
Si te digo que en Cuba se ponderan y respetan los derechos de la comunidad LGBT, seguramente no estarías de acuerdo. Como tampoco lo estarías con la afirmación de que se trata de una comunidad marginada, invisibilizada o sin herramientas.
¿Por qué esta ambigüedad, entonces? Porque en una sociedad fuertemente construida desde el heteropatriarcado, como la cubana, a veces no basta con el respaldo legal —todavía con deudas en este sentido—. Es preciso transformar también desde lo cultural, una tarea que ya sabemos compleja y multifactorial.
A propósito de la reciente Jornada cubana contra la homofobia y la transfobia, volvemos sobre este tema, complejo y necesario, en tiempos donde los retrocesos en materia de derechos amenazan desde la hegemonía mundial.
Aunque siempre ha sido un asunto pendiente, hace solo algunos años, primero con el debate y aprobación de la Constitución cubana en 2019 y luego con la discusión popular de un nuevo Código de las Familias, el heteropatriarcado y las profundas raíces machistas de nuestra sociedad mostraron su peor cara.
Lo que a todas luces ofrecía un nuevo abanico de oportunidades y derechos, no solo para la comunidad LGBTQ, sino para todas y todos, se convirtió en un escenario más para cuestionar, censurar, invisibilizar… Por suerte, el nuevo Código, refrendado por un altísimo por ciento de la población cubana, pone en blanco y negro el deber ser para solucionar los múltiples retos que limitan su plena inclusión y ejercicio de derechos; pero aun así, no basta.
¿Por qué no son suficientes estas leyes progresistas? ¿Qué ha ocurrido cuando estos derechos se vulneran? ¿Existe hoy respeto y apego a estas leyes en Cuba?
Aunque es evidente que la sociedad cubana muestra mayor apertura y tolerancia hacia la diversidad sexual, la homofobia y la transfobia siguen siendo problemas latentes. Basta con que la telenovela cubana dedique páginas de su guion a reflejar las realidades de estas personas, para que se muestre la contradicción entre la voluntad institucional y los rezagos patriarcales, esos que enervan a los más hipócritas y conservadores ante la simple sugerencia de un trío amoroso.
¿Qué barreras aún limitan a la comunidad LGBTQ en Cuba? Muchas, sobre todo de carácter simbólico que luego se expresa en discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género, propagándose a planos como el acceso al empleo y la inclusión social.
Al parecer no es suficiente que sean cuestiones penalizadas. Aunque en menor escala que en años anteriores, directivos y empleadores siguen exigiendo que mujeres trans, por ejemplo, puedan ejercer su trabajo y asumir su identidad de género. Del mismo modo, aunque no de manera explícita, también se limita muchas veces su acceso a cargos de dirección.
En otro extremo, tenemos la violencia de género, que no se reduce solo a la agresión contra mujeres, sino que incluye ataques y discriminación hacia quienes no se ajustan a las normas heteronormativas y a las masculinidades hegemónicas. Esta violencia tiene múltiples matices y requiere un reconocimiento y atención constante para romper el círculo vicioso de exclusión y agresión.
Asimismo, si bien se reconoce en el Código de las Familias, se ven limitados sus derechos sexuales y reproductivos, pues el acceso a tratamientos como las cirugías de reasignación de sexo resulta complejo, evidenciando la necesidad de ampliar las políticas públicas inclusivas y sensibles a estas realidades y, fundamentalmente, si comprensión y respeto.
¿Se trata solo de mejorar las políticas públicas o hacer valer las leyes? Es primordial, pero otras aristas conforman el asunto. El activismo y la educación son herramientas claves para combatir la discriminación. Si bien el Centro Nacional de Educación Sexual ha impulsado jornadas y campañas contra la homofobia y transfobia, promoviendo el respeto y la no discriminación, es importante reconocer y visibilizar el trabajo de otros grupos y colectivos que también imprimen esfuerzo y valentía a exigir, promover y hacer cumplir los derechos de estas comunidades.
Por otra parte, no podemos hablar de respeto a lo establecido ni de comprensión social de un fenómeno, si desde la educación se siguen fomentando patrones heteronormativos o se ignoran estas realidades. Es esencial que esta educación se extienda a todos los niveles, incluyendo a las fuerzas del orden, para erradicar prejuicios y garantizar que ser homosexual o transgénero no sea motivo de persecución o agravante en delitos.
No caben en esta lucha las discrepancias entre el activismo independiente y la institucionalidad. La lucha es común, y alcanzar el consenso es vital para impulsar ese objetivo no logrado aún de que tengamos en Cuba todos los derechos para todas las personas.
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