A mediados del siglo XIX, una “extraña criatura” causó terror en la sociedad matancera, por sus dientes largos y puntiagudos, que la convirtieron en leyenda.
Los hechos, recreados y rescatados por el periodista Roberto Vázquez Pérez, hablan de ataques de una “niña loba” a jinetes y vecinos que transitaban por el camino próximo al cementerio yumurino.
En realidad, José María Casal, uno de los fundadores de la Casa de Beneficencia y de visita por el barrio Los Barracones, observó en un bohío de una familia negra a una pequeña de tez blanca con “dientes afilados”. Conoció que esta le había sido entregada a los negros por una familia rica, con la condición de que guardaran el secreto de la deshonra de su hija, madre legítima de la menor, a cambio de ofrecerles su libertad.
Los padres adoptivos le limaron los dientes a la pequeña, práctica ritual entre esclavos de varias etnias, fundamentalmente la carabalí. Las piezas dentarias adquirían formas filosas y puntiagudas, al ser golpeadas y limadas con sílex, piedras de amolar y limas de acero.
