Todos los días, camino a su centro de trabajo, se le ve con una sonrisa cordial, dispuesta a saludar a sus pacientes y atenderlos de la mejor manera posible. Les toma el pulso, los vacuna, da soplos de esperanza y hasta consejos para superar los obstáculos.
Leydis Bárbara Bencomo Ramos, enfermera de la localidad de Diana, en el municipio de Jovellanos, a sus 46 años de vida cuenta sobre su devenir como profesional de la Salud, los retos que le planteó la covid-19 y cómo logra superar los nuevos tiempos junto a su familia, sin desatender sus responsabilidades sociales. Verdadero ejemplo de humanismo y solidaridad que se impone.
UNA OPORTUNIDAD INESPERADA
“Siempre tuve inclinación por la veterinaria. Fue lo que puse como primera opción en mis boletas de solicitud de carrera, que por mi promedio no me llegó. Después de eso me desvinculé de los estudios y comencé a laborar como custodio en el antiguo central de Jaime López, hasta que un día me avisan de un curso de enfermería que ofrecían en Cárdenas. La carrera me gustó desde el primer momento por su estrecha relación con la que siempre quise. Me presenté a las pruebas de aptitud y logré pasarlas con buenos resultados.
“En los años de estudio se me dificultaron las cosas, al tener que trasladarme de Jovellanos a Cárdenas, pues era la época más cruda del Período Especial. Muchos esfuerzos de mi parte y mis profesores, que me prestaron toda su dedicación y les estoy eternamente agradecida por ello”.
CÚMULO DE EXPERIENCIA
“Al graduarme comencé a laborar en la sala de medicina de mujeres del hospital Faustino Pérez, en Matanzas, experiencia primera que atesoro con mucho cariño. Fueron años que me impactaron al encontrarme de frente con disímiles casos muy fuertes, que me aportaron los mejores conocimientos prácticos. Después me trasladé a mi municipio de origen, para regresar a mis raíces y estar más cerca de los míos.
“En un principio ingresé en la plantilla del hospital municipal, donde pude familiarizarme con el personal que aquí labora, compañeros que la vida me otorgó la oportunidad de conocer y poder ejercer junto a ellos. Posteriormente, pasé a un consultorio y al final terminé en el Sistema Integral de Emergencias Médicas, segundo momento que me dejó grandes huellas. Durante los dos años que estuve en ese frente, fue una época rica, llena de anécdotas, acción, esfuerzos en la ambulancia, luchando contra la muerte de un paciente. Conocí la parte más humana de profesiones como la Medicina, que cuidan y preservan el bienestar de nuestros coetáneos.
“Más preparada que nunca y con grandes ganas de dar lo mejor de mí, ingreso al policlínico, al equipo de su cuerpo de guardia. Los casos que manejamos fueron también complicados, como todo aquel que compromete la vida, valga la redundancia, pero la madurez con la que contábamos en el grupo hizo posible que los protocolos de actuación fueran más fluidos y con mejores resultados.
“Un punto de inflexión en mi vida laboral fue la llamada para incorporarme a la especialidad de Neonatología; algo que me dejó totalmente en blanco al no contar con ninguna experiencia en ese campo. Decidí asumir la oportunidad y dar el paso al frente para laborar nuevamente en la capital provincial, ocasión en la que saqué la especialidad de Neonatología propiamente dicho y un diplomado en Terapia.
“Gracias a esa preparación fui a misión a la hermana República Bolivariana de Venezuela, durante tres años, en los que, junto al personal multidisciplinario integrado por ambas nacionalidades, atendía una sala intensiva, tarea más ardua y extenuante en la que había participado hasta el momento. Con escenas memorables de jornadas de más de 10 horas, en las que debíamos cuidar a pacientes con toda clase de situaciones. Descubrí un mundo totalmente desconocido, en el que los más desfavorecidos no cuentan con casi ninguna garantía, la solidaridad y el humanismo que los gobiernos progresistas traen a lugares remotos. En definitiva, me hizo agradecerle mucho a mi país por lo que nos ha regalado en materia de bienestar social”.
ANTE LA COVID-19
“En el 2019 regresé a Cuba para trabajar en el consultorio médico de mi localidad, hasta que nos sorprende la covid-19 a principios del 2020; y el país convoca al personal del Sistema de Salud a dar el paso al frente. Yo, como parte de este, me vinculo al centro de aislamiento en el hospital municipal.
“Fueron 14 días en que, junto a mis compañeros, enfrenté lo desconocido, el miedo y la preocupación por los familiares y más allegados. Estaba el desvelo por la incógnita de que nosotros fuéramos los primeros de una nueva cadena de contagios, por un atisbo de descuido. Nos cuidamos las espaldas y llamábamos la atención sobre las medidas de protección.
“Pese a toda esa presión, pensar en mi marido, mi madre y mi mayor tesoro, mi hija de 13 años, me impulsaba a seguir adelante, a trabajar por ellos y por los pacientes, quienes, con toda la seguridad del mundo, tenían a un ser esperando por ellos, preocupándose por su recuperación.
“Realmente, mirando desde este nuevo escenario, fue un tiempo oscuro, sin estar exento de momentos gratificantes y de calidez humana. Crecí como persona y aprendí que yo también soy humana, corro los mismos riesgos que los pacientes a la hora de sanarlos. Como lo expresa el juramento de los médicos: ‘… la Medicina no solo es ciencia, sino también arte; y la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano…’.
“Después de esa primera vez, me presenté a Zona Roja en varias ocasiones, no sin dejar presentes mis inquietudes y la vigilancia constante contra el virus SARS-CoV-2, pese a mis pasadas experiencias. Un momento de alivio fue el esquema de vacunación masiva a la población con las vacunas cubanas Abdala y Soberana 02, y la posterior dosis de refuerzo; constituye en la nueva normalidad la mejor baza.
“Sin embargo, no podemos descuidarnos, trabajamos con base a todo lo vivido la doctora de la familia y yo, para monitorear y prevenir en nuestra área el rebrote de la enfermedad. Priorizamos a los más vulnerables de nuestra masa poblacional, como ancianos, niños, embarazadas y encamados”.
Machuchú, como cariñosamente la llaman sus conocidos, es un verdadero ejemplo de superación profesional. Cuenta con todo un crisol de historias y vivencias en sus más de 20 años de experiencia laboral. Es consagrada, mujer cubana y, sobre todas las cosas, madre. (Yannier Delgado Díaz, estudiante de Periodismo)