores— tiene un lugar reservado”.
“Cuba, pequeño país apegado a su soberanía, obtuvo bajo la dirección de Fidel Castro, a pesar del hostigamiento exterior permanente, resultados excepcionales en materia de desarrollo humano: abolición del racismo, emancipación de la mujer, erradicación del analfabetismo, reducción drástica de la mortalidad infantil, elevación del nivel cultural general… En cuestión de educación, de salud, de investigación médica y de deporte, Cuba ha obtenido niveles que la sitúan en el grupo de naciones más eficientes.
“Su diplomacia sigue siendo una de las más activas del mundo. La Habana, en los años 1960 y 1970, apoyó el combate de las guerrillas en muchos países de América Central (El Salvador, Guatemala, Nicaragua) y del Sur (Colombia, Venezuela, Bolivia, Argentina). Las fuerzas armadas cubanas han participado en campañas militares de gran envergadura, en particular en las guerras de Etiopía y de Angola. Su intervención en este último país se tradujo por la derrota de las divisiones de élite de la Republica de África del Sur, lo cual aceleró de manera indiscutible la caída del régimen racista del apartheid.
“La Revolución cubana, de la cual Fidel Castro era el inspirador, el teórico y el líder, sigue siendo hoy, gracias a sus éxitos y a pesar de sus carencias, una referencia importante para millones de desheredados del planeta. Aquí o allá, en América Latina y en otras partes del mundo, mujeres y hombres protestan, luchan y a veces mueren para intentar establecer regímenes inspirados por el modelo cubano”, explica el catedrático español.
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Con los trabajadores de una fábrica de cemento, 1964. Foto: Lee Lockwood.
Esa química entre Fidel y su pueblo, que despierta admiración de amigos y enemigos, fue descrita por el Che al periodista uruguayo Carlos Quijano, director del semanario Marcha de Montevideo.
“En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y de victoria”.
Una conexión que pudo experimentar la mayoría del pueblo de Cuba porque el entonces mandatario cubano no era un hombre de gabinete, “se sentía mejor en medio del pueblo al que esclarecía y politizaba con sus largos discursos. Le gustaba visitar cooperativas agrícolas, fábricas, escuelas y hospitales”.
Por ello su impronta abraza todo el territorio nacional, desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio. Siempre cerca de la gente, porque era el método que prefería para auscultar las realidades de su pueblo, especialmente, en las etapas más difíciles.
Cuando el Comandante en Jefe llegó al sitio de los disturbios, el 5 de agosto de 1994, las piedras y los actos vandálicos desaparecieron por arte de magia. Foto: Estudios Revolución.
El Período Especial fue una de las épocas más tristes para la familia cubana, por las carencias económicas innombrables derivadas del derrumbe del Campo Socialista y la política hostil mantenida por el gobierno estadounidense hacia la Isla, sin embargo, los cubanos no olvidamos el coraje de Fidel para decir la verdad, para tomar decisiones, para estar al lado del pueblo.
En la memoria de los cubanos y cubanas agradecidos, aún resuena el reconocimiento de su líder, en noviembre de 1996, desde Santiago de Chile.
«Si no tuviéramos el pueblo unido que tenemos, si no tuviéramos el sistema que tenemos, ya no habría Revolución Cubana (…) El secreto de la supervivencia de la Revolución Cubana es el consenso del pueblo, el apoyo del pueblo».
Un año de escaseces materiales, pero no faltó el acompañamiento de Fidel, su abrazo… Cuentan que en el acto por el XXXV aniversario de la Campaña de Alfabetización dijo emocionado que un día habría que levantarle un monumento gigantesco a todo el pueblo de Cuba.
Un lustro después, en la clausura del III Congreso Pioneril, guiado, tal vez, por la magia de los niños y la esperanza de un renacer para su pueblo en el nuevo siglo que vivía su primer año de vida, a la pregunta hecha canto: “¿Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él?”, el líder de la Revolución cubana sorprendió a los pequeños con su respuesta: “¡Los tengo a ustedes!”.
Uno de los últimos intercambios públicos de Fidel con la prensa cubana, en el colegio electoral del municipio Plaza, el 3 de febrero de 2013. Foto: Jorge Luis González/ Granma.
En una de sus últimos intercambios públicos con la prensa cubana, el 3 febrero de 2013, con motivo de las elecciones que se celebraban en el país, la periodista Gladys Rubio le comentó que el pueblo sí apoyaría el proceso eleccionario: “Hay un pueblo que responde mucho, Comandante, que lo quiere, y a Raúl”.
“Yo estoy seguro de eso; yo estoy seguro de que el pueblo es un pueblo de verdad revolucionario y que ha hecho enormes sacrificios, no tengo que probarlo, lo probó la historia”, reflexionó él.
“Unas palabras para el pueblo que tanto lo quiere”, le solicitó el periodista Amaury del Valle.
“Debo decir que para mí el pueblo es todo. Sin el pueblo no somos nada, sin el pueblo no habría Revolución, con el pueblo forjaremos el camino digno de la Patria, defenderemos el país, y si hay que morir, moriremos”.
Foto de la exposición fotográfica de Roberto Chile dedicada a Fidel Castro, en 2014. Foto: Archivo.