Vida en Series: El cuento de la criada, la distopía más cercana

El cuento de la criada es un ejemplo excelente de cómo la ficción puede ser entretenida a la vez que política y demoledora.

Cuando a Margaret Atwood le preguntaron de dónde sacaba las ideas que plasmaba en su novela El cuento de la criada, la escritora contestó que todo era producto de momentos de la historia donde un grupo de seres humanos selectos había actuado como amos y señores del resto, jueces y decisores del destino de mujeres, homosexuales, judíos, negros, emigrantes, refugiados, desplazados, colonizados y abusados. Atwood narra su distopía desde el punto de vista de sus víctimas: las criadas de Gilead, antaño Estados Unidos, quienes viven violadas y utilizadas como mano de obra en las casas de los generales que derrocaron al Gobierno.

Hace unos años esta historia llegó a la pantalla pequeña como una tormenta de ficción y drama, alcanzando tal popularidad que logró opacar la serie favorita de aquel entonces: Juego de tronos. Protagoniza Elizabeth Moss como June Osborne, esta actriz sorprende en cada temporada y se adueña de escenas con una facilidad muy pocas veces vista; Moss ha dirigido, incluso, algunos episodios de la ficción. 

Su personaje sirve como criada en la casa del comandante Waterford y su esposa Serena Joy, un matrimonio “normal” dentro de los cánones establecidos en Gilead.

Margaret Atwood, autora de El cuento de la criada.

Los Waterford representan la nueva aristocracia del país, los nuevos zares de la tierra, los gobernantes de una nación que le demuestra al mundo cómo, gracias a sus inhumanas leyes, sobrevive a una crisis mundial de infertilidad sin precedentes en los anales de la historia. Serena Joy escribiría el libro cuyos preceptos servirían para definir qué es una mujer y cómo debe actuar; su personaje recorre un camino que demuestra cuán catártico es el poder de la literatura, para bien y para mal. Un poder capaz de traspasar todo tipo de barreras de pensamiento lógico y transformar una idea en un ideal, y dicho ideal en la constitución de una república.

Con tal manuscrito a su favor, y una causa que a simple vista parece justa y verdadera, una élite de hombres convierte Estados Unidos en un apartheid feudo dictatorial, donde las mujeres son utilizadas como obreros en trabajos forzados, criadas, cocineras o tías. A este último rango solo pueden aspirar las mujeres más devotas y consagradas con la lucha, su misión consiste en adoctrinar y castigar a las criadas. En caso de ser hombre, servirás al país dentro de las filas del ejército y podrás ascender en su escalafón de grados, hasta podrás convertirte en un ojo: unidades clandestinas encargadas de vigilar a sus superiores e informar sobre sus acciones.

Póster de la serie

El morbo es una de las cualidades que El cuento de la criada explota a su favor, haciendo imposible que el espectador desvíe la mirada de los crímenes que se cometen contra las narradoras. Aunque la serie cuente con una protagonista evidente, los escritores no olvidan la cualidad coral de la novela, replicándola en la serie. Como resultado, se construye una colección de arcos dramáticos que detonan en un clímax colectivo. Cada una de las mujeres que aparecen en pantalla funciona como catalizador de nudos argumentales con puntos de vista distintos sobre el status quo, los abusos, las violaciones, la corrupción, las guerras de poder, las mutilaciones, la verdad, los castigos físicos y psicológicos.

Jamás olvidaré esa escena del primer episodio donde June camina con otra criada por las calles y se detienen frente a un muro del que cuelgan tres cadáveres: un homosexual incapaz de reproducirse con otra persona, un médico que realizaba abortos y un sacerdote cuyas creencias resultan incoherentes con el nuevo régimen. Capuchas blancas cubren sus rostros y tres logotipos revelan cuáles fueron sus crímenes. 

Como ocurre con La zona de interés, de Jonathan Glazer, somos testigos de una severa violación de los derechos humanos. El hombre es capaz, a veces por sentido común, otras gracias a la evidencia presentada, de conocer episodios nefastos de nuestra historia. Mientras, Glazer lo logra contando el día a día de una familia nazi que vivía su vida justo al lado de Auschwitz, con una estrategia de grabación de reality show, El cuento de la criada recoge información de distintas épocas y locaciones en un épico relato de humillación, frustración e impotencia.

Elizabeth Moss, protagonista de la serie y directora de algunos de sus episodios.

Es por ello que la osadía que refleja Atwood cuando escribe sus cuartillas se fusiona perfectamente con la excelencia de una adaptación televisiva igual de audaz. En un mundo tan polarizado como el moderno, las distopías son faros que nos reflejan imágenes distorsionadas del futuro. Un futuro donde la propagación de noticias falsas, la persecución de un enemigo interno al cual culpar, la promesa de revitalizar una nación moribunda o el advenimiento de un Mesías son estrategias utilizadas por aquellos dispuestos a destruir la democracia con tal de saborear el poder. 

El cuento de la criada es un ejemplo excelente de cómo la ficción puede ser entretenida a la vez que política y demoledora. En 1984, de George Orwell, la esperanza se convierte en cenizas justo en frente de los protagonistas, pero, en el mundo de Atwood, esta nunca desaparece del todo a pesar de los duros episodios que protagonizan las criadas. Tal vez este último respiro simbolice un intento por parte de la escritora de dejarnos ver una luz al final del túnel. La escritora apuesta por el raciocinio y el sentido común, ergo un poco de esperanza en lo que parece ser una metáfora demencial y adictiva de la historia de la mujer en la Tierra.

También le sugerimos:



Recomendado para usted

Foto del avatar

Sobre el autor: Mario César Fiallo Díaz

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *