
La pandemia del vandalismo. Fotos: De la autora
Lámparas desarmadas, bombillos robados, cristales en añicos, rúbricas y arañazos dañando obras de artistas de la plástica, como las pirámides de Ríos Intermitentes.
De todo un poco, y no desde una mirada positiva, se percibe en la plaza La Vigía, cita en el mismísimo corazón de la urbe yumurina, uno de los espacios más recientemente remozados en Matanzas.

El lugar que debería permanecer impoluto ante los ojos del visitante muestra evidencias de hechos vandálicos acaecidos contra sus luminarias, imperdonable por tratarse de la plaza fundacional de la ciudad de Matanzas y estar rodeada de emblemáticas edificaciones, como el insigne teatro Sauto (Monumento Nacional); el Museo de los Bomberos, único de su tipo en el país; el Palacio de Junco, otro baluarte en la historia de la tricentenaria urbe; y la Oficina del Conservador de la Ciudad.
Para quien desconoce el término, por vandalismo se entiende maltratar o destruir una instalación o un bien público, devastar sin tener consideraciones ni respetos. Y lo más triste es que no se circunscribe a la plaza matancera.

Hace unos días, la historiadora de Cárdenas, muy alarmada y entristecida, me comentaba sobre el robo de las identificaciones de calles de esa ciudad, placas que alguna vez estuvieron empotradas en paredes aledañas a la vía.
Así le sucedió a la de Tenería, que se encontraba en el lateral del Centro de Salud Mental de la Ciudad de las Primicias, desaparecida sin que nadie lo notase.
Otro habitante del mismo municipio matancero sumaba a la lista de ausencias misteriosas partes de los bancos de los diferentes parques que, de a poco, se van esfumando de la noche a la mañana. Parecido le sucede a los recolectores de basura que, según se presume, derriten y venden su material.

Como una pandemia, con alto grado de infestación, el vandalismo anda suelto dentro de la provincia y atenta con destruir parte de su patrimonio. Y nada justifica su proliferación: ni la crisis económica ni los molestos apagones de 20 horas ni la escasez de personal para velar por todas las zonas públicas de relevancia.
La protección del patrimonio está contemplada dentro de la Constitución de la República, aprobada en 2019, y también tiene un respaldo en el Código Penal cubano, por lo que provocar daños a los bienes públicos conlleva sanciones.

Destruir lo mucho o poco que tenemos no es un acto de rebeldía contra el proyecto que defendemos, constituye una violación a la legalidad, la civilidad, que deja daños a la propiedad social, que son más graves aún por tratarse de cuestiones patrimoniales. Este tipo de indisciplinas se penalizan en cualquier región del mundo.Es hora de tomar cartas en el asunto y descruzar brazos, para que hechos como los descritos no se sigan multiplicando. Si nosotros no cuidamos de nuestra casa grande y sus espacios, ¿quién lo va a hacer?