
Cuando se piensa en la medicina se hace de blanco, se imagina una bata inmaculada, un estetoscopio en el cuello, el bolsillo cargado de recetas y el lapicero saliente que en cualquier minuto dará vida a los famosos garabatos característicos. Se visualizan consultas de colas extendidas y rostros que aclaman porque mengüe el dolor, y vienen a la mente los diagnósticos a lo House que salvan cuando todo parece perdido. Casi nadie piensa en un médico investigando de sublevaciones de esclavos y sífilis precolombina, hallando el pasado dentro de cavernas profundas, tratando de desenredar la madeja de los hilos de la historia.
Pero el doctor Ercilio Vento Canosa rompe con los esquemas, desde el de las batas blancas, un solo campo de especialización, hasta las jornadas de 24 horas, porque las del galeno parecen parir tiempo extra. Especialista en primer y segundo grado en Medicina Legal, profesor de la Universidad de Ciencias Médicas de la urbe yumurina, miembro titular de la Academia de Ciencias de Cuba, Premio Nacional de Espeleología en 2023, desde hace más de un década es, además, historiador de la ciudad, capital provincial.
“Más allá de la profesión que se desarrolla en la vida, está lo que a uno le gusta hacer. Curiosamente los médicos suelen apasionarse por la historia, por ejemplo el profesor Ramón Madrigal, fue presidente de la Sociedad de Historia de la Medicina en Matanzas, un erudito en esas áreas. En mi caso, mi vinculación viene temprano porque mis padres tenían una vocación cultural, que no venía refrendada por su título. Tenían sexto grado pero eran personas que le gustaba mucho leer. Crecí escuchando historias de los mayas, los incas y los aztecas, lo que fue despertando en mí el apetito por esos saberes. Claro, una cosa es la que a uno le gusta leer y otra la que tienes que producir. Como investigador mi premisa es: la verdad sobre todas las cosas”.
La casa del profe Ercilio parece un museo- biblioteca, donde en cada rincón puedes chocar contra un libro, una pintura paisajística o alguno de los galeones en miniatura que el doctor ha elaborado con sus propias manos.
“La verdadera historia es la que se escribe cuando han transcurrido de 50 a 100 años de los hechos, porque se gana en objetividad”- continúa. “La leyenda no debe tomar el lugar de la historia como a veces pasa, y lo hace porque es más amable, no tiene fecha, no tiene código, porque es un cuento, una narración entretenida. La historia es rigurosa y tiene situaciones que si no se recogen instantáneamente caen en especulaciones. Ha pasado, por ejemplo, con la rebelión de Triunvirato, donde se ha repetido que a Carlota la descuartizaron, cuando en documentos oficiales aparece que murió en combate. Sin embargo, la trama mal contada se comunica en la escuela, la replican los niños, y viaja de boca en boca como si fuese ciencia constituida”.
Además de las influencias de sus padres, Ercilio asegura que su amor por conocer el pasado proviene de la arqueología y la espeleología. “Carlos de la Torre, decía que era sociedad espeleológica y etcétera de Cuba, y en ese etcétera cabe que el espeleólogo es un investigador, cuando es un hombre de ciencia y no un aventurero. Una cosa es ir a una caverna subterránea con el ánimo de la aventura y otra muy distinta, con el de investigar lo que existe dentro de ella.
“Me han tocado tareas fuertes. En el año 69 tuve que asumir la exploración, cartografía y hacer el catastro de todas las cavidades de Matanzas. Cartografiamos 2 252 cuevas, siendo la única provincia que tiene este estudio realizado.
“Ser el historiador de la ciudad, desde que se me dio la tarea en 2009, ha constituido un reto enorme: combinar mi carrera, mi trabajo en el hospital, en la facultad, con el quehacer de la oficina.
“Asumir la oficina fue un gran desafío porque significó cambiar la manera de pensar de las personas. Cuento con un equipo calificado, comprometido, con sentido de pertenencia y mucha experiencia. En este tiempo he intentado darle otra dimensión a la investigación, más abierta. Primero, porque creo que cada cual debe investigar sobre lo que le gusta y resulta atractivo. Y lo otro, es que se amplió mucho el espectro de intereses de la oficina, porque no solamente nos centramos en un aspecto de la historia (guerra de independencia, rebeliones de esclavos…) sino que abrimos el diapasón. Acabo de terminar un libro sobre el último día de Guiteras. Estoy trabajando en uno de Medicina Legal, otro relacionado con un estudio psicográfico y médico de José Martí, además de una compilación de los programas televisivos que he escrito, lo que ahora mismo tienen un volumen de más de 600 páginas a fragmentar”.
Dicen que en cierto modo las casas reflejan, como espejos, nuestras almas. Quizás por eso no sorprenda que, desde que pasas el umbral de la morada del doctor Ercilio, comiences a ver arte e historia en todas sus facetas.
En la pared, como si siguieran un orden lógico están los cuadros, muchos nacidos de su imaginación en tardes dominicales, cuando suele darle riendas sueltas a la creatividad del pincel. Por el suelo hay ánforas, unas más grandes, otras más chicas; mientras que si levantas la vista, a la altura del cerramiento,está lleno de libros perfectamente ubicados sobre una tabla, como si un librero se extendiese por toda la casa. Hay barcos y algún avión en exhibición, y hasta un pequeño helicóptero en la vidriera de la esquina que es contigua al cuarto de estudio, donde se agrupan las más grandes colecciones de textos.
Unos 60 ejemplares, como promedio, consume el historiador en el año, aunque asegura que el número, a veces, asciende mucho más. Por eso no sorprende que domine unos 16 idiomas, entre ellos: ruso, esperanto, latín, portugués, italiano, japonés y hasta dialectos complicadísimos, aunque si le preguntan, asegura que el más trabajoso para aprender es el Inglés.
“Estoy publicando la mayor parte de mis libros fuera de Cuba. Eso trae un problema y es que, si quiero dedicarle uno a alguien, solo lo tengo digital y no es lo mismo. Aunque no puedo quejarme de ediciones Matanzas, porque ha divulgado mucho mi obra, pero sí pienso que todavía debe ganarse en publicaciones de libros de historia, ya que existe un apetito de eso”.
Entre los 28 libros de la autoría de Ercilio sobresalen varios dedicados a José Martí, como si existiese una conexión especial con el Apóstol, una devoción gigantesca. “Es fuente inagotable”- asegura, como mismo desmedida e inagotable resulta la sabiduría del historiador, tres veces doctor: en Medicina, en Ciencias y el recientemente conferido Honoris Causa, de la Universidad de Matanzas. “Me sorprendió porque es en Ciencias Históricas. De alguna manera, retribuye todo el esfuerzo que en estos últimos 16 años he dedicado a la investigación histórica por encima de la médica. Agradezco la gentileza, sobre todo porque proviene de la universidad de la ciudad donde nací, trabajo y donde me voy a morir”.
La agenda del profe Vento está abarrotada de prioridades, que incluyen los procesos filiatorios, ya que diseñó un sistema de identificación de la paternidad que le mantiene en estrecho vínculo con los tribunales de Cuba. “Se trata de un problema que más que científico es humano. Aunque sigo creyendo que ser padre va más allá de compartir genes” – acota, y luego ahonda en otros roles simultaneados durante la casi década y media en el cargo de historiador, como sus responsabilidades cuando coincidió presidente de la Sociedad Espeleológica del país, y ahora, que se desempeña como árbitro internacional de la Federación Espeleológica de América Latina y el Caribe para conflictos del continente con la Federación Balcánica, donde están países como la antigua Yugoslavia, Hungría, Bulgaria, Serbia, Croacia y Eslovenia.
Del diálogo con el galeno brotan cien mil narrativas, anécdotas, parajes interesantísimos de su fecunda existencia. El devoto investigador asegura que la historia no solo la hacen los grandes acontecimientos y los grandes hombres. Cada ciudadano, cada ser humano está haciendo una historia cotidiana. Todo depende de la magnitud con la que incida sobre la sociedad para convertirse en un hecho trascendental.
Se siente afortunado por su familia, su salud y su memoria, y valora profundamente la perseverancia y el esfuerzo personal.

– Si volviera a nacer… ¿historiador desde el inicio o volvería a decantarse por la medicina? ¿La pintura tal vez?
– “Lo haría todo de la misma manera. Las personas lo olvidan, pero la vida es corta. Un hombre que logre vivir 100 años comparado con el gran tiempo del mundo resulta una fracción mínima. Entonces, yo creo que el tiempo hay que aprovecharlo al máximo, cada segundo es importante porque no regresa. Para mí, la medicina fue la pista, y el avión, la espeleología y la historia”.
Y cuando parece que no quedan muchas áreas en las que incursionar en el futuro, el galeno sueña con futuros estudios de derecho, con maestrías en ciencias forenses y otro montón de metas proyectadas en el tiempo. Asegura que ahí está el desarrollo de cada uno, en la capacidad para ponerse peldaños a los que ascender, que pueden llevar, sin dudas, a un doctor convertirse en excelente historiador de una ciudad.