Los meteorólogos: previsores que salvan. Foto: Raúl Navarro
Recuerdo la primera vez en que me asustó el clima: 13 de marzo de 1993. Aún no había estrenado los cinco años, cuando en mi memoria se grabaron aquellos terroríficos momentos de azote de la Tormenta del Siglo.
Sus vientos fuertes estremecieron los ventanales de casa, hasta desprender los del cuarto donde esa noche dormían mi tía y mi primito recién nacido, que estaba en un pequeño moisés al lado de la cama.
Las gruesas gotas de lluvia golpeaban en las persianas como pedradas, mientras que las violentas ráfagas arrastraron, hasta el patio, el zinc del techo de la Fundición 9 de abril, una empresa que quedaba a unas 10 cuadras.
Al día siguiente, pude ver los destrozos en mi natal Sagua la Grande: disímiles viviendas con derrumbe total, árboles caídos, postes y cables eléctricos en el suelo, angustia y lágrimas en los rostros.
Desde entonces aprendí a respetar a la naturaleza y sus furias, y admirar a quienes con su quehacer ayudan a entenderla, protegerla y estar más preparados para el impacto de eventos de este tipo: los meteorólogos.
A mi mente vienen con cariño el Armando Lima que “con mucho afecto” saludaba cada noche en el noticiero estelar; el José Rubiera al que respetan en todos los rincones del mundo por su precisión en las predicciones y la dulzura con que alerta; la joven y carismática Ailyn Justiz; el meteorólogo aeronáutico Henry Delgado con su activismo desde las redes; el entregadísimo Raúl Hernández Soriano, al que no le vencen los años; y Marixma Millares, la directora del Centro Provincial de Meteorología de Matanzas, que cada día llega con el pronóstico del tiempo por la señal de Tv Yumurí.
Gracias a ellos, lo mismo sabemos cuándo usar abrigos y sombrillas, que el momento exacto para la evacuación oportuna ante previsibles crecidas de ríos o huracanes de gran intensidad, como los tristemente recordados Charley e Iván, de 2004, Dennis (2005), Gustav, Ike y Paloma, de 2008, Sandy (2012), Irma (2017) e Ian (2022).
Cada 23 de marzo, el orbe celebra el día de estos especialistas, fecha en que fuese creada la Organización Meteorológica Mundial (OMM), con especial contribución en la protección de vidas y bienes, así como la promoción de un desarrollo sostenible.
Fomentar conciencias sobre temáticas tan trascendentales como el tiempo, el clima y el agua; incentivar la colaboración internacional; insistir en la necesidad de reducir las brechas en los sistemas de alerta temprana, esenciales para mitigar los efectos de fenómenos meteorológicos complejos como huracanes, inundaciones y sequías; sobresalen entre las prioridades de los meteorólogos del mundo.
Hoy, mucho ayudan las nuevas tecnologías en su quehacer. La información brindada por satélites, radares y estaciones meteorológicas, así como algoritmos avanzados, permiten realizar pronósticos más precisos. Mientras que las redes, junto a los medios de comunicación tradicional, favorecen la divulgación oportuna.
Los meteorólogos constituyen aliados imprescindibles, estrategas de todos los tiempos y a prueba de huracanes, custodios que no descansan en su función de alertar para resguardar, previsores que salvan.
