Por los humildes y para los humildes…

Por los humildes y para los humildes…
Por los humildes y para los humildes…

La ya exministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, afirmó ante los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular que en nuestro país no hay mendicidad, que son personas que simulan serlo para tener una vida fácil, y que limpian parabrisas y recogen latas evadiendo el fisco. 

La ola de indignación en redes sociales no se hizo esperar. Minimizar un problema tan complejo y doloroso como la mendicidad, y caracterizar a los vulnerables que vemos en las calles como meros simuladores, fue, como mínimo, un agravio a la sensibilidad y la ética de millones de cubanos. 

Al final, reconoció sus errores y presentó su renuncia al cargo. Su solicitud fue sometida a la consideración del Buró Político y del Consejo de Estado, donde se acordó su liberación debido a su falta de objetividad y sensibilidad.

Todo lo que acabo de contar, y que de seguro ya conocían, no debería ser un suceso extraordinario. Las reuniones de las comisiones permanentes de trabajo de la Asamblea Nacional del Poder Popular están para debatir los problemas de la nación y aportar soluciones. Los temas que ahí se abordan, y la manera en que lo hacen, deben pasar por el escrutinio público. De hecho, si este tipo de situaciones pasaran desapercibidas, ahí sí estaríamos en presencia de una preocupante dejadez política. 

A pesar de que este asunto haya tenido un aparente “final feliz”, dejó sobre la mesa un grupo de cuestiones que vale la pena analizar. No se puede enmascarar la mendicidad, ni siquiera suavizar el tema; es preciso aportar soluciones alejadas del paternalismo o la superioridad moral. 

Debemos asumir que en Cuba existen estos fenómenos, que hay gente que vive con carencias y hace malabares para sobrevivir. A partir de ahí, nacen las soluciones. Basta de eufemismos y de medias tintas, hay que analizar el problema en su conjunto con todas sus complejidades, particularidades e implicaciones. 

La otra cara de la intervención de la exministra fue la pasividad del resto de los servidores públicos de la sala. Es inconcebible que en la Asamblea Nacional nadie se cuestionara, aunque fuera de pasada, unas declaraciones que luego ofenderían unánimemente a todo el país.

El propio primer secretario del Partido y presidente de la República afirmó que “hay que profundizar en la responsabilidad que tenemos todos como servidores públicos, y aquí estamos hablando entre diputados que somos representantes de la población… Ninguno de nosotros puede actuar con soberbia, con prepotencia, desconectado de las realidades que vivimos. Nosotros tenemos que actuar con sensibilidad, con seriedad, al abordar las problemáticas que existen, con humanismo”. 

Este tipo de diálogo nacional debe salir de Facebook, y de las redes en general, para darse donde en verdad se toman las decisiones. Quienes nos representan deben ser voceros, precisamente, en marcos como la Asamblea Nacional, de esas realidades difíciles de la Cuba de hoy.

El tema duele, por todas esas personas que lo están pasando muy mal y que merecen ayuda, pero también por todo el esfuerzo que dedican muchas instituciones a proteger a los más necesitados. 

Restarle importancia al problema de la mendicidad es despreciar el trabajo del Sistema de Atención a la Familia, que le salva la vida a muchos, a los Hogares de Niños sin Amparo Filial, al Programa para el Adelanto de las Mujeres y a los programas de atención a vulnerables, que no son todo lo que quisiéramos que fueran, pero resuelven. No se trata de actos de caridad, son políticas gubernamentales que merecen su debido respeto y atención. 

No dejar a nadie atrás es uno de los principios fundamentales del proyecto socialista. Por eso, este tipo de errores en el discurso político va más allá de apreciaciones morales y entra de lleno en el terreno ideológico. 

La mejor manera de zanjar este asunto es acudiendo una vez más a Martí: “Odio la máscara y vicio del corredor de mi hotel, me vuelvo al manso bullicio de mi monte de laurel, con los pobres de la tierra, quiero yo mi suerte echar, el arroyo de la sierra me complace más que el mar”.

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Sobre el autor: Boris Luis Alonso Pérez

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