
Entre los tantos atractivos de la playa de Varadero, el visitante se puede topar en plena orilla con la insistente presencia de las gaviotas.
Se le acercarán casi con desparpajo exigiendo alguna migaja. Si el bañista cede al antojo del ave, sin percatarse apenas quedará cercado por decenas de esos graciosos plumíferos que se aproximarán cada vez más, como si no temieran a los humanos.



Y es que el vínculo entre las gaviotas y el hombre surgió desde la primera vez que un mortal decidió surcar las aguas y desde lo alto sintió la compañía de esas aves marinas.
Sus graznidos anuncian la proximidad de la tierra, y más de una vez, salvaron a los náufragos de la desesperación.






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