8:00 PM: La muchacha, nombrémosla «Cliente No.1», llama al número de un negocio de comida a domicilio que le recomendó una amiga para celebrar el aniversario con su pareja.
Pese a que el precio del pedido equivale a cuatro salarios mínimos, la fecha lo amerita. Así que antes de marcar el primer dígito se recuerda a sí misma que, según la sabiduría popular, a un gustazo le debe anteceder, por norma, un trancazo.
La llamada es atendida por una voz femenina de lo más dulce, llamémosla «La Muchacha del Pedido»; esta recibe la orden y demanda que sea enviada mediante WhatsApp, luego rectifica una segunda vez para que no le falte nada. «La Cliente No.1» agradece la buena atención y programa la comida para la hora en la que llegará su novio.
9:30 PM: «La Muchacha del Pedido» llama de vuelta para confirmar lo pactado y en el acto informa que el «Repartidor», llegará a la hora prevista, sin retrasos.
10:00 PM: La transacción se desarrolla en los términos acordados. La «Cliente No.1» paga el monto equivalente a cuatro salarios mínimos y el «Repartidor» hace entrega de la comida, para luego contar el grueso fajo de billetes. La escena concluye con un “gracias” que recibe un “que lo disfrute” como respuesta.
10:10 PM: La «Cliente No.1» revisa el pedido y nota que faltan tres raciones, lo cual equivaldría a un salario mínimo y un poco más. Rápidamente acude al teléfono y le plantea la situación a «La Muchacha del Pedido». Esta reconoce que se equivocó y la orden está incompleta, pero que a esa hora ya no cuenta con los ingredientes para satisfacer lo demandado; por tanto, solo podrá devolver el dinero.
10:15 PM: «La Muchacha del Pedido» llama de vuelta e informa que a sus manos no llegó la totalidad del dinero pactado inicialmente, sino una suma que equivale al pedido sin las tres raciones que faltan. La «Cliente No.1» aclara que esto es imposible, ya que no hay manera de que ella hubiese sabido con anterioridad que no recibiría las tres raciones en litigio.
«La Muchacha del Pedido» se pone nerviosa y decide dejar el problema en manos de un personaje al que llamaremos «Jefe de Turno». Este reafirma que el dinero que se reclama nunca llegó y que si existe algún tipo de inconveniente debe resolverlo con el «Repartidor».
10:30 PM: Entra en escena el novio, al que nombraremos «Cliente No. 2». Nada más verle, su pareja le pone al tanto de la situación y le pide que intente llamar él, a ver si entre hombres se entienden.
El «Repartidor» finalmente atiende al teléfono y, ante la disyuntiva, sostiene la misma versión del «Jefe de Turno», ya que, según él, no recibió más dinero del que debía.
10:40 PM: Tras varias llamadas, el «Cliente No. 2» logra contactar con el «Jefe de Turno» y le exige que lo atienda el dueño del negocio, para ponerlo al tanto de la situación y reclamar la cifra equivalente a un salario mínimo y un poco más.
La respuesta que recibe es digna de ser transcrita: “Hermano, ¿tú te vas a poner así por 3 000 míseros pesos? Eso, si acaso, te alcanza nada más que para 10 o 15 cervezas. Con la lloradera esa pareces una jeva…”.
El «Cliente No. 2» aclara su papel como “cliente” y exige ser tratado con respeto, pero los insultos continúan así que finalmente decide colgar el teléfono y comenzar a informarse sobre qué acciones legales se pueden tomar ante un servicio relativamente nuevo en el país.
1:00 AM: La Cliente No.1 finalmente decide echarse toda la culpa por lo ocurrido al no haber revisado el pedido delante del «Repartidor», acción que hubiese evitado el malentendido.
Mientras el «Cliente No. 2», desde su celular, lee en la Gaceta de Cuba todos los artículos relacionados con los nuevos actores económicos, se hace preguntas como: ¿cuál es el mecanismo para demandar a un negocio privado ante una estafa o un mal servicio? ¿Debería existir una especie de documento contractual a la hora de ofrecer servicios a domicilio? ¿El «Jefe de Turno» será un ser pensante?
1:30 AM: La comida sigue intacta sobre la mesa, mientras la pareja decide que esa noche han perdido el apetito y que ya quedará el día siguiente para celebrar. En ese justo momento suena el teléfono y el «Cliente No. 2» responde. Esta vez se trata del «Dueño del Negocio», que nada más entrar en escena se propone cambiar el curso surreal de la historia:
“Buenas noches, ya estoy informado de todo lo sucedido referente a su pedido. Le pido disculpas por todo, en breve el repartidor le devolverá sus 3 000 pesos. Por favor, no tenga en cuenta nada de lo ocurrido, estoy intentando echar para adelante un negocio, pero es muy difícil encontrar personal competente debido al salario que podemos ofrecer. Yo a veces he terminado cocinando y repartiendo.
“Le juro que nunca nos había sucedido algo por el estilo, pero bastó con revisar el pedido en WhatsApp para confirmar que ustedes tenían la razón. Quisiera regalarles las tres raciones que faltan, pero no contamos ya con los ingredientes para elaborarlas.
“Le pido que no publique esta historia en sus redes sociales, ni en las nuestras, porque nosotros somos un negocio que está empezando y eso nos podría costar caro. Reitero las disculpas y, si vuelve a escoger nuestro servicio, le haremos una oferta especial”.
Finalmente, el «Cliente No. 2» agradeció que la historia llegara a una conclusión relativamente feliz, decide aceptar la disculpa y media hora después fue devuelto el dinero.
El «Dueño del Negocio», pese a haber aparecido bien tarde, fue respetuoso y a esas alturas del partido al menos optó por ser lo más honesto posible.
2:00 AM: Tras haber vivido probablemente el peor aniversario de sus vidas, a la pareja se le abrió el apetito y decidieron darle una oportunidad al pedido que tantos dolores de cabeza les había provocado.
2:10 AM: La comida, pese a haber sido recalentada en el microondas, estaba exquisita.
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