Las cruces son para muchas personas símbolo de salvación, tranquilidad, refugio, remanso de fe. Las dibujan imaginariamente sobre el pecho, miran al cielo y juntan las manos, en ese momento se encuentran y son escuchadas.
Un poco más terrenales, otras cruces, que se dibujan sobre un papel, no son místicas pero también salvan y ayudan, dan voz a quien no la tiene, a quien vive con miedo.
El pasado 25 de septiembre fue un día feliz para muchos, un momento donde la cruz que marcó el Sí por el referendo que consultaba al pueblo cubano, acerca del nuevo Código de las Familias, hizo la diferencia para todos, estuviesen o no de acuerdo.
El documento es catalogado por los especialistas en temas de familia como muy avanzado. Su aprobación colocó a Cuba en la selecta lista de países que aprueban el matrimonio igualitario, por solo poner un ejemplo.
Pero va más allá, va de protección cuando de violencia se trata, incide en la paternidad y la maternidad como elementos esenciales para formar a las nuevas generaciones en un ambiente sano y de amor.
Esto es una verdadera garantía. Y es que, cuando tu propio hijo ha sido violentado por su padre y desatendido totalmente por este durante más de la mitad de su vida, estas leyes vienen a poner fin a la incertidumbre.
Antes del referendo, un hombre que apenas se preocupaba por ejercer la paternidad, hacía valer su derecho a decidir sobre el futuro del menor, por el solo hecho de haberlo engendrado y aportar su apellido.
Hoy, con el Sí mayoritario al nuevo Código, ese niño puede decidir si ir o no de vacaciones con ese padre, casi extraño para él; y la madre posee las herramientas para dejarlo con otro familiar, donde podrá estar seguro, en el caso de una ausencia prolongada por cualquier motivo.
El proceso se realiza por escrito, en presencia de la persona en la cual se delega la responsabilidad de cuidar al niño; debe ser homologado judicialmente y con la consulta del menor, si su edad y madurez lo permiten.
Aquí radica, tal vez, una de las opciones de algunas madres que son amenazadas por los progenitores de sus hijos, en caso de que ellas determinen casarse otra vez o simplemente viajar.
Son hechos más comunes de lo que se cree, padres que deciden que el chantaje emocional sobre su expareja por medio de su propio hijo es la mejor vía para sacar ventajas económicas o una inminente salida del país.
Existen también aquellos que dicen “me lo llevo de vacaciones porque yo lo hice y tengo derecho”, aún si el pequeño o pequeña no desea ir a un sitio donde se siente incómodo o que no suple sus necesidades de afecto.
Y no vale aquí ese concepto dañino de que “ese es el padre que tú escogiste”. A veces crees que elegiste bien, hasta que se cae la máscara y el carruaje se convierte en calabaza.
Hay mucho dolor escondido, mucha vulnerabilidad que ahora encuentra solución en las líneas de ese documento. Y es cierto que falta por hacer, prejuicios que desmontar; pero el primer paso está dado: la cruz sobre el papel y el Sí por todas las familias.