
Cuando dos fumadores cubanos tropiezan en una calle, aunque no se conozcan de ningún sitio —quizá nunca fueron a círculos infantiles diferentes o coincidieron en el mismo cajero, ni lloraron por la misma pena y el mismo pan—, se miran el uno al otro y casi al unísono se preguntan: ¿Qué estás haciendo tú?
Entonces, suben los ojos como si la mirada fuera el humo que se pierde en la altura y se responden casi a la vez: «Tenemos que dejarlo», y por el nervio, solo de pensarlo, encienden uno y otro con la punta encendida del anterior, y otro hasta que se le acabe la caja y se percaten de que la más barata que podrán encontrar es una de suaves que no mata al vicio y saben a plástico industrial.
Dice mi madre que, de todo lo que se ha perdido o se pierde en este país periódicamente —el azúcar, el arroz, la señal de Etecsa, los amigos—, el cigarro es el que menos le importa. Asegura que si se extravía por completo mucha gente se salvará. Quizá sí, de que te tizne las entrañas, que te «amarillees» los dedos, que te taladre los dientes; pero andamos demasiado frágiles por el contexto y el estrés, para que una terapia de choque nos quiebre de repente, así sin pedirlo.
Nosotros sabemos que nos matamos de a poco, pero nos defendemos con el argumento de que es decisión propia. Solo nos compele nuestra falta de cordura y comportamientos autodestructivos. Sin embargo, ahora te obligan. Te cierran todos los reductos y solo te queda echarlo a un lado. Nos matan el libre albedrío de decidir cómo quiere matarse cada uno.
Tal vez solo un fumador sepa cuánta fuerza de voluntad conlleva abandonar el cigarro. Gabriel García Márquez, en su libro autobiográfico Vivir para contarla, asegura que hacerlo resulta el equivalente a matar a tu mejor amigo. Cuando estás triste porque sí, por los aeropuertos, por la falta de puertos seguros, porque la existencia es demasiado corta para sacar la memoria USB del puerto; fumas. Cuando estás alegre por uno de esos pequeños detalles fugaces, una sonrisa, un orgasmo, una balita de gas llena; fumas. Cuando estás pensativo y no sabes si acá o allá, si tú por encima de todo o ella en primer plano; fumas.

Cuando te entran las ganas, es como si tu cuerpo se fuera a desintegrar. De repente, ¡boom!, y tus células quedarán regadas por todo el lugar: residuos de mitocondrias y embarrazón de citoplasma. En lo que llegas a ese punto, al último tic tac antes de que explotes, sentirás como si pudieras toser ceniza como una chimenea y hormigas en las manos, por arriba de la línea de la vida y del amor. Un pequeño temblor te sacudirá desde la planta del pie hasta el nombre de ella o del que tengas trabado en la garganta y no quieras soltar.
Ahí, sales a buscar dónde comprarlos, casi que al precio que sea necesario. Ya no eres un hombre, sino un vicio. Saltas, como yo lo he hecho, de cafetería en cafetería, de portalito en portalito donde sobre un banquito venden Kola Loca, resistencias de hornillas y cajas de cigarro, en mipymes que parecen más shopping que las propias shopping de 10 años atrás. No importa la hora ni la distancia. ¿Cómo le explico, a este terremoto que llevo en el pecho, que no habrá que llevarnos a la boca?
Cuando lo hallas, estás dispuesto a pagar lo que sea, por lo menos, hasta que te das cuenta de que, si te fumas una caja al día, al pasar cuatro, has gastado un salario mínimo. Una caja de Popular sin filtro, que en la bodega te venden a 30 pesos la unidad, te cuesta casi 600 CUP, 20 veces su precio. El Popular o el H.Upmann, tal vez las marcas más consumidas en la Isla, me los he encontrado a 1 200. Miré a la dependiente como si me hubiera hecho el mejor chiste del mundo, y ella solo me repitió: «Y aquí está barato, en algunos lugares lo verás en 1 500». Ahí aterricé en que no era un vicio, sino un hombre.
Si los indios le hubieran cobrado ese precio a Colón por el tabaco cuando llegaron los españoles, habríamos podido comprar Europa completa y nos quedaría dinero para ser la primera potencia económica del mundo. Hatuey hubiera exclamado que en su imperio nunca se ponía el sol.
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Los fumadores que juegan al pegado con su suplemento diario de nicotina, y el de la proteína de sus casas, en vez de adquirir una caja, como acostumbraban, pagan por cuatro o cinco cigarros sueltos, que repartirán por todo el día: uno después del desayuno; uno a media mañana, cuando los latigazos de sol nos recuerden que habitamos Cuba; uno después de almuerzo; otro a media tarde, con el café que necesitamos para cambiar de fase entre el trabajo y las labores hogareñas; y otro antes de dormir.
Sin embargo, incluso este sistema es una tortura china. Cuentas los segundos, los minutos, hasta el próximo y, mientras tanto, te comes las cutículas, taconeas el suelo, te pones hosco como boxeador al despertarse de un KO y saber que acaba de perder.
En lo que te consumes por dentro y por fuera, al abrir el teléfono, quizá te sorprenda saber que la fábrica de cigarros sobrecumplió el plan de producción. Te miras el espacio entre el índice y el dedo del medio y lo descubres vacío y se te complica creerlo.
Recuerdas que hace poco pasó por tu barrio un señor que gritaba que pagaba 300 pesos por caja de Popular de bodega, y tú solo habías visto eso con los pedacitos de oro. Será que el oro de nuestros días se inhala y pronto nuestros pulmones serán dorados.
En ocasiones, en fin de año, los cigarros se perdían y siempre creí que era para darle salida a marcas no tan solicitadas, los Populares Verdes, los H. Upmann Selectos o algunos suaves. No obstante, esta crisis tabaquera se ha trasladado del 2024 al 2025; y ahí están los fumadores, al borde de un ataque de nervios, boqueando como peces. Sé que tenemos que dejarlo, que nada bueno trae; pero, por favor, tampoco que sea a la fuerza.
Todos sabemos que no hay cigarros desde hace mucho tiempo, lo que no he logrado es saber cuales son las causas fundamentales del desabastecimiento
Lo increíble es que la EMPA tiene cigarros ,según nos dijo el Comercial por teléfono, pero que no lo surtia porque ellos ( COMERCIO) no tenía dinero para pagarlo. Llamamos a COMERCIO y en voz del propio DIRECTOR nos dijo que ellos si tenían dinero, que eran unos MENTIROSOS, lo que no le hacían llegar la oferta INCREÍBLE y todavía pensamos que el bloqueo es la causa de todo, y esto como lo llamaríamos, tal parece que estas dos empresas socialistas disfrutan el sufrir y el precio de los fumadores. Esta historia la ejecutó por teléfono mi esposa , Ileana Martinez Vargas y por supuesto yo que soy su esposo Raudel Busto . No tengo nada que esconder, sólo dos fumadores más que nos atrapa los precios existiendo el cigarro pero que dos entidades nuestras ni se encadenan ni se inmutan. Gracias, mis teléfonos 54309164 y el fijo 45277283, si quieren no me respondan pero traigan los cigarros.