
Hacía muchos años no escuchábamos en vivo al gran pianista y pedagogo Victor Rodríguez. Durante su estancia en Matanzas, visitó nuestra Escuela Profesional de Música, donde intercambió con los alumnos de Piano Básico, e impartió valiosas clases maestras.
Victor es un gran pedagogo, ha legado su savia vital con amor, ese que solo los grandes pueden dar. Su entrega a la enseñanza ha germinado en muchos alumnos que han triunfado en Cuba y en el mundo.
El amor a la docencia, el don de trasmitir conocimiento, es uno de sus principales atributos. Fue profesor titular y jefe de Departamento de la Universidad de las Artes de Cuba. Asimismo, ha sido profesor en reconocida universidades de Portugal, México, Argentina y España, entre otros países. Fundador y presidente del Concurso y Festival Internacional de Piano Ignacio Cervantes, de La Habana; también ha sido jurado de relevantes concursos internacionales.
Su vida de pianista fue exitosa desde sus inicios, y ha sido laureado en disímiles ocasiones y espacios. Con el VI Premio y el Especial a la Maestría Artística en el Concurso Internacional de Piano P. I. Chaikovski, se eligió como uno de los más importantes pianistas del mundo.
Victor regresó a Matanzas y, en un mismo día, además de dar clases, ofreció un recital en la Sala de Concierto José White.
Me recordó a aquel joven pianista, con energía increíble, presidente de la AHS Nacional en las décadas de los 80-90, lleno de vitalidad y altruismo, que cargó con sus propias manos un piano del Palacio de Junco, donde tocaría horas después un concierto sublime. O cuando recorrió la Isla tocando en las universidades, acercando a todos los jóvenes la Música de Concierto con una imagen fresca. La modestia y sencillez siempre han formado parte de su comunicación fraterna y desprejuiciada.
En estos tiempos de tanta oscuridad, su luz nos envolvió a todos. Estábamos ávidos de escucharlo. La memoria es fiel a los gratos recuerdos, y el Maestro en momentos anteriores había dejado huellas de su talento y pianismo. Recordamos cómo una de las versiones más hermosas del concierto de Grieg con la OSM, bajo la batuta del Maestro Pérez Mesa, en el Teatro Sauto (MN).
“Regresar a los sitios donde se amó la vida”, como reza la canción popular, es siempre una suerte de reto para todo artista. Es una emoción contenida mirarse a los años, cautivando una vez más a un público habitual y a las nuevas generaciones.
En un riguroso recital, el pianista apostó por un serio y complejo programa. Su regreso fue contundente, mostrándose en todo su esplendor técnico y artístico.
Su versatilidad y búsqueda incesante de colores nos abrió una multicolor paleta de recursos expresivos, cautivando desde el inicio a los espectadores.
Este pianista sólido, con excelente dominio del instrumento y una vasta cultura, nos ofreció una seria, inteligente y depurada interpretación de varias contradanzas de Manuel Saumell. Con esas joyas de la pianística cubana comenzó el concierto, y en su interpretación alcanzaron un gran dimensión.
Frescas contradanzas, de una fina cubanía, donde pudimos apreciar el virtuosismo del maestro. Condujo sus voces y contracantos, a veces mostrándonos lo no evidente, con un cuidadoso fraseo y exquisito aliento. Entre ellas, Recuerdos tristes, Ayes del alma y La Tedezco, brillaron en sus manos.
Sin dudas, dos sonatas, de cuatro movimientos cada una, resultan una proeza para cualquier gran pianista. Victor no escogió un Programa comercial o fácil, sabía que el público de La Atenas de Cuba iba a agradecer esta propuesta diferente y compleja. Su dominio de la pedalización fue una clase maestra de cómo buscar efectos y sugerentes sonoridades, creando atmósferas maravillosas. A través de su toque delicado, por momentos, y otras veces enérgico, se pudieron apreciar las armonías, así como los cambios modulantes e interesantes giros armónicos.
La Sonata de Beethoven Op 101 en La Mayor fue genialmente asumida en sus cuatro movimientos, adentrándonos en el mundo beethoveniano, lleno de sorpresivas transiciones. Los elementos dinámicos, los sforzando, el pulso estable y el concepto como tal de unidad, fueron una propuesta de alto vuelo estético y artístico.
Jovial, intercambió con el público. Agradeció a las personas que lo apoyaron en sus inicios y a la OSM. No hizo receso, tras fuertes aplausos, asumió el reto de interpretar la segunda Sonata D .960, verdaderamente una joya de Franz Schubert, muy inspirada, en SI b Mayor, que nos mostró a un artista pleno y versátil.
Su segundo movimiento, Andante sostenuto, contenido y emotivo, fue para no olvidar jamás, así como el tercer movimiento fugado, con un marcado contrapunto dentro del romanticismo ya desbordado, lleno de sutilezas tímbricas.
Victor, después de una larga ovación, complació al público agradecido con dos ancores, Diciembre 8, hermosa obra de Beatriz Corona y, Octubre, de Las Estaciones de P. I. Chaikovski.
Victor es de esos pianistas que ponen el alma en cada nota, trascendiendo al imaginario activo de los oyentes como un regalo preciado y único.
Esperamos que este sea el primero de muchos Conciertos y Masterclass en la Atenas cubana. Inmenso Victor, irradiaba en el concierto esa luz tan necesaria para enriquecer la vida. (Por: María de los Ángeles Horta/Edición web: Miguel Márquez Díaz)
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