Nuestro día comienza en el Parque de la Libertad. Caminamos por delante del edificio del Gobierno, en la calle Ayuntamiento, con el propósito de adentrarnos un poco en el barrio de La Marina. Cruzamos Contreras y recorremos la cuadra siguiente. En la esquina doblamos a la derecha; la calle Manzano nos recibe silenciosa, con escasos carros, pese a ser bastante céntrica, y sin la algarabía habitual de los sábados.
La mayoría de las casas son del siglo XIX, rebosadas en algunos casos de elementos constructivos modernos. En un punto cerca del centro de la cuadra, se alza una edificación de esas que cautivan, precisamente, por su aura de tiempos mejores y pasados. Ese es nuestro objetivo.
Los investigadores no han definido la fecha exacta de la apertura del Teatro Principal, pero todos coinciden en que fue alrededor del año 1830. Surgió como solución ante la necesidad de un lugar apropiado para satisfacer a una sociedad cada vez más adinerada y culta.
Por su escenario desfilaron figuras cubanas y extranjeras de renombre internacional, como la afamada bailarina austríaca Fanny Essler o los músicos Pablo Desvernine, Rafael Díaz Albertini y José White, todos con carreras destacadas en Europa.
El inmueble también fue testigo de la representación y estreno de importantes obras del teatro cubano del siglo XIX, con autores de la talla de José Jacinto Milanés, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Miguel Teurbe Tolón. En él se formaron algunos de los artistas más destacados de la Matanzas decimonónica, como Úrsula Deville, White, Concepción Cirartegui y los hermanos Justo y Adolfo Diez.
Fue el primer teatro cubano en acoger bailes públicos donde hacían música tanto negros como blancos. Pero llegado un punto, sus condiciones quedaron obsoletas para un público ávido de grandes espectáculos. El espacio reducido y la poca ventilación conllevaron a la gestación del proyecto del teatro Esteban, hoy Sauto, que abrió sus puertas en el año 1863. Desde entonces, el Teatro Principal quedó sumido en el más absoluto silencio y así se mantuvo durante cien años.
EL SUEÑO DE MIRIAM
Miriam Muñoz trabaja casi todos los días. Nos recibe un sábado en la sede de su compañía, en la calle Río, donde estuvo el cine Moderno.
“De niña caminaba mucho por delante del Teatro Principal. Era mi sueño trabajar en su interior, porque de pequeña supe que había sido muy importante en el siglo XIX. Averigüé por ese, el primer teatro de Matanzas, y conocí todas las historias que guarda el lugar y decía: ‘Yo quiero estar un día aquí’. En el año 97 el pueblo de Matanzas me selecciona como delegada a la Asamblea y allí empecé a averiguar cómo podía rescatarlo. Un 29 de enero de 2001 me hacen entrega oficial de la planta alta. Nosotros echamos el piso de la parte de adelante, pintamos las puertas y empezamos a darle vida a ese teatro que hacía cien años no encendía las luces. Incluso, logré poner una tarja que decía Teatro Principal y el año de la fundación”. Actualmente la tarja no existe.
Durante cinco años Miriam y sus alumnos convirtieron al Principal en casa de teatro nuevamente. Ofrecían funciones de martes y domingo y con el apoyo de Rolando Estévez rescataron la tradición de las tertulias de Domingo del Monte, a las que asistieron como invitados artistas la poetisa Nancy Morejón, el cineasta Enrique Pineda Barnet y la compositora y directora coral Zelaida Menéndez. Su proyecto atrajo vida cultural a los habitantes del barrio La Marina, que fueron participantes activos del trabajo del grupo teatral. El edificio se convirtió en un lugar de convergencia artística reconocido en toda la ciudad.
En el año 2005 se quiebra la columna principal de la estructura y el teatro colapsa.
“Le escribí una carta a Raúl para que arreglaran el teatro. Entonces, él escribió para acá y dijo que al menos lo apuntalaran. Todavía el teatro no se ha caído por ese apuntalamiento. Era un caso de Matanzas, pero el Gobierno nunca puso dinero para ninguno de los proyectos que hicimos Estévez y yo con varios arquitectos. Criminal no haber rescatado ese lugar. Yo ya tengo mi teatro, con mucho esfuerzo lo logré, pero, aunque ya no lo quiero, el Principal sigue siendo mi sueño”.
VESTIGIOS
“Está en ruinas. Ahí lo que queda es la fachada y las paredes de los lados. Por dentro es un hueco” —así nos dice Caridad Rodríguez Jiménez, quien trabaja hace años como recepcionista en la Empresa Provincial de Farmacias y Ópticas, con sede frente al Teatro Principal. Sin embargo, su conocimiento sobre este inmueble no se debe a la observación minuciosa de años, sino a que su familia vivió en la planta baja. “Ahí crecieron mis hijas, que ya son adolescentes”, añade.
Se trata de un edificio neoclásico que tiene dos pisos. Su fachada es perfectamente simétrica y se divide en tres secciones. La parte central aporta la mayor cantidad de elementos característicos del estilo arquitectónico. Por una fotografía publicada en el magazine La Lucha, en el año 1923, se puede determinar que se componía en el primer piso de tres puertas de dos hojas terminadas en arcos de medio punto.
En la segunda planta destacaban otras tres puertas (más estrechas que las anteriores) que permitían el acceso a un balcón y estaban rematadas por arcos de medio punto adornados en su interior con vitrales.
Como colofón de la sección central, el típico frontón triangular del estilo neoclásico. Las otras dos partes que completaban la fachada eran iguales. Contaban con una puerta rectangular de dos hojas en el primer piso y una ventana, también con forma de rectángulo y más estrecha que la puerta, en la planta alta, terminada en una balaustrada simple que pretendía la sensación de balconcillo.
En la actualidad, cuando se mira de frente, la fachada del Principal es un montón de piedra antigua, húmeda, cubierta por cables muy modernos y desorganizados. Las tres puertas de la parte central de la planta baja están clausuradas con bloques de hormigón. Donde estuvo la puerta de la parte izquierda, actualmente bloquea el paso una puerta de zinc (recuerda un garaje).
En la parte derecha se conservan las puertas de dos hojas, que son a día de hoy la entrada a una vivienda. En el segundo piso solo permanecen los marcos de las puertas y ventanas y la balaustrada del balcón. El edificio fue declarado en peligro de derrumbe en el 2006.
“Ahí hubo un gimnasio, un taller de enrollado, dos casas, un comedor de esos de los viejitos, que era en el salón grande, y estuvo Miriam Muñoz, que tuvo sus asientos de teatro y todo, en la parte de arriba”, comenta Caridad.
¿FUTURO?
“Yo ya sé lo que me van a preguntar», responde Ulises Rodríguez Febles, director de la Casa de la Memoria Escénica, mientras nos recibe en su oficina. “A mí no es a quien tienen que preguntarle, es al gobierno”.
Desde principios de los años 2000, el Principal pertenece a Artes Escénicas, aunque solo ha funcionado como sede de un proyecto de esta institución en el tiempo en que Miriam Muñoz trabajó con su compañía en los altos del inmueble. Actualmente esta institución utiliza el lugar como un almacén.
“Nosotros hemos tenido varios proyectos para reparar el teatro. Primero estuvo Mirita, que tuvo que irse cuando colapsó la edificación. Tuvimos un proyecto con Liliam Padrón. Los arquitectos fueron y todo estaba listo, pero no nos pusieron presupuesto para eso. Y ahora mismo queremos convertirlo en museo. La idea es salvar la fachada, que es la más antigua de un teatro en América Latina, y dentro hacer un edificio moderno, como se hace en todo el mundo. Pero el Gobierno no nos designa un presupuesto para ese fin. Y además, hay una familia viviendo ahí. Otro problema”.
HOGAR, ¿DULCE HOGAR?
“Hace ya dos años que vivo aquí, desde que se derrumbó mi antigua casa en 2020”, asegura Yaquelín Palacio García.
Durante la pandemia, la casa donde vivía Yaquelín con su familia colapsó en un aguacero. Desde entonces vive con su esposo en uno de los espacios que antes era vivienda en el edificio del Principal.
“A mis nietos los mandé para casa de mi mamá. Imagínate, entonces el niño tenía siete y la hembrita no llegaba al año. No los podía meter aquí. Cuando llueve se moja por todos lados. Si hay sol uno resuelve con cortinas, pero el frío y la lluvia…”, dice y nos mira con la esperanza de que su silencio complete la frase.
Cuando sucedió el derrumbe, el Gobierno municipal le propuso trasladarla junto con los suyos para un albergue en la escuela Álvaro Reynoso, en la periferia de la ciudad. Yaquelín cuenta que luchó por quedarse cerca de su casa, con la esperanza de supervisar la reconstrucción.
“Yo espero que para diciembre esté la casa; es lo que dicen los proyectos del Gobierno”.
UN PROBLEMA DE DINERO
“En el estudio que tenemos de los años 2018 y 2019, no aparece el Teatro Principal”, nos explica Evelio Carrasco Santos, director del Plan Maestro de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Matanzas. “Sin embargo, hace alrededor de un año contamos con un informe técnico sobre la situación constructiva del lugar, por lo que en nuestras perspectivas está trabajar en la edificación, aunque no en un futuro cercano.”
El informe técnico recoge un estudio sobre defectación y un diagnóstico estructural del edificio del Principal que fue realizado en el año 2005 por la Unidad de Investigaciones para la Construcción de Matanzas, perteneciente a la Empresa Nacional de Investigación Aplicada.
Carrasco Santos también expone que es difícil para ellos restaurar todas las edificaciones en el tiempo que les gustaría, por un problema de presupuesto. Todos los años las instituciones y organismos de toda la provincia presentan planes de obras al Gobierno, que es quien decide a cuáles presupuestar.
“Para la selección se tienen en cuenta criterios como la importancia social, política, económica. Nosotros este año presentamos dos obras y solo aprobaron una. Del número enorme de proyectos que se confeccionan cada año, solo se escogen unos pocos. Al final todo es un problema de dinero.”
(Por: Mauren Vidal Vega y Patricia Mesa Bermúdez, estudiantes de Periodismo / Fotos: De las autoras)