Tan solo en la pasada semana tres de las fuentes que necesitaba consultar para la realización de un trabajo periodístico estaban en una reunión, o esperaban para salir hacia alguna.
Lo más alarmante es que las instituciones visitadas son de alto impacto social y varias de las personas de la cola precisaban de ver al directivo en cuestión. Otras, incluso, alegaban haber sido citadas por el funcionario para atender su planteamiento.
Repetí la visita a dos de estas oficinas, sin éxito, por el mismo motivo. Cuando logré hablar con uno de ellos, me mostró apenado su agenda con 25 afectaciones para esa semana, incluyendo sábado y domingo.
“El director está reunido”. “No sé a qué hora regresa”. “Llama más tarde”. “Deje su número y la llamaremos”, ya se han convertido en frases preconcebidas para dar salida a estas situaciones incómodas generadas ante dicha situación. Sin descartar que se empleen, además, cuando se intenta evadir responsabilidades.
Si un director pasa la mayor parte de su tiempo en una junta ¿cómo es posible que conozca lo que sucede en su empresa? ¿En qué momento intercambia con sus subordinados? ¿Cómo controla los procesos en su institución? ¿Cómo se las ingenia para dar solución a los problemas de la población? ¿Cómo traza estrategias para que su centro tenga una gestión más eficaz?
A veces, una simple llamada, un correo, un chat u otras herramientas colaborativas que nos simplifican la vida a todos, pueden impedir el nacimiento de estas citas, muchas veces burocráticas. Sin embargo, para quienes disfrutan con escucharse a sí mismos, dar abundantes regaños, deshacerse en explicaciones improductivas y dejar temas pendientes, la no presencialidad nunca será una opción.
No tengo nada en contra de las reuniones eficientes, lo aclaro. De aquellas concebidas con un orden del día lógico y circulado, un tiempo definido, con un guión coherente que contribuya a brindar una información urgente, adoptar decisiones u ofrecer herramientas para solucionar un problema.
Mi inconformidad es con aquellos eventos que no aportan nada o casi nada, te hacen perder el tiempo y entorpecen la gestión laboral. Aquellos donde no se adoptan soluciones ni se definen los encargados para acometer las tareas. Esos en lo que todo queda en el aire para dar pie a otra…sí, ya ustedes saben.
Los directivos han de estar ahí donde son más necesarios. Dándole el frente a su institución y a sus problemas. Empujando como un tren para que no existan quejas ni inconformidades y resolviendo las que se presenten. Controlando cada detalle que contribuya al buen funcionamiento de su entidad.
No tengo idea de cuántas reuniones pudieran estar ocurriendo ahora mismo en Cuba, ni de si se ha calculado el daño que le hace a la economía y al funcionamiento de los centros laborales excederse en estas cuestiones. Lo cierto es que existen problemas reales en nuestra economía y en la sociedad, imposibles de solucionar con tanto burocratismo y formalidad. Reunirse desmedidamente, nunca será sinónimo de trabajo, al menos no de ese que soluciona y produce.