
Los días 16 y 17 de agosto de 1925, en un Congreso con 18 delegados e invitados, quedó estructurado el Partido Comunista de Cuba. Sin duda, el contexto de aquel momento posibilitó la realización de ese Congreso y su resultado, aunque la nueva organización no tuviera posibilidad de una inscripción legal entonces.
La existencia de la Revolución de Octubre era un incentivo, aun cuando en Cuba se sabía poco de aquel proceso, al punto que ni siquiera se reproducían los nombres de los líderes correctamente, pues se trataba de un mundo bastante lejano y desconocido, pero ya comenzaba a generar esperanzas en algunos grupos de un futuro mejor posible, en lo cual la figura de Lenin (escrito Lenine entonces) iba ganando prestigio y simpatías. Además, en Cuba se vivía un momento de efervescencia importante en esos años iniciales de la década del veinte.
La crisis económica -llamada “Vacas flacas”, frente al las “Vacas gordas de la Primera Guerra Mundial- puso en evidencia el inicio de la crisis estructural de la economía cubana, a lo que se sumaba la situación social agravada con la crisis. También estaba el desgaste de los partidos políticos de la época -Liberal y Conservador- en su desempeño desde el poder, como problema más perceptible para la población en general. Aunque no tan claro en cuanto a la percepción popular, estaba la dependencia neocolonial que se había instrumentado en Cuba por los Estados Unidos, de lo cual lo más visible era el derecho de intervención instituido por la Enmienda Platt, así como el papel del representante diplomático de aquel país, reforzado en 1921 con la presencia de Enoch Crowder como enviado personal del presidente, luego embajador.
La situación descrita fomentó movimientos, organizaciones, manifiestos y otras formas diversas, que planteaban la necesidad de cambios, aunque desde distintas tendencias. En tales expresiones, el año 1923 había sido muy significativo, con el movimiento por la reforma universitaria que destacó la figura de Julio Antonio Mella, bajo cuyo liderazgo se convocó el Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes en octubre de 1923 donde se saludó la Revolución soviética, además que de sus acuerdos se derivó la creación de la Universidad Popular José Martí, que significó un trabajo conjunto con el movimiento obrero en la organización de los cursos.

Ese año 1923 fue también el momento del Primer Congreso Nacional de Mujeres en abril, entre los acontecimientos más relevantes y, justo el 18 de marzo hubo una gran coincidencia: un grupo de jóvenes intelectuales encabezados por Rubén Martínez Villena escenificaron la llamada Protesta de los Trece, donde denunciaron un acto de corrupción escandaloso por parte del gobierno, y también se fundó la Agrupación Comunista de La Habana, que fue un punto de partida muy importante para llegar al Congreso fundacional.

En agosto de 1925, los días 2 al 7, se había celebrado el III Congreso Nacional Obrero donde quedó fundada la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), lo que era también un paso muy importante, y algunos de sus participantes estuvieron después en el Congreso del Partido. Por tanto, el nacimiento del Partido Comunista se produjo en un contexto de gran efervescencia en el país, pero esa misma circunstancia determinó que el 20 de mayo hubiera asumido la Presidencia de la República Gerardo Machado, quien presentó el primer proyecto de solución desde los grupos de poder de la crisis que ya había comenzado, lo cual implicaba una política de absoluto anticomunismo, entre otras características.

El Partido nacido en 1925 debió atravesar por circunstancias muy complejas a lo largo de su trayectoria, generalmente de ilegalidad y represión, salvo el breve tiempo en que se produjo la alianza antifascista a fines de la década del treinta y los años de la Segunda Guerra Mundial, pues la Guerra Fría que le siguió retomó la política anticomunista, con mayor fuerza aún para enfrentar el surgimiento del llamado Campo Socialista. Esa historia, por tanto, está marcada por dificultades, contradicciones, aunque debe reconocerse que siempre estuvo la voluntad de servir a los sectores humildes, a los trabajadores y, desde su nacimiento, incluyó los derechos de las mujeres y la protección a la infancia. La trayectoria en contextos complejos llevó a cambios de nombre pues pasó a ser Partido Unión Revolucionaria Comunista en 1938 y en 1944, Partido Socialista Popular.
Si bien en la fundación estuvieron dos figuras de gran prestigio como Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, a lo largo de su trayectoria de sus filas emergieron grandes líderes de la clase obrera como Lázaro Peña, Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias, José María Pérez, los tres últimos asesinados en plena Guerra Fría. De igual forma, algunas de las grandes personalidades de la intelectualidad cubana formaron parte de sus filas, tales como Juan Marinello, Nicolás Guillén, Mirta Aguirre, Carlos Rafael Rodríguez, entre los muchos que ocupan un lugar de primer orden en esa intelectualidad.
Es necesario, en esta recordación, mencionar la importante presencia de seis delegados comunistas en la Asamblea Constituyente de 1940, no solo por su presencia, sino por lo que ella significó en la iniciativa e impulso a muchas de las medidas de beneficio social que se plasmaron en el texto constitucional. Allí estaban Blas Roca, Juan Marinello, Salvador García Agüero, Esperanza Sánchez Mastrapa, César Vilar y el dirigente campesino Romárico Cordero quienes tuvieron una muy activa participación en las discusiones, muchas veces complejas por las posiciones muy contrapuestas que se ventilaban en ese cónclave.

En la dirección del Partido estuvo como secretario general durante un largo período Blas Roca, quien debió enfrentar muy complicados momentos con la necesidad de tomar decisiones en medio de ambientes generalmente hostiles, más es imprescindible recordar que su primer secretario general fue el maestro de origen canario José Miguel Pérez, quien fue rápidamente deportado por extranjero en tiempos de Machado y murió combatiendo en defensa de la República española en 1936.
Ese primer partido nació sin una sólida formación marxista y leninista en todos sus militantes, quienes estaban motivados por propósitos de justicia social de manera más bien espontánea y, aunque hubo decisiones que provocaron contradicciones a su interior, a veces por inexperiencia o por presión de las circunstancias, no es posible desconocer su historia, su aporte a la lucha por una sociedad mejor, más justa e independiente del imperialismo estadounidense.
En este balance muy general, no puede obviarse la actitud de la dirección partidista después del triunfo revolucionario de 1959. Si bien, en un principio rechazaron la vía armada pues se movían en la idea de la lucha de masa, el desarrollo de los acontecimientos demostró que ese era el camino adecuado y así lo asumieron y, como parte de ello, la dirección del Partido Socialista Popular tuvo la grandeza de llegar a Fidel, como líder máximo de la Revolución, para poner al Partido en función de la unidad, en función de la Revolución bajo su dirección.
Por tanto, el centenario de la fundación del Partido Comunista de Cuba es un hecho relevante dentro de nuestra historia, que integró el desarrollo de las ideas y la acción revolucionaria del pueblo cubano.
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