Rehabilitar y salvar, incentivo para ser feliz

Rehabilitar y salvar, incentivo para ser feliz
Rehabilitar y salvar, incentivo para ser feliz

Dice Ismaray Castellanos Milián que es un poco tímida para hablar, que le dan pena las entrevistas hasta por whatsapp, tanto que si puede camuflajear su voz tras la palabra escrita ¡mejor! Sin embargo, quien le ve desdoblada en su profesión como especialista del hospital provincial Faustino Pérez, de Matanzas, lo pondría todo en duda.

Siempre que se acerca el 8 de marzo las historias sobre féminas que trascienden en cada esfera del país: desde lo social, lo económico hasta lo político, invaden los medios de prensa y las redes sociales.

No se trata de un pie forzado, ni de la necesidad imperiosa de resaltar. Constituyen el justo homenaje a esas heroínas anónimas, a veces subvaloradas, cuyo vital hacer funciona como maquinaria perfecta para impulsar a la sociedad.

A Ismaray no le conocí en el centro de salud donde labora todos los días, en jornadas extensas y esperanzadoras, sino como parte del Festival por la salud que acercó a una veintena de especialistas a Sabana Grande, una comunidad matancera de difícil acceso, perteneciente al municipio de Unión de Reyes.

“Me decidí por la Medicina desde que estaba en el pre universitario. Aunque me gusten los números creí que era mejor ayudar a pacientes, me gustaba más esa idea”, refiere la galena que se confiesa única doctora en la familia, esa unidad básica de la que erigimos y a la cual nos debemos. “Tengo una familia maravillosa que siempre me ha ayudado en todo. Actualmente vivo con mi abuela, que es mi principal apoyo”.

No extraña imaginarle en lo intrincado de una de las localidades asociadas al Plan Turquino, que dista más de 60 kilómetros de la Atenas de Cuba. La joven profesional asegura que en su especialidad, Medicina Física y Rehabilitación, no se puede ser de otra manera que dedicada.

Rehabilitar y salvar, incentivo para ser feliz

Dice que su devoción por curar y ayudar al prójimo a superar padecimientos se remonta a su niñez, quizás porque en su infancia se recuerde como una niña enfermiza que visitaba con mucha frecuencia los hospitales.

Hoy, con algo más de tres años de graduada y transformada en toda una especialista, el asistir a instituciones hospitalarias a devolver la movilidad y garantizar una buena calidad de vida para sus pacientes, se vuelve el motor impulsor de la mayabequense que encontró en Matanzas el calor de otro hogar.

“Vivo a la salida de la ciudad cabecera, antes de llegar a Mocha, en Paso del Medio. Desde que comencé el tercer año de la carrera de Medicina me mudé para acá. Soy natural de Madruga”.

Hurgar en la historia de vida de Ismaray no es tan sencillo, porque prefiere hacer que decir, y cuando le preguntas reiteradas veces por su trayectoria las palabras se achican y el rubor y la timidez vuelven en rol protagónico.

“La especialidad me empezó a gustar en el mismo comienzo: desde primer año tenía decidido que quería ser fisiatra. Eso se lo debo a la doctora Maura Guerra, mi profesora.

“La conocí por medio de una chilena que empezaba Medicina al igual que yo. Esa doctora la apoyó muchísimo, tanto que le dio hogar y fue como su mamá los seis años de la carrera. La chilena y yo nos hicimos muy buenas amigas, de ahí que también estrechara lazos y me sintiera influenciada por Maura a la hora de escoger una vocación”.

No es sencillo viajar de Sabana Grande a la cabecera provincial, ni siquiera a la municipal. Cuando el transporte se interna monte adentro hacia la comunidad rural, los árboles en fila a ambos lados del camino dan esa sensación de viajar hacia la infinidad. Dos, tres, cuatro casitas por aquí, dos o tres más adelante, la bodega que funciona como unidad integral a donde se debe llevar todo lo de comercio, las matas de guayaba al borde de la única ruta de acceso…. No es fácil entrar o salir de allí, sobre todo ahora que el combustible escasea tanto, y desplazarse se ha vuelto algo así como un lujo, solo que se trata de un lujo al que no puedes esquivar, porque lo necesitas.

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Por eso, cuando a los profesionales de las instituciones médicas matanceras les dijeron que debían trasladarse a apoyar en Sabana, nadie lo pensó dos veces, y muchísimo menos Ismaray, con esa devoción por salvar y ayudar que proyecta en cada gesto.

“Es que se trata de eso, de dar un trocito de nosotros a otros seres humanos. En mi especialidad más aún, imagina que le dicen la especialidad de domicilios”, enfatiza con la seguridad de saberse imprescindible para devolver la vitalidad a quienes por cualquier padecimiento se vean afectados en su locomoción o cualquier tipo de movimientos.

“La Medicina Física y Rehabilitación para muchos es solo ejercicio, pero no, nosotros rehabilitamos casi todas las especialidades. Desde una fractura en ortopedia, un infarto en cardiopatía, un paciente hemipléjico o con Parkinson en neurología, fisioterapia respiratoria en medicina, atención temprana en pediatría. Se trata de una especialidad muy amplia y muy bonita”.

De su visita a Sabana la galena regresó emocionada, y es que no hay regocijo más magno que hacer el bien. Por eso, aunque disfruta el mar, hacer ejercicio físico y caminar al aire libre, Ismaray la mayor satisfacción la encuentra en sus pacientes. “Cuando me dicen: doctora, me siento mucho mejor, o poder verlos caminar de nuevo, ahí realmente soy feliz”.

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