La aplicación Ticket se perfila como una solución a las colas. Foto tomada del Periódico Escambray
Te paras en el umbral, saludas, tu educación te prohíbe pasar, por eso esperas a la recepcionista, a la cual preguntas con la esperanza de que pueda despejarte un poco las dudas sobre el trámite a realizar. Ella no tiene la respuesta a la interrogante, ni siquiera la disposición para indagar, se limita a orientarte que camines por un pequeño pasillo e investigues cuando llegues al final.
El estrecho camino te conduce a otra sala, donde se encuentran tres o cuatro trabajadoras; también hay dos personas sentadas, y alguien en la puerta como tú. Nuevamente esperas haciendo gala de tu buena educación, parece que nadie te ve hasta que rompes la inercia de tu presencia fantasmal y te atreves a soltar amablemente:
“¡Buenos días! ¿Podría orientarme? —Intrusa, quizá lo piensen, pero me miran—. ¿Qué debo hacer para sacar un turno para casarme?”.
La respuesta les parece lógica y una trabajadora me responde: “Por la aplicación Ticket”.
“Disculpa, lo he intentado en reiteradas ocasiones, llevo meses en eso y no lo he logrado”, insisto.
Con total suspicacia y una mirada cargada de incredulidad, alega: “Bueno, esta pareja que voy a casar ahora sacó su turno así”.
Sentí vergüenza, ¿pensaría que la estaba engañando? Por decencia no le dije que desde el 2 de julio del 2023 estoy en la sala de espera para un turno en la Notaría de Peñas Altas, y aún soy el número uno. Aclaro que, cuando lo saqué, ocupaba el 69 en la cola. Tampoco le mencioné que en los últimos tiempos la plataforma se satura más de la cuenta y los errores son tan frecuentes que se te quitan los deseos de acceder, y llegas a desconfiar hasta de tu dispositivo.
Salgo a respirar aire, actualizo y me sale un ticket para 24 horas después, se pierde la reservación, me desespero. Casi desisto, pero pruebo al día siguiente y creo descubrir el misterio, el cual pudo ser resuelto con una simple explicación: la plataforma tiene los turnos disponibles temprano en la mañana, luego no te deja acceder ni a la sala de espera.
Mi odisea, mi angustia y frustración las resumo en unas líneas; sin embargo, duraron horas. Pudiera hablar de la aplicación, que en mi experiencia ha solucionado mucho, aunque falle demasiado últimamente; pero no, prefiero referirme a la responsabilidad humana que imperó un día y de la cual adolecemos en la actualidad.
Las aplicaciones son programadas por seres humanos, mientras que los humanos funcionamos por esencias, por valores. Y son esos valores y la buena voluntad de ayudar al prójimo los que se han esfumado con burdas justificaciones referidas siempre a un factor económico. Ni siquiera sugiero que sea así, porque no tengo la prueba de que ello suceda en esta institución, pero hoy se allanan los caminos con la consabida remuneración monetaria.
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En tiempos donde se impone la tecnología, la cual vino a facilitarnos la vida, debemos tener presentes a los menos favorecidos. En los adultos que no entienden de pantallas táctiles, en los ancianos que jamás escucharon la palabra Android, en quienes no cuentan con un dispositivo inteligente, y en otros, como yo, que desconocen el algoritmo de determinada plataforma que ofrece un servicio. Sentí pena de quien no pudo iluminarme con solo cinco minutos de su tiempo, prefiero creer que tal vez ella tampoco lo sabía.
La responsabilidad también es institucional. Si bien la era digital nos acerca desde la distancia, han de existir opciones para aquellos que llegan a las instalaciones a reservar o solicitar cualquier trámite. Considero que la carencia de estas radica en la poca importancia que se le confiere al término cliente. Y esta es de las cuestiones que hoy señala la población como deficiencia. La informatización se debe pensar y concebir desde la diversidad y sin imposiciones, solo así seremos capaces de disfrutar de las bondades que brinda.
Abundan las experiencias negativas, y las positivas. Me refugio en el rostro de mi padre, cargado de felicidad y gratitud cuando la trabajadora del banco de Jagüey Grande accedió a ayudarlo, y pudo abrirse satisfactoriamente su Transfermóvil y ante su confesión, apenado, de que jamás había tenido un celular y por eso no era muy ducho en la materia, la señora lo miró y le contestó: “¿Es usted maestro? Entonces, no tiene nada de qué avergonzarse”.
Y ya que comenzó un nuevo año y está de moda publicar nuestros anhelos, aquí van los míos: que la empatía y el deseo de ayudar florezcan, que la sabiduría popular sea regalada en cualquier escenario, que nuestra esencia y cubanía no quede relegada bajo la fachada de las vicisitudes económicas, que las aplicaciones cada día sean más eficientes y que los cubanos estemos aptos para trabajar con ellas. (Texto por: Yaidima Díaz Gómez. Edición web: Miguel Márquez Díaz)
Así mismo es y si logras un ticket entonces viene el largo camino en espera del documento que solicitaste, yo estuve 1 año para que pusieran en el sistema una certificación de nacimiento de Matanzas Norte.
Y ni hablar del proceso para obtener un turno para hacer trámites en la oficina del carné de identidad, en Cárdenas es un solo día y ese día no contestan el teléfono.