Evidentemente Nicolás Maduro y la Revolución Bolivariana están malgastando esfuerzos: insisten y persisten en cronogramas institucionales, procedimientos electorales (¡incluso con veedores internacionales!) y en agendas democráticas, convencidos de que el poder popular únicamente debe provenir de ese tipo de metodología y organización política, y que únicamente ese camino les dará la impepinable legitimidad con el que serán aceptados por la Comunidad Internacional.
Pero ha quedado demostrado, tanto en tiempos pretéritos como en este presente distópico, que esas cuestiones de forma son apenas detalles herramentales.
Los resultados electorales pueden ser aprobados si se dan simultáneamente con “otras” condiciones, como las de libertad económica y supeditación política — en cuyo caso lloverán loas a la rectitud del inapelable triunfo dentro de un cordial dialogo de franca distensión 1 —, o bien desaprobados, si no se dan algunos de estos “requisitos necesarios” — en cuyo caso, abundarán las acusaciones de fraude y las adjetivaciones peyorativas—, destinándose un cóctel de medidas de aislamiento y subversión.
Así, las exigencias de aceptación se aplican con inconfesable agenda encubierta. Los estándares de civismo, las normas de corrección y el sistema “adecuado” suelen aprobarse si y sólo si son coincidentes con las expectativas de los grupos de poder internacionales, máxime, si el botín es perceptible y sustancioso. Esta maraña de formas correctas suele esquivarse, saltarse por encima o directamente sabotearse en caso de que la democracia ose empoderarse con esteroides de soberanía y pretenda objetivos tan insignes como el desarrollo y la seguridad nacional.
En esos casos, los requisitos se relativizan; las democracias ya no son tales sino manipulaciones de tercos personajes devenidos en “dictadores”, que han “enloquecido por el poder” y pretenden eternizarse, recurriendo a todo tipo de maniobras sucias e ilegítimas (típicamente, el fraude).
Por supuesto, esto no ocurre con los reyes europeos o del Golfo Pérsico, que sí son legítimos gobernantes eternos ligados a la herencia sanguínea, que evidentemente tiene un valor muy superior al voto ciudadano. Tampoco puede decirse lo mismo de las democracias liberales bipartidistas o de representación (retorcidamente) indirecta. O de los poderes judiciales, que anulan elecciones populares (como en Rumania). O de los supra-Estados como la Unión Europea, cuya máxima autoridad ejecutiva es elegida por el Consejo Europeo (27 jefes de Estado/Gobierno, por mayoría cualificada 2 rubricada recién luego por el Parlamento).
Eso no sería tanto problema sino fuera porque los representantes de esos sistemas son quienes catan la “calidad democrática” de otros Estados, poniendo notas de calificación al estilo Fitch o Standard & Poor’s.
Cuando los países-objetivo se ponen duros y resistentes, y no les importa demasiado las críticas despiadadas de los que ostentan la vara de medición, entonces empieza a girar el dial del dolor. Ya no se persigue ni una mínima coincidencia entre lo declarado (como principios) y lo manifestado (como acción concreta). Se aplica el borrón y cuenta nueva, la despiadada guadaña, y luego se verá como se justifica la cosa.
Tenemos el ejemplo allí, vivito y coleando, recién salidito del horno, en el reconocimiento, por parte de los poderes occidentales, del inescrupuloso, totalitario, sectario, intolerante e irrespetuoso de los derechos humanos, “nuevo” gobierno de Siria, sin mayor requisito formal que… haber derrocado por las armas a un gobierno incómodo para Occidente.
El prontuario de las facciones yihadistas que ahora conforman el gobierno sirio es tan inhumano que da repugnancia. Están denunciadas y registradas todas sus atrocidades, las cuáles siguen sucediéndose de manera cruel y desmedida, bajo la vista gorda del periodismo corporativo. Pero ese “gobierno”, compuesto por líderes que nadie votó, fue intensamente apoyado por Occidente y eso per sé le da legitimidad, superando todo prurito moral o ético. Una república legalmente constituida, un gobierno democráticamente electo y un país miembro de la ONU con derecho a la defensa y a la existencia fue devastado, y no importaron las formas ni los modos, sino solamente la voluntad de los Sospechosos de Siempre.
Tenemos un nuevo “líder” (de facto) de la “República” de Siria, Ahmed Hussein al-Charaa (que hasta hace un mes atrás era conocido por su nombre de guerra Abu Mohamed al-Golani), que ahora es “tolerante” pues dejó las arengas amenazantes por una voz mesurada y suave. No hace tanto tiempo atrás fue el 2.º emir de Hayat Tahrir al-Sham (una reconversión del infame Jabhat Al-Nusra, rama ejecutiva de la red Al-Qaeda, a la vez, task force de Washington/Londres para los “trabajos sucios” en Medio Oriente, especializada en sabotajes, ataques químicos y ejecuciones). También fue colaborador íntimo de Abu Bakr al-Baghdadi (Ibrahim Awwad Ibrahim Ali al-Badri al-Samarrai) el Califa del Estado Islámico de Irak y el Levante, quien sembró el terror decapitando, crucificando, esclavizando, torturando, violando mujeres, quemando vivas a personas y obligando a conversiones religiosas a punta de pistola, incitando además a sus adeptos a inmolarse por “la causa” a fuerza de captagón y técnicas de lavaje cerebral.
Pero ahora es un estadista.
Como no podía ser de otra manera, su currículum criminal hizo difícil que no llamara la atención, a pesar de que se hizo lo imposible por taparlo con el mantra «Bashar es un dictador», repetido ad nauseam por el aparato iterativo mediático. De esta manera, la doble moral de Occidente quedó profundamente expuesta: estaban obligados a repudiar los crímenes del «terrorismo», pero tras bambalinas seguían apoyándolos financiera y materialmente para que cumplan su función destituyente.
Más allá de las poses éticas simulando (interés por la) humanidad, Occidente no tardó nada en reconocer al nuevo inquilino de Damasco, entronarlo y hablar inmediatamente de “negocios”, que para eso fue puesto allí. Emulando la justificación rooseveltiana, una vez más puede afirmarse: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. 3
Para eliminar las desprolijidades administrativas, el Departamento de Justicia estadounidense derogó el 20 de diciembre la recompensa de 10 millones de dólares que pendía sobre su cabeza.
Sin embargo, el “prófugo de la Justicia” enlistado en el Programa de Recompensas del Departamento de Estado de los Estados Unidos debido a su implicación en actividades terroristas, empezó sus reuniones con enviados extranjeros —exactamente las mismas personas que lo declaraban ante las cámaras como un criminal abyecto—, con pronta avidez.
Los primeros en la lista fueron, obviamente, los patrocinadores británicos. Ellos tienen una basta experiencia en el desarrollo del sectarismo en Medio Oriente: gracias a los servicios de T.E. Lawrence montaron la “Gran Revuelta Árabe” de 1916-1918, que puso fin al Imperio Otomano y luego instaló a los Saud y su secta wahabita en la Península Arábiga, justo cuando los hachemitas reclamaron la verdadera independencia que les prometieron. También instalaron al judaísmo político de derechas (sionismo) en Palestina (a partir de 1917) y organizaron la otra “Gran Revuelta Árabe” (1936-1939). Retirados a la fuerza en el estertor imperialista del “desastre de Suez” de 1956, los británicos retornaron, a través de James Craig, en 2011-2012 con la “primavera árabe” que puso en el poder a la Hermandad Musulmana, creada por la inteligencia británica en 1928, en Egipto. Y fueron siempre los británicos quienes se mantuvieron tras bambalinas en los esfuerzos de derrocamiento de Bashar al-Assad, formando un cuartel general en El Cairo [Coalición Nacional Siria] de la “oposición”. No resulta raro, entonces, que hayan sido los primeros en visitar al yihadista saudita Ahmed al-Charaa para felicitarlo y darle consejo.
La muestra de respeto del saudita fue tal que por primera vez dejó sus vestimentas tribales o su recién inaugurado militarizado “look Zelenski” para recibirlos con traje de Versace… y no exigir hiyab a la representante femenina.
Pero pronto pasó también por Damasco el ministro de Exteriores turco Hakan Fidan, aun cuando Turquía oficialmente considera (aun hoy, hablo en tiempo presente) al HTS como una organización terrorista, en alineamiento con las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el Tratado de Astaná de 2017. Sí, recuerdan bien… Fidan es el mismo funcionario que viajó a Moscú para entrevistarse personalmente con Putin para que dé su apoyo al ingreso de Turquía al BRICS… y Turquía es la misma nación que brindó apoyo militar total al «terrorista» HTS, incluyendo campos de entrenamiento.
El 4 de enero, la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, y su homólogo francés, Jean-Noël Barrot, que han viajado en nombre de la Unión Europea, han sido recibidos por Ahmed al-Charaa.
Parece existir un evidente patrón de blanqueamiento de líderes: como en 2019 con el ignoto Juan Guaidó —que sería un golpista acomodaticio adicto al bandidaje pero al menos no formaba parte de un ejército paramilitar—, Ahmed al-Charaa y su HTS ha informado a líderes empresariales locales e internacionales que “adoptará un modelo de libre mercado e integrará al país a la economía global, en un cambio importante tras décadas de control estatal corrupto”. Esto fue llamado «Estado de la Unión» por el analista del Washington Institute for Near East Policy Aaron Y. Zelin. Al final de cuentas, estos criminales no son otra cosa que privatizadores de recursos que intentan ser parte del selecto club. Es por eso que al-Charaa solicita la “unidad” de las facciones y de las regiones, porque el botín debe repartirse como un todo homogéneo, que permita transversalizar sectores económicos. Y es por eso también que Occidente eliminó las sanciones y bloqueos prácticamente de manera inmediata.
Además… como Yugoslavia antes de la partición y bombardeo, Siria quedará más que nunca supeditada al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y a la Organización Mundial del Comercio. ¿A qué no saben cómo se reconstruirá el devastado país? Sí, con «los mecanismos de la expansión imperialista» de Bretton Woods. 4
Los que no están dispuestos a eso, y por el contrario, intentan mostrarse soberanos, con autonomía de decisión, no como un mero botín para la expoliación… bueno, no solamente no se les saca la recompensa, sino que se las aumentan.
Este viernes 10 de enero, Nicolás Maduro juró por un tercer mandato como presidente de Venezuela. Incluso después de las escandalosas elecciones, plagadas de acusaciones de fraude y peticiones de “actas públicas” por parte de grandes “demócratas” —que nunca antes en sus vidas lo exigieron ni lo exigirán con ningún otro caso— y luego de la sinfonía de desconocimientos posteriores, se llevó a cabo una intentona propagandística de golpe, para estigmatizar al gobierno entrante y marcar el ritmo de lo que se viene, porque a Venezuela no la dejarán tranquila.
La inestabilidad del país caribeño no es únicamente, como se quiera hacer creer, producto de desaciertos, rigideces ideológicas o problemas estructurales. Es fundamentalmente producto del incesante, y perfectamente sincronizado, acoso internacional, que encima se articula en dirigentes venezolanos enceguecidos que no tienen ningún reparo moral para asumir como “gestores”, ofreniendo incluso el sufrimiento de su pueblo como moneda de cambio.
Edmundo Gutiérrez se vanagloria de que Israel lo ha reconocido y que ha sumado más sanciones —léase, más penurias— para sus compatriotas. Este hombre quiere ser presidente.
El 9 de enero, los sectores más recalcitrantes de la oposición venezolana —encabezados por la inefable María Corina Machado—, convocaron a una movilización a la que llamaron «Marcha Final», una especie de «Día D» donde el candidato perdedor de las elecciones, Edmundo González Urrutia —que vive en Madrid—, supuestamente haría presencia para tomar (autoproclamarse a la Guaidó) el poder en lugar del “usurpador” Maduro.
Sin embargo, la convocatoria no fue exitosa. Edmundo ni apareció —solo hizo un discurso lleno de advertencias soberbias, que destilaba debilidad—, y Corina hizo una (otra) operación de bandera falsa donde fingió una detención para victimizarse y pintar al «régimen» como «represor de mujeres» (porque hay que mezclarlo todo, feminismo también). De manera colateral y simultánea, el neoyorquino The Wall Street Journal y el londinense Financial Times, marcaron la pauta de la prensa internacional para que el concierto desforestado de repetidoras se monte a la ola y haga su aporte descalificador y falaz. Y algunos gobiernos vasallos —incluso como ofrenda de fidelidad a Donald Trump— se mostraron abiertamente hostiles, armando shows de apoyo a Edmundo, como el de Milei en Plaza de Mayo.
También actuaron incorregibles agentes, como el ex presidente Álvaro Uribe, ligado desde siempre a los cárteles y los paramilitares, quien solicitó desde Colombia una intervención militar “preferiblemente avalada por la ONU”. Es el paroxismo del «orden internacional fundado en reglas».
Uribe parece haber asumido el discurso injerencista de Machado y González, pues éstos se dieron cuenta que ese planteamiento es ampliamente rechazado por la población venezolana. Los desatinos guerreristas de Uribe son recordados en la Cumbre de Rio, en 2008, luego de plantear amenazas directas contra Venezuela al atacar suelo ecuatoriano.
Álvaro Uribe, la bandera de la oligarquía terrateniente colombiana, necesita tomar protagonismo nuevamente (incluso en su propia nación) como líder de la ultraderecha y ondea entonces el conflicto regional, para ganarse el favor de las nuevas autoridades estadounidenses.
Para Venezuela parece no haber más opción que cierta radicalización, o si se quiere, para ser suaves, un proyecto alternativo con representatividad popular. ¿Quizás hacia allí apunta la reforma constitucional de la que habló Maduro en la asunción? Y ojo, no estoy haciendo una defensa irrestricta de Maduro en el sentido de su necesaria permanencia. Estoy hilvanando un futuro post-Maduro, que prefigure la supervivencia de la Revolución Bolivariana. Si la idea es preservar una carcaza de democracia liberal con un corazón revolucionario puede que no estemos hablando de la mejor compatibilidad. Es muy difícil incluir ese alma dentro de ese cuerpo.
Unos, tienen por delante el desafío de la utopía, que parece lejano en función de los endémicos problemas de corrupción y el asegurado acoso multinacional, que enquista más y más al gobierno y le da naturalmente tintes despóticos. Pero los otros representan, lisa y llanamente, la traición a la soberanía y al independentismo. Son la entrega de los recursos naturales al capital anglosajón y la subyugación inmediata, tanto cultural como moral. Preservar el esquema democrático-liberal, cuando lo que se intenta es una revolución, es dejar la puerta abierta constantemente.
La llegada al poder de Donald Trump no es una buena señal para Venezuela… En 2019, su secretario de Estado, Mike Pompeo, asignó a inescrupuloso Elliott Abrams —quien ya había pergeñado el golpe contra Hugo Chávez en 2002, y que es el artífice de la alianza entre straussianos y sionistas revisionistas israelíes—, la misión de derrocar al presidente Maduro. Ahora Trump está batiendo el parche contra México y Panamá, posiblemente mañana mismo diga que el petróleo venezolano le pertenece. Y siempre está el tema de Esequibo y la Guyana probritánica como excusa.
Pero vamos a ser sinceros… ¿acaso existe la posibilidad de que hayan buenas señales desde el Occidente Colectivo? La lógica de la Doctrina Monroe en América 5 viene repotenciándose y el avasallamiento del Derecho Internacional y el respeto por la diversidad de los pueblos está en su punto máximo de desafío. El reciente éxito en Siria, que pudo resistir 12 años de embates, pero que cayó en un rush de 11 días, podría envalentonar las medidas (aún más) agresivas hacia Venezuela, que deberá prepararse para años muy duros.
El ejemplo arrodillado de muchos gobiernos latinoamericanos, que acceden a la expoliación de sus recursos finitos moviendo la cola de alegría, podría hacer constrastar aún más la firmeza independentista venezolana, y convertirla en una obsesión del irredentismo estadounidense.
A eso sumemos el agotamiento de las llamadas izquierdas latinoamericanas, que no logran despegar de sus intenciones y se frustran rápidamente. Contemos el enfrentamiento de protagonismos entre Evo Morales y Luis Arce en Bolivia, los serios problemas institucionales por los que atraviesa Gustavo Petro en Colombia, la disipación de las esperanzas de cambio —evidenciadas en las protestas de 2019— que representó Gabriel Boric en Chile, que pronto se mostró más “fácticamente” proestadounidense (apoyando a Ucrania, criticando ferozmente a Maduro) que parte de una izquierda regionalista —proceso que se trasladó incluso en la imposibilidad de implementar una nueva Constitución—, o la insípida acción de Xiomara Castro en Honduras o Bernardo Arévalo en Guatemala. Por no nombrar a Lula… que tuvo que coalicionar con partidos abiertamente de derechas y parece ser parte de una «nueva etapa» de abandono de liderazgo sudamericano.
La persistente desestabilización política externa, con el apoyo inestimable de las culturalmente adoctrinadas y definitivamente apátridas “burguesías compradoras” 6 internas, hacen que se cree una extrema polarización social, irreconciliable, estimulada por el odio visceral (que hoy tienen plafón y circulación libre en las redes sociales) y el afán de exterminación. A eso, súmesele los medios corporativos, que son parte de una colmena sincronizada (incluso accionaria) cuyos cuarteles centrales están en Washington y Londres (como hice mención arriba), que viven machacando con la división nacional y la destrucción del aparato estatal, único medio para que un país pueda desarrollarse; y los sistemas judiciales absolutamente manipulados y corruptos, infiltrados por agencias de Inteligencia extranjeras. Para más inris, están las cadenas del endeudamiento crónico, y formaciones de oficiales militares bajo doctrinas anglosajonas. Es too much… Y eso explica casi totalmente el fracaso y las imposibilidades de los programas independentistas en Latinoamérica.
Es casi de cajón que Trump, como ya está demostrando, llegará con una potenciada agresividad a la White House: llevará a límites insospechados su guerra arancelaria con sus socios del TLCAN/NAFTA, será doblemente proteccionista con China (su enemigo declarado) y la acosará vía proxys (¿Taiwán? ¿Surcorea? ¿Japón?), exprimirá los presupuestos europeos para que se hagan cargo de la OTAN en la eterna contención de Rusia, intentará cooptar aún más a Brasil (a Argentina y Chile los tiene in the pocket) para sumarla, junto a una Colombia re-derechizada, contra Venezuela, incluso, reeditando el Grupo de Río, y si no puede, presionará a Brasilia para seguir vetando la entrada de Venezuela (como ya lo hizo en Kazán) en el BRICS o ponerse en el exquisito púlpito moral de “exigir actas”. Probablemente, exigirá una revisión del puerto de Chancay entre China-Perú (si es que no puede rever el asunto del Canal de Panamá) para expulsar la Iniciativa de la Franja y la Ruta de Sudamérica.
Además, Trump fortalecerá relaciones con Arabia Saudita, con quien tiene grandes conexiones, para evitar definitivamente su vuelco al BRICS y romper la alianza de facto del OPEP+ con Rusia. Trump tiene una visión hidrocarburífera incluso más agresiva que Biden. En ese esquema ingresan inevitablemente Venezuela e Irán (este último también aporta gas natural).
Aunque ya no se hable, allí sigue estando la llave de la desdolarización, situación que debe ser evitada a toda costa, incluso, vertiendo mucha sangre. (Tomado de la Bitácora de Christian Cirilli)
- Una alusión a la canción «Algo Personal» de Joan Manuel Serrat. ↩︎
- Un eufemismo para decir que no todos los votos valen lo mismo. Por ejemplo, en el Consejo Europeo, la mayoría cualificada se logra con el 55% de los votos (15 de 27 votos), pero ello debe ir acompañado por al menos el 65 % de la población total de la UE (alrededor de 447 millones). Por ejemplo, Alemania tiene el 18,54% de la población europea y Malta apenas el 0,11%. Por consiguiente, con la simultaneidad de ambos guarismos, el voto alemán tiene mayor peso relativo. ↩︎
- Muchos sostienen que fue Franklin D. Roosevelt quien dijo esa máxima. Pero otras fuentes señalan a Cordell Hull, su Secretario de Estado. Se refería al dictador nicaragüense Anastasio Somoza. ↩︎
- El método es archiconocido y lo hemos visto tras el golpe de 1955 contra el presidente constitucional Juan Domingo Perón, cuando la «Revolución Libertadora» destruyó el proceso de desarrollo argentino. Ocurren las siguientes fases: (1) se derroca al ‘tirano’, acusado de corrupto, degenerado y dictador, (2) los partidarios de la soberanía nacional [o sea, las apoyaturas del ‘tirano’] son reprimidos sistemática y ferozmente con violencia inusitada (se los desaparece, se los expulsa del país, se los encarcela, se los invisibiliza), (3) el Estado ‘liberado’ se adhiere inmediatamente al FMI, Banco Mundial y OMC, (4) los bienes y propiedades intelectuales del país son rematados a bajísimo costo a ‘inversores’ externos e internos; (5) se eliminan las protecciones laborales y el salario real baja abruptamente; (6) el consumo, la vida cultural y la calidad moral de la sociedad entra en progresivo declive, (7) colapsa el Estado, (8) se crean y afincan castas económicas y administrativas. ↩︎
- El presidente estadounidense Andrew Jackson, de quien Donald Trump es profundo admirador (tanto que dicen que enarbola el jacksonianismo) aprobó la «doctrina Monroe», que en aquella época significaba que las potencias europeas debían abstenerse de colonizar las tierras de las Américas, mientras que Estados Unidos se abstenía de intervenir en Europa. Medio siglo después aquellos principios iniciales de la «doctrina Monroe» se tergiversaron para permitir que Estados Unidos extendiera su dominación sobre las tierras de Latinoamérica sin tener que enfrentar algún tipo de rivalidad europea. ↩︎
- Se entiende por «Burguesía Compradora» a la fracción burguesa que no tiene base propia de acumulación de capital, que actúa, en cierto modo, como simple «intermediaria» del capital imperialista extranjero, y que está enteramente adscrita a dicho capital desde el punto de vista económico, político e ideológico.
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