Cuando el periodismo se viste de «libertad» pero baila al ritmo de la Casa Blanca

Cuando el periodismo se viste de "libertad" pero baila al ritmo de la Casa Blanca. Foto: Tomada de Cubadebate
Cuando el periodismo se viste de «libertad» pero baila al ritmo de la Casa Blanca. Foto: Tomada de Cubadebate

En Cuba, la palabra «independencia» tiene un peso histórico. Se forjó con machetes en mano, con la dignidad -y la sangre y el dolor- de muchos mártires y la resistencia de un pueblo que prefirió incendiar sus casas, su caña, antes de entregarlos al colonizador.

Hoy, sin embargo, algunos por acá por las redes pretenden vaciar ese concepto de su esencia, y convertirlo en un eslogan de marketing para vender eufemismos y desestabilización, disfrazados de respeto a los “derechos humanos” y democracia. En fin, el viejo y gastado cuento del lobo vestido con pieles de oveja.

El ejemplo más reciente ya enciende las alarmas. Y no porque nos roce de cerca a nosotros, los periodistas cubanos, tan vilipendiados y exigidos en estos escenarios. El medio digital El Toque, en una carta pública y sin pudor, ha destapado a sus seguidores su trile financiero. 

Bajo el dramático título «Apoya a tu medio independiente favorito, es urgente», El Toque se presenta como una víctima de la asfixia económica, un David periodístico contra un Goliat. Lo curioso es que, en su relato, olvida mencionar el pequeño detalle de quién le lanzó la honda.

Según su propia confesión —envuelta en indirectas—, su supervivencia depende de fondos canalizados a través de programas estadounidenses. ¿Cuáles? La USAID y la NED, dos entidades cuyo historial en América Latina incluye golpes blandos, guerras mediáticas y «cambios de régimen» —léase: derrocar gobiernos incómodos para Washington—. 

Que la NED nació en 1983 bajo el mandato de Ronald Reagan, con el objetivo declarado de «promover la democracia» —traducción al cubano: financiar opositores en países no alineados—, no es un secreto. Tampoco lo es que la USAID ha sido cómplice de operaciones encubiertas en Venezuela, Nicaragua o Bolivia.

Pero El Toque insiste en llamar a esto «independencia». ¿Acaso la libertad editorial se mide en dólares estadounidenses? ¿Cómo entender, entonces, el tan cacareado discurso de la libertad de prensa?

El medio admite que despedirá —o ya despidió, imagino— a 15 trabajadores y cancelará contratos freelance tras el «congelamiento de fondos de la USAID«. Pero, ¡atención!, asegura no tener «contratos directos» con esta agencia.

Claro, para eso están las organizaciones pantalla en Miami, Madrid o Praga, que sirven de lavandería para limpiar el origen del dinero. Es el mismo guion usado en otros países: fondos que viajan en círculos para evitar el escándalo, mientras se pinta a los receptores como «emprendedores de la información». 

¿Y qué hace El Toque con esos recursos? ¿Para qué se destinan estas jugosas partidas? Entre sus «logros», destaca la manipulación de la tasa de cambio informal en nuestro país, un tema técnico que, tratado con mala fe, inflama la psiquis social y agrava la ya alta inflación que padecemos. No es casualidad: la guerra económica de EE. UU. contra Cuba no solo se libra con bloqueo, sino con operaciones psicológicas que magnifican problemas y siembran desesperanza. 

Resulta difícil digerir el cinismo de un medio que, por un lado, critica el bloqueo —causante de hambre, medicinas faltantes y sufrimientos— y, por otro, depende económicamente de quienes lo diseñaron y mantienen. Es como si un bombero pidiera donaciones mientras vende gasolina para incendios. 

El Toque alega ser «plural», pero su pluralidad parece limitarse a repetir el mismo discurso —qué casualidad, ¿verdad?— del Departamento de Estado: inflación en Cuba, culpa del Gobierno; escasez en Cuba, fracaso del socialismo; protestas en Cuba, «grito desesperado del pueblo».

Nunca mencionan que el 70 % de la economía cubana está bloqueada, que Cuba no puede comprar respiradores en dólares, ni que el cerco incluye multas a bancos por enviar remesas. Esa «crítica» selectiva no es periodismo: es propaganda con fachada de modernidad. 

En casi cualquier país del mundo, recibir dinero de un Gobierno extranjero para influir en asuntos internos se considera traición, espionaje o injerencia. Pero, en el manual de Washington, eso se llama «promover la democracia». El Toque no es un caso aislado: es el eslabón de una cadena que incluye a decenas de youtubers financiados “preocupados” por el futuro de los cubanos, «influencers» con becas dudosas, y varias ONG que miden su éxito por la cantidad de cubanos desencantados. 

A Cuba, un país con índices de alfabetización y profesionales envidiados por naciones ricas, no le hacen falta lecciones de libertad de prensa desde un imperio que silencia a Julian Assange, persigue a Edward Snowden y bombardeaba medios en Iraq. No es un pueblo que precise mirarse en el espejo de una sociedad donde el presidente criminaliza “protestas ilegales”.

Y es verdad que la prensa cubana está necesitada de transformaciones; no obstante, es muy cierto también que no hay inmovilismo ni pereza. El periódico Girón es ejemplo de ello. Estamos claros de que nuestro pueblo requiere un periodismo honesto, que critique errores sin convertirse en megáfono de intereses foráneos. No obstante, mientras El Toque pide limosnas en euros para sobrevivir al «ajuste», periodistas cubanos —incluso aquellos críticos dentro de la Revolución— siguen trabajando sin enlaces con la CIA, sin fondos de la NED y sin manuales de la Florida.

Y es que en Cuba la verdadera independencia no se compra, se ejerce con ética, lealtad a la Patria y bajo un principio inmutable: la soberanía no se negocia. 

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Sobre el autor: Gabriel Torres Rodríguez

1 Comment

  1. De acuerdo con el autor del artículo, no obstante, ¿dónde está el artículo cuestionando la subordinación de la prensa a las organizaciones políticas, que tan cara nos ha salido? Porque la censura, el acriticismo y el triunfalismo, caracteriza bastante a nuestro periodismo oficial, y no lo digo yo, lo dijo, en su momento, desde Fidel hasta Raúl Castro.

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