
Y sin embargo, nos movemos. Fotos: Raúl Navarro
Llegué a la terminal de ómnibus de la ciudad de Matanzas a las nueve de la mañana. Ojo, no confundir con la terminal de trenes. La primera, pese a estar cerrada a la espera de un profundo mantenimiento, todavía acoge al transporte privado y los pasajes intermunicipales; mientras que la segunda gestiona los viajes con destinos fuera de la provincia.
Una treintena de personas, de pie, intentaba matar el tiempo, unos miraban el celular, otros conversaban y los más atrevidos sacaban cuentas mentales, para comprobar si el efectivo les alcanzaba para un cono de helado o un maní molido.
Saqué el teléfono, puse a grabar y comencé a hacer las preguntas que necesitaba para dar inicio a este reportaje, aunque ya supiera las respuestas de antemano: ¿Qué creen del estado del transporte? Pese a que la interrogante fue destinada a una señora en particular, aquello fue como revolver un avispero o abrir una llave de paso.
—¿Cómo va estar? En candela, periodista. ¿O acaso tú no viajas?
—Claro que viajo, pero necesito segundas y terceras opiniones —respondí.
—A ver, pon ahí en el periódico, que ya si quieren que vendan las guaguas que quedan, si total, hace rato que no veo una.
—La única que pasa es la panorámica y el otro día casi me escupe para la calle cuando abrió las puertas, por lo lleno que iba eso.
—Se los juro, a mí el día que tengo que viajar me entra una depresión, un malestar, un desgano, un qué sé yo; es como si el cuerpo supiera que voy a cansarme, a obstinarme, a pasar un mal rato, a gastar el dinero que no tengo, en fin.
—Yo últimamente voy hasta donde mis pies me lo permitan, no pierdo tiempo en las paradas. Mijo no, ahí lo mismo resuelvo en 10 minutos que en dos horas; me ves aquí porque hasta Colón no llego a pie, porque si no, te iba a hacer un cuento.
—Cada vez visito menos la casa de mis padres, viajar de Matanzas a Jagüey Grande ya es un lujo; es como la carne de puerco o la mayonesa, algo que puedo permitirme una vez al mes, si acaso, y se acabó
—¿Has visto el precio de las máquinas, y el de las motos?
—¡Señora, todo está caro, los choferes también tienen que comer!
—Esa gente te quiere cobrar igual si vas de pie o sentado, meten personas dentro del camión hasta que parecen sardinas enlatadas, y estoy seguro de que ninguno de esos cacharros pasa un control técnico en condiciones; nos vamos a matar todos un día de estos.
—Mi viejo, agradezca que todavía tenemos esos cacharros, si no íbamos a tener que movernos a caballo o en carruajes, como en el período colonial.
—Ay, es que en el Período Especial es cierto que no había casi nada, pero por lo menos la gente se ayudaba, ahora es el “sálvese quien pueda”, así no se puede.
—Saque la cuenta, periodista, si ir y virar de Colón te sale en mil pesos, ¿Qué hace una persona que gana tres mil y pico? ¿Qué hace un jubilado? Esto no lo entiende nadie.
Justo cuando el debate se ponía más intenso, llegó un camión y los presentes corrieron hacia sus puertas como una manada enfurecida. Bastaba con sacar unas cuentas para concluir que todos cabían perfectamente en el vehículo, pero aquella reacción era instintiva, y que nadie se mienta, todos hemos estado ahí.
SIN COMBUSTIBLE EL PAÍS NO SE MUEVE

El transporte público matancero cuenta con 129 vehículos, de los cuales solo 63 están activos. La ciudad de Matanzas, por ejemplo, solo conserva nueve rutas del servicio urbano en funcionamiento, que la mayoría del tiempo deben cubrir necesidades relacionadas con la Salud o Educación.
Existe un sistema de carga que mueve la canasta familiar normada a las 740 bodegas del territorio, con 215 medios de transporte. Por su parte, la Empresa de Ómnibus Escolares sostiene 83 vehículos que trasladan estudiantes becados, deportistas y personal de Salud Pública.
A esto se suman los programas de atención a vulnerables, los taxis a consultas médicas a La Habana, los ómnibus para transportar a enfermos, los traslados de especialistas de Salud a zonas rurales, y cualquier emergencia que precise de un motor y cuatro ruedas.
Todo lo anterior se gestiona con el 32% de un plan de combustible ya de por sí modesto para las necesidades de la provincia. Ello se traduce en que la disponibilidad de recursos para la transportación normal de pasajeros se vea reducida, en ocasiones, a cero. Así lo reconoce Roberto Bernal Villena, director provincial de Transporte.
“Te voy a hablar claro, hemos estado en la situación de no saber qué priorizar, porque el combustible es finito y cuando se acaba, se acaba. Entonces, tenemos que ir tanteando para darle un poco a todo el mundo. Y que quede claro, ahora mismo, eso es lo que más nos afecta, es la razón fundamental de que el servicio no se esté prestando como se debe.
Un ejemplo: la Universidad no cuenta con la capacidad para becar a todos los estudiantes de Cárdenas, lo que provoca que deban trasladarse diariamente hacia la casa de altos estudios; ello equivale a una cifra que puede superar los 600 pesos, algo imposible de sostener para miles de familias.
Un caso diferente es el de los trabajadores del Turismo, según nos comenta Edonni López Estévez, director de la UEB Transmetro de Cárdenas. “El servicio de los hoteles siempre ha sido una prioridad, por la importancia que tiene para la economía nacional, y se protege su asignación de combustible. Hablamos de unos 8 000 litros (l) diarios para la transportación desde y hacia Matanzas, y 6 500 l en el caso de Cárdenas. Pero nuestra empresa tiene 143 ómnibus activos de los 233 con los que cuenta; una reducción para nada despreciable”.
Esto ha provocado que trabajadores del sector se hayan visto obligados a regresar a altas horas de la noche a sus hogares, en otros municipios, por sus propios medios y a costa de sus bolsillos.
EL TRANSPORTE PRIVADO Y SUS MATICES

A falta de transporte público, al matancero solo le queda la opción de la gestión privada, con precios prohibitivos que en ocasiones quintuplican los topes establecidos por los Consejos de la Administración de cada municipio. Aunque, vale señalar, que estos valores no se redefinen desde enero del 2024.
En defensa de los transportistas particulares, que son pueblo también, estos carecen de un mecanismo para adquirir el combustible de manera legal y objetiva para emprender su actividad económica.
Por lo que solo les queda acudir al mercado negro, donde 1 l de gasolina puede oscilar entre los 500 y los 800 pesos, o pagarla en dólares. A eso se agrega el coste del mantenimiento del vehículo, el pago a trabajadores y demás gastos relacionados.
Es cierto que sería más justo estudiar una ficha de costo coherente y adaptarla un poco a la media salarial, pero en el momento justo en el que el negocio deje de ser rentable, dejarán de ofrecer el servicio, así de simple.
En este sentido, los inspectores han demostrado ser insuficientes y, en algunos casos, ineficientes. La otra alternativa es dejar la supervisión de la gestión privada en manos de la población. El propio Bernal Villena reconoce que, en la mayoría de los casos, la gente no reacciona de manera positiva cuando las autoridades son estrictas con los transportistas privados, porque, sin ellos, se reducen sus opciones para viajar.
Otro punto, aparentemente menos importante, que limita el acceso al transporte, es la falta de un mecanismo eficiente para pagar el servicio por las vías digitales. Lo cierto es que, en lo que la bola va y viene, viajar se ha vuelto en extremo caro y complicado, y un amplio sector de la población no se lo puede permitir.
TRICICLOS, SOLIDARIDAD Y EMPATÍA

A falta de combustible, se han buscado soluciones para reducir el impacto de la escasez de transporte en la vida de las personas. Un buen ejemplo son los triciclos eléctricos.
La provincia cuenta con 25 de ellos, 15 en la ciudad cabecera y 10 en Cárdenas; y 24 triciclos de combustión, de los cuales solo 14 están activos en la fecha en la que se escribe este reportaje.
Otra medida ha sido la de exigir la transportación solidaria. La norma consiste en que todos los vehículos estatales, sean de directivos, empresas y demás, deben obligatoriamente recoger a la cantidad de pasajeros cuya capacidad se lo permita.
Algo que a simple vista puede parecer insignificante ha sacado de las paradas a más de un millón de pasajeros solo desde el 22 de mayo al 30 de septiembre del presente año. Con todo y que, en el mismo período de tiempo, 34 choferes de carros públicos fueron sancionados por no cumplir lo establecido.
Raidel Azaharez Cardoza, jefe del Departamento de Transportación, afirma que la obligación de recoger pasaje se extiende a los ómnibus de Transmetro, Transtur e, incluso, Gaviota, con un precio de cinco pesos en vehículos sin aire acondicionado y 10 para los climatizados.
Las autoridades de la Dirección Provincial de Transporte insistieron en que compartiéramos el número de teléfono 45261593, al cual la población puede acudir para denunciar cuestiones respecto a la transportación.
Ante la escasez, la única medida viable es que, con lo poco que tenemos, vayamos resolviendo. No hay soluciones mágicas ni intervenciones divinas. Solo podemos exigirles a los que tienen la posibilidad que sean más empáticos.
Como dicta el saber popular de los choferes del transporte público: “Caminen hacia el fondo de la guagua, que faltan personas por subir; los que estén arriba no se olviden de los de abajo”.