29 de enero de 1895: Martí firma la orden de alzamiento

29 de enero de 1895: Martí firma la orden de alzamiento

José Martí firmó desde el exilio en Nueva York, el 29 de enero de 1895, la Orden de Alzamiento que dictaba el comienzo de la última contienda independentista, tras vencer obstáculos de fuerza demoledora, pero impelido por las demandas de la necesidad histórica y su inmenso amor por Cuba, sufriente bajo el yugo colonial español.

Dicho documento indicaba una arrancada de los combates en varios  puntos del país el día 24 de febrero y sería entregado a las manos del patriota matancero Juan Gualberto Gómez por Miguel Angel Duque de Estrada, quien la hizo llegar personalmente al puerto de La Habana, en un viaje secreto e ingenioso hecho en el ferry que provenía de La Florida.

Esa operación clandestina se materializó luego de que Duque de Estrada, con aire desenfadado colocara en sus labios, sin encender, un admirable puro habano, el cual parecía dispuesto a disfrutar pronto, al pasar por los controles de la aduana habanera.

Solo que ese señor, con empaque de opulento comerciante, llevaba en el interior del tabaco el preciado documento rubricado por Martí en calidad de Delegado del Partido Revolucionario Cubano y de organizador en cuerpo y alma de la Guerra Necesaria, desde las trincheras populares de la emigración patriótica cubana residente en Estados Unidos y naciones hermanas. También con las fuerzas a favor de la libertad dentro de la Isla, por supuesto.

El Apóstol de la independencia había cumplido una ingente labor para lograr la movilización y unidad de las fuerzas revolucionarias, lleno de años de sacrificios y entrega, antes incluso de que en 1892 fundara el Partido Revolucionario Cubano y el periódico Patria.

En un intenso peregrinar, contactó e incorporó nuevamente para la venidera batalla a guerreros grandes como Máximo Gómez, Antonio Maceo, Flor Crombet y José Maceo, a quienes se sumarían también de nuevo Calixto García, Bartolomé Masó y Guillermón Moncada, entre otros jefes de larga data.


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Pero el 12 de enero un acto de traición cometido por un agente colaborador de la policía de Nueva York y el servicio secreto español, posibilitó la incautación del gran alijo de armamentos, municiones y naves que desde el puerto de La Fernandina, en La Florida, estaba listo para ser enviado a nutrir las fuerzas libertarias de la ínsula.

Tal infidencia representó un golpe devastador para Martí, cuando ya lo creía todo a punto, después de un esfuerzo titánico en el cual contó con el apoyo de los tabaqueros cubanos y personas muy humildes de otro sector, residentes en Tampa.

El futuro general Enrique Loynaz, entonces un joven ayudante, recordó siempre los efectos del duro revés en la  persona del héroe, sobre todo en su pecho y en sus ojos, y también su negativa rotunda cuando él le pidió la orden de ajusticiar al traidor, pues los revolucionarios no debían igualarse jamás a aquellos de conducta miserable.

España y las fuerzas integristas reaccionarias dentro de Cuba con esa acción exitosa creyeron haber dado un golpe de muerte a la causa libertaria de los mambises. No entendieron nada o los cegó la euforia.

Se equivocaron sus gobernantes porque la propia alharaca generada por ellos divulgando su triunfo, permitió comprobar a los patriotas cuánta fuerza había alcanzado su movilización y hasta dónde habían avanzado y podían seguir haciéndolo.

Y se unieron nuevamente en torno al Delegado, ese hombre extraordinario de palabra esclarecedora y encendida, y de conducta proba como ninguno. En todo ese tiempo no en vano se había ganado el epíteto de Apóstol.

El 29 de enero fue decisivo, como lo sería más tarde el glorioso 24 de febrero de 1895. Duele pensar que ello también iniciaba una cuenta regresiva en la vida del Héroe Nacional Cubano, muerto en combate en los campos de su nación natal, en Dos Ríos, el 19 de mayo de ese mismo año, muy tempranamente.

Los cubanos sienten esa tristeza pero también la inspiración que siempre renace al pensar que José Martí pudo llegar al fin a Cuba, junto a Máximo Gómez, el 11 de abril de 1895, para empezar a cumplir, en medio de una dicha inmensa, el sueño de su existencia. Dar su vida, si era preciso, por la Patria. (Marta Gómez Ferrals | Foto: Archivo ACN)


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