
Si le preguntan al cardenense que símbolos le identifican, de seguro escuchará hablar de cangrejos, bicicletas y coches, incluso más allá del famoso escudo ideado por el profesor Mario Sánchez y del machete del general Carlos María de Rojas.
Por voluntad popular, emergieron íconos que se transformaron en esculturas y hoy custodian a la ciudad de las primicias desde diferentes puntos. Siluetas que han vencido a los años y al vandalismo, aun cuando no han escapado de él.
Interesante resulta cómo cobraron vida, de las manos de Wachi y Antonio Luis algunas tan emblemáticos como la bicicleta y el coche. Pero para hablar de historias siempre es bueno viajar a los mismísimos orígenes, al pasado y ahondar en identidades pero desde las dos vertientes: la oficial y la popular.

CÁRDENAS Y SUS SÍMBOLOS OFICIALES
Ernesto Álvarez Blanco, historiador cardenense y autor de varios libros, con un amplio curriculum vinculado a investigaciones históricas, explica que aún cuando los cardenenses puedan identificarse con otros, los símbolos oficiales son el cangrejo terrestre; el machete del general Carlos María de Rojas, jefe de brigada de Cárdenas durante la guerra del 95 y patriota insigne; la llave de la ciudad, aunque la iniciativa de entregarse a personalidades con trascendencia en la vida política, económica o social no es propio solo de ese municipio sino de varios a lo largo y ancho de la Isla; y el escudo.
La historia del escudo de la ciudad se remonta a la década de los 40 del pasado siglo, aunque cuando Álvarez Blanco asegura que hubo intentos anteriores de diseñarlo: “Durante el transcurso del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se trató de adoptar un escudo para San Juan de Dios de Cárdenas, pero nunca se concretó este propósito.
“No fue hasta el 18 de diciembre de 1943 en que siendo alcalde el doctor Enrique Sáez Diez- Argüelles y presidente del ayuntamiento, Rubén Mendiola Arana, que se aprobó en sesión memorable del Consistorio local, un escudo, modelo presentado por el profesor Mario Sánchez y que había resultado vencedor de un concurso”.
“El Ayuntamiento en 1937 convocó a un concurso de carácter nacional para el diseño del escudo, con elementos artísticos y heráldicos identificativos del lugar. En el año 1941 se declaró por el Alcalde desierta la convocatoria y se presentó otra” – recuerda María Teresa Clark Betancourt, actual Historiadora de la Ciudad.
“En el acuerdo número 14 se determinó a tres de los modelos presentados para optar por el premio, que era una medalla de oro y un diploma. De los enviados a la Academia de Historia de Cuba, el de más votos, 11, fue el de Mario Sánchez Hernández. El de Cárdenas es el único escudo que en su diseño se autorizó tener la bandera” – acota la especialista.

También son símbolos oficiales La Dominica, monumento nacional, trascendente por ser el lugar donde se izó por primera vez la bandera cubana, y el Monumento a la Bandera, primero de su tipo erigido en Cuba.
DESDE LA VOLUNTAD POPULAR
Justamente fue otro concurso el que dotó a la urbe de esculturas que le adornasen y embellecieran como la sui generis nariz gigante ubicada en el reparto Brisas del Mar, en zona hospitalaria y mencionada en “Alicia en la ciudad de las Primicias”, la obra de teatro nacida del ingenio de Aida María Phinney y protagonizada por el proyecto Arte Urbano Infantil que devolvió risas en tiempos de covid.
Pero a Juan José Morales Delgado, habanero de nacimiento, le resultó llamativo que tal convocatoria a realizar esculturas identitarias no diera origen a unas que, en su opinión, resultaban más espejo de la ciudad y su gente: sobre el cangrejo, que llegó a ser tan común como platillo en la zona que motivó al chef Ramiro Macías González a elaborar su famoso libro de recetas a base del crustáceo; y la bicicleta y el coche, dos medios de transporte utilizados con masividad.
“Llegué a la casa y le dije a la mujer: puedes creer que a nadie se le ocurrió hacer alguna sobre coches o bicicletas que es lo más común aquí. A lo que ella respondió: ¡Entonces hazlo tú! Y así fue como me lancé a esos proyectos, aunque al principio solo pensé asumir la bicicleta”- rememora, mientras aclara que no es escultor, solo un amante de la pintura.


“Trabajaba en la planta de prefabricado, que ahora son unos almacenes. Pensé que no lo podía hacer solo porque llevaba muchas soldaduras, era modelar en hierro o cabillas para después revestir. En la planta había un soldador, Antonio Luis Gómez, ya fallecido, que era todo un artista en la materia y lo convidé. Con el embullo enseguida me puse a buscar un lugar que diera las dimensiones y lo primero a realizar fueron las llantas, que se hicieron con alambrón”.
De a poco, midiendo aquí y allá, calculando proporciones, con el empeño de dotar a Cárdenas de un ícono que a su entender le identificaba más, fue naciendo la bicicleta que por años ha custodiado a la ciudad, desde uno de sus puntos más visibles, a escasos metros de una de las fortificaciones que datan de los años coloniales.
Inicialmente el vehículo se montó sobre una pieza de bloques y concreto, pero la curiosidad y admiración por la escultura era tal que a más de un transeúnte le resultaba inevitable subirse sobre aquella imitación tan realista del medio de transporte. Entonces surgió la necesidad de elevarla más cerca del cielo, para que los cardenenses pudieran disfrutarla sin que se volviera blanco de vandalismos y destrucción.
Dicen que Argelio González G., el reconocido periodista cardenense que dejó un impronta inolvidable en Radio Ciudad Bandera, puso una nota sobre el monumento a la bicicleta y exhortó a otros escultores a crear dos más: un cangrejo y un coche, pero como el coche seguía sin construirse decidió asumir también ese reto.
“Un trabajador de la planta me dijo: oye, hay un coche guardado en el zoológico de alguien que se fue del país. De ese centro, me mandaron a buscar autorización en el gobierno y el Partido. El coche en cuestión fue solo el molde y el impulso. El del monumento se hizo enmallado y de cabillas, revestido con cemento, para lo que conté con el apoyo de los Astilleros. El caballo no fue cosa mía, porque se acercaba el aniversario de fundación de la ciudad, y por la premura recibí el apoyo de dos experimentados escultores que dieron vida a la bestia” – recuerda el ya octagenario.

En el diseño original del monumento no estaba la rejilla a su alrededor que ahora le protege de actos vandálicos, aunque el Wachi asegura que más de una vez aconsejó que se le pusiera. “Sabía que si no se cercaba lo iban a desbaratar. Ahí se subían los muchachos a coger mangos de la mata de atrás, como tradición los que se casaba se encaramaban arriba y se hacían fotos… ¡A todos el mundo le llamaba la atención el coche!”.
Hoy, el emblemático coche se encuentra resguardado y protegido. El monumento al cangrejo terrestre también se levantó, pero no de la mano de la mano de Juan José, sino de Alberto Muñiz Morales. Y así la Ciudad Bandera de Cuba, además de sus símbolos oficiales, se dotó de emblemáticos monumentos que también le identifican y enaltecen, un homenaje a la urbe de sus hijos, que le quieren y ansían ver recobrar el esplendor de tiempos de antaño.