“Un contratenor canta en el mismo registro de una mujer, hace notas agudas que no son comunes en los varones. Vaya, canta finito. Sin embargo, los timbres de un contratenor y una contralto no son iguales, se parecen, pero no pueden ser iguales. Siempre va a haber algo que los diferencie”. Fabio José Pérez Peña es un joven cantante, mas, su voz es particular en un aspecto específico.
“Los hombres contratenores tenemos un registro madre, o sea, una voz masculina, por ejemplo, yo soy barítono. Y entonces una de las cosas más difíciles es emparejar el sonido desde la nota más grave hasta la más aguda”.
Pese a que desde el 2018 se desarrolla como músico en Matanzas, su provincia de nacimiento es Las Tunas. Allá comenzó su carrera. “Desde muy pequeño siempre tuve cierto aprecio por la música, sobre todo por el canto. Aprendía las canciones de los muñequitos y las que escuchaban mis padres muy rápido.
“Ya después, en la escuela, teníamos una instructora de arte que impartía talleres de música y teatro. Un día una profesora, que creo que era la Guía Base, me escuchó cantar mientras la instructora me acompañaba con la guitarra, y desde entonces me pusieron a cantar en todas las actividades”.
Nos cuenta Fabio que el cuarto grado lo cursó en una primaria diferente, que coincidentemente quedaba cerca de la Escuela de Arte. Fue en ese tiempo que supo, a través de una amiga de su padre, acerca de las pruebas de captaciones que se realizan todos los años para captar nuevos talentos a la escuela.
“En aquel momento yo no tenía ni idea de que existían escuelas de arte, ni de que los niños empezaban a estudiar una carrera desde tan pequeños. Pero, bueno, me presenté a las pruebas y una profesora, que después me dio clases de Apreciación Musical, me hizo las pruebas de aptitud musicales y al final me dijo que me presentara a la semana de concentrado.
“Eso es básicamente que pasaste el mayor filtro. Entonces, lo que falta es una semana entera de pruebas, tanto relacionadas con música como con las asignaturas normales del centro. Recuerdo que me hicieron pruebas físicas para dos instrumentos: clarinete y canto”.
En julio, Fabio y su familia llamaron a la escuela para conocer los resultados. Le concedieron la plaza por clarinete, porque la cátedra de Canto Coral no abriría un nuevo grupo.
“Tomé la decisión de no empezar, porque a fin de cuentas no era un instrumento que yo conocía. Y como a dos semanas de que empezara el nuevo curso, llamaron a la casa para decir que finalmente iban a abrir la cátedra de canto. Ahí comenzó una nueva etapa”.
Como sucede con todos, pero más evidentemente en los hombres, como parte del proceso de crecimiento la voz cambia. Para cuando Fabio comenzó séptimo grado había comenzado este proceso en él.
“Hay varones a los que ese cambio les demora más, a otros les pasa temprano. Ese último fue mi caso. Fue muy chocante. De pronto perdí casi todo mi registro vocal anterior, no podía cantar sin que se me fueran gallos. Me deprimí muchísimo. Incluso, pensé en dejar la música.
“Entonces, como me quedé casi en cero, con un registro muy pequeño, recurrí al falsete. Y cuando llegué al pase de nivel en noveno grado, tenía muchas deficiencias en la voz, pero la maestra Grisel Lince me vocalizó y vio mi potencial para ser, en el futuro, contratenor“.
Fue en ese contexto que escuchó por primera vez la historia detrás de esta manera de catar. Surgió hace siglos, cuando no era bien visto que las mujeres cantaran y los hombres interpretaban los papeles femeninos. A algunos muchachos los castraban en la niñez para que no desarrollaran una voz madura. Más adelante, las mujeres tomaron los roles femeninos y desaparecieron los castrati. Pero aparecieron técnicas que permitían a los hombres desarrollarse como contratenores.
“Con toda esa información y la música que busqué, sentí como que se abría una puerta. Aquí en la escuela de Nivel Medio mi maestra, Vanessa Herrera, se encargó de no dejarme perder las ganas. Tenía que estudiar y perfeccionar mi registro de barítono, porque es lo que dicta el programa, pero ella siempre me ponía obras de contralto, aunque nunca evaluamos eso en exámenes.
“También me aprendía obras por mi cuenta y me colaba en los coros en la sección de las contraltos. Y cuando llegó mi momento de presentarme a las pruebas del Instituto Superior de Arte, fui como contratenor”.
Fabio recuerda dos instantes significativos durante su estadía en el Nivel Medio, ambos relacionados con las visitas a Matanzas de Sine Nomine, un coro masculino con sonoridad mixta, donde las voces femeninas las interpretan contratenores.
“Me vi reflejado en esos muchachos, y además, me encantó la forma en que conciben la música. La segunda vez que estuvieron aquí aproveché para que me escuchara cantar el maestro Ubail Zamora, que tiene muchísima experiencia en la preparación de contratenores. Le impresionó lo que había logrado, porque nosotros sin saber, y pensando que las técnicas eran otras, tratamos de amoldar mi voz usando los métodos que usan las mujeres, y bueno, resultó que estábamos en lo correcto. Se utiliza la misma técnica”.
A pesar de que en Cuba no hay mucho dominio sobre esto a nivel popular y a veces existen criterios discriminatorios, para Fabio José Pérez Peña no existe futuro sin canto, ni canto sin explotar su potencial como contratenor.
“Me gustaría mucho hacer ópera, que es un todo, porque me gustan también la actuación y el baile. Quisiera hacer música de cámara, en conjuntos pequeños, justamente porque es más íntima, menos exuberante. También incursionaría en la música popular, ¿por qué no? Creo que lo más importante en un cantante es la versatilidad”.
(Por: Patricia Mesa Bermúdez, estudiante de Periodismo)