Al oeste de la ciudad de Matanzas se halla una de las maravillas paisajísticas cubanas más renombradas: El Valle del Yumurí. Su belleza sedujo a bardos de la talla de José María Heredia y José Jacinto Milanés, quienes inmortalizaron en sus poemas la esencia sin igual de esos parajes.
Allí crece el Melocactus Matanzanus, rareza botánica símbolo de la ciudad, y endémica de un área bastante reducida del valle.
Quienes visitan el lugar quedan extasiados ante la quietud reinante. Cuando la vista se posa en el horizonte se revelan las ondulaciones de las incipientes lomas que quisieron ser montañas.
La frondosidad de los árboles frutales indica la fertilidad de los suelos, bendecidos por las aguas de pequeños ríos que surcan el valle como afluentes del Yumurí.
El canto de las aves resulta un acontecimiento único, una especie de concierto interminable donde todas quieren emitir su trino.
En ese jardín de espesura, la Palma Real se sabe reina y señora que lo corona todo con sus penachos.