Coincidí con Heras León solo una vez. Fue en la Feria del Libro que le dedicaron unos años atrás. La ancianidad ya lo encorvaba. Hablaba de manera pausada, pero creo que era no tanto por la ancianidad, sino por tantos años de darle clases a escritores.
Siempre he creído que todo escritor tiene una suerte de excentricidad que conjuga el egocentrismo del artista y la austeridad del monje que desde su celda apartada vacía su fe en manuscritos.
Entonces contemplaba a ese señor mayor, muestra de esas fusiones étnicas de esta Isla de paso, un chino tropical, y pensaba que hay que tener mucha paciencia para enseñar durante más de 20 años en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso a escritores. De esa manera entendí ese modo suave de comunicarse, como si el mundo llevara una lectura crítica y una muda de nivel de realidad.
A raíz de su Premio Nacional de Literatura publicaron sus cuentos completos. Hay un dicho que reza que la letra con sangre entra, pero yo digo que la sangre con letra antes. El fluir de las palabras en los textos es como un torrente sanguíneo, hilos vitales y trenzados que los griegos pensaban que era el pathos.
Quizás no haya mejor manera de conocer a un hombre que cuando se lee aquello que escribió por más de 50 años. Desde la guerra tuvo 6 nombres – aunque creo que pudo tener muchos más, centenas de nombres, entre ellos Eduardo – hasta La Dolce Vita.
Si lo sientes, si te le metes por los ojos al narrador, si la carne de la ficción te duele como tu propia carne, entonces encontrarás dolor, olvido, reposo. Los hilos se trenzan y se destrenzan. Sin embargo, ese título que recuerda a Fellini, La Dolce Vita, la dulce vida, te habla de alguien agradecido por los pasos que se dejan sobre la yerba.
El chino Heras se ha ido, pero los desafíos de la ficción que es otra manera de contar una Cuba plural se quedan. También se queda un montón de libros, varios puñados de discípulos y un legado escritural que lo trascenderá, porque al final la literatura es eso, la lucha a brazo partido del hombre contra el olvido. Llegue a familiares, amigos y alumnos las más dolidas condolencias.
Mi más sentido pésame a familiares y amigos. Se nos ha ido el Chino Heras hacia otra dimensión, pero nos queda su Obra, no solo la literaria. La Cultura cubana le debe mucho a su espíritu incansable e inderrotable de creador y formador de cultura.
Estuve leyendo obituarios, en Cubadebate y otros, hay elementos no mencionados, y que, junto al resto, nos devuelven al Hombre que fue Heras. De estudiante y profesor de periodismo en la Universidad de la Habana, ya escritor premiado, fue víctima, como otros intelectuales de renombre, de la incomprensión y el atropello de la dirección cultural de la época, el denominado ¨quinquenio gris¨ y se le trató de ¨enterrar¨ en una fábrica. Allí, el Chino, más grande que todos sus detractores juntos y pletórico de espíritu educador, creó espacios de cultura tan vastos, que hoy los podemos reconocer como una de las fuentes de Universidad para Todos. El otro fue su participación en las milicias, donde llegó a oficial de artillería, con conocimientos teóricos y prácticos tan profundos que se permitió otra ¨herejía¨: Discrepar y corregir, con éxito, nada menos que un Manual soviético de Artillería. Descanse en paz, pero que sus pasos en la hierba nos sigan señalando el camino.