Ambos reconocen que fueron sorprendidos por la noticia del Premio de Actuación Adolfo Llauradó, en la categoría de teatro familiar. Iris Mantilla y Ale García, integrantes de Teatro de Las Estaciones, resultaron galardonados por sus personajes de Payasa y Payasín en Flores de Carolina y Ajonjolí, con ese prestigioso lauro que otorga la sección de crítica de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Naturales de Pinar del Río, se trasladaron a Matanzas para estudiar en la Unidad Docente Carucha Camejo. Fue una aventura singular, pues, tal como relatan, ni siquiera tenían una plaza asegurada, solo el sueño de entrar al universo del títere, de la mano de una de las agrupaciones insignes del género en nuestro país.
Iris recuerda que vio a Estaciones por primera vez en la puesta en escena de Los dos príncipes. Ale, por su parte, la descubrió a través de Cuatro. Los dos quedaron flechados por su manera de hacer. “Vinimos como oyentes —rememora el joven—, porque la escuela era provincial y no tenía capacidades para nosotros; y a las tres semanas sin faltar se nos dio la posibilidad de incorporarnos oficialmente”.
Antes de concluir los estudios, entraron a formar parte de algunas obras como Retrato de un niño llamado Pablo y Un recital de afectos para Teresita Fernández, porque ya tenían títulos de profesionales, pertenecen a la segunda generación de instructores de arte. Luego, se graduaron con A dónde van los ríos, pero Flores… fue su primer proceso creativo vivido desde la concepción inicial.
El montaje contó en sus inicios con tres elencos conformados por dos chicas y tres chicos; después, se incorporó María Laura Germán, aportando sus más de 15 años de experiencia en las tablas, e Iván García hizo las voces del abuelo payaso y la asistencia de dirección.
Iris confiesa que el personaje le resultó difícil. “Respeto mucho a las personas que hacen clown, para mí se trata de un talento innato. Se me hizo arduo, porque mi personalidad no es chisposa, como se supone que debería ser. La experiencia resultó enriquecedora porque me sacó de mis zonas de confort, logré algo que creía jamás podría hacer”.
Ale lo asumió como un regalo teatral, donde Rubén Darío Salazar retoma la obra poética de Dora Alonso, musa del grupo y madre de Pelusín del Monte. “Yo sí había sido payaso en ocasiones anteriores, pero este es un payaso diferente, que canta y dice versos, con toda la poesía y la magia a que nos tiene acostumbrados Rubén Darío Salazar, y apoyado visualmente por el arte de Zenén Calero”.
Para ambos constituye un motivo de orgullo formar parte de una agrupación poseedora de una trayectoria teatral consolidada. Ella lo considera «un crecimiento constante, como actriz y como persona. Cada proceso lo vivo como si fuera el primero, como si empezara a ser, porque siempre hay detalles que puedes aportar para seguir creciendo. —Él lo ve como un reto—: Trabajas junto a dos Premios Nacionales de Teatro que vienen de una herencia titiriteras grande, son alumnos de René Fernández y han recogido también el legado de los hermanos Camejo.
“Tenemos la suerte de que en Estaciones cada proceso se vive como si fuera una nueva escuela; o sea, cada montaje es una suerte de laboratorio, donde se mezclan técnicas diferentes y uno va descubriendo, sobre la marcha, cómo funcionan. Es también la oportunidad de formar parte de obras con más de 20 años, que llevan la carga de haber sido vistas por mucho público de Matanzas, y todavía conservan su actualidad». (Edición web: Miguel Márquez Díaz)
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