Cuba en los BRICS: ¿promesas o realidades?

Cuba en los BRICS: ¿promesas o realidades?

El pasado 1° de enero de 2025, Cuba selló oficialmente su ingreso como «país asociado» en los BRICS, un bloque que hoy aglutina al 46% de la población mundial y cerca del 40% del PIB global. Para una nación sometida a seis décadas de bloqueo estadounidense, esta membresía simboliza una ventana estratégica. Pero ¿qué implica realmente?

La categoría de socio —compartida con Bolivia, Vietnam y Uganda— otorga a Cuba participación en debates, pero sin acceso pleno a fondos financieros, como el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) o el Acuerdo de Reservas de Contingencia (CRA). Según especialistas de las ciencias económicas, esto limita beneficios inmediatos.

No obstante, el canciller Bruno Rodríguez reconoció tres ventajas concretas, destacando sobre todo el desarrollo del comercio en monedas locales, lo que implica, sin dudas, una reducción de la dependencia del dólar, crucial para evadir sanciones.

Además, es muy posible un impulso a las inversiones en infraestructura, una garantía potencial para modernizar puertos de aguas profundas como hubs logísticos del Caribe; y el incremento de la cooperación tecnológica, derivada del cceso a proyectos de energía renovable y digitalización.

«Es una instancia que nos abre oportunidades comerciales, de inversión y cooperación que debemos saber aprovechar», refirió.

Cuba en los BRICS: ¿promesas o realidades?

Por otro lado, Cuba insiste en el potencial de nuestra industria biofarmacéutica como punta de lanza. Los centros de investigación y producción de vacunas —como el Soberana contra el COVID— podrían ser activos valiosos. Sin embargo, un informe del Centro de Investigaciones de Política Internacional admite que el sector enfrenta desafíos de escala y comercialización. Mientras, economistas externos son escépticos: «¿Cuándo dejaremos de depender de organizaciones para encauzar la economía?», cuestiona un usuario en la web de Cubadebate.

La clave estaría en cadenas de valor integradas, y en la asociación con India en producción genérica, o con China en distribución masiva. Pero sin inversiones para modernizar plantas, la «ventaja» biotecnológica podría quedar en retórica.

El comercio en divisas nacionales es el mayor atractivo práctico para Cuba. El mecanismo BCBPI (Iniciativa de Pagos Transfronterizos) permitiría transacciones directas en yuanes, rublos o reales, evitando el dólar y sus sanciones. Entre algunas de las posibilidades, es muy posible y aplicable la venta de níquel a China en yuanes y la importación de trigo ruso en rublos.

Pero aquí surge un dilema: si bien reduce vulnerabilidades financieras, no resuelve la baja productividad cubana. Sin bienes exportables atractivos, el esquema se sostendría sobre préstamos o ayudas, repitiendo viejos patrones de dependencia.

Además, siendo realistas a la luz de los últimos acontecimientos globales, el bloque BRICS dista de ser monolítico. Mientras Rusia y China lo ven como herramienta antihegemónica, Brasil e India priorizan neutralidad y pragmatismo. Cuba, históricamente alineada con Moscú y Pekín, ahora debe navegar aguas divididas.

Aguas que pueden ser aprovechables y resultar en oportunidades de mediación entre el Sur-Sur, donde existen capacidades para exportar modelos de salud pública a África y Asia, usando redes brasileñas; y promover el diálogo energético que facilite debates entre Venezuela —vetada por Brasil— y Brasilia, aprovechando su credibilidad en ambos lados.

Pero si algo es importante de la inclusión de Cuba en los BRICS es la posición geográfica de nuestro país — La llave del Golfo—, lo cual puede facilitar al grupo acceso a mercados latinoamericanos.

Los BRICS ofrecen a Cuba oxígeno geopolítico y herramientas para sortear el bloqueo. Pero el estatus de socio es solo un primer paso en un camino lleno de oportunidades y desafíos, donde resaltan oportunidades como la logística portuaria, las finanzas alternativas y las alianzas tecnológicas.

Cuba debe evitar el extremo de la euforia acrítica —como si el BRICS fuese un salvavidas mágico— conociendo que la verdadera prueba será si logramos convertir esta membresía en inversiones medibles, alimentos en mesas y watts en enchufes. (Edición web: Miguel Márquez Díaz)


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Sobre el autor: Gabriel Torres Rodríguez

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