Honrar a Justo Vega, el Caballero de la Décima Cubana

Justo Vega, el Caballero de la Décima Cubana. Fotos: Tomadas de Internet
Honrar a Justo Vega, el Caballero de la Décima Cubana. Fotos: Tomadas de Internet

Cuenta en su investigación Jorge (Papo) Fundora González, repentista matancero, que el poblado de San Antonio de Cabezas ha dado a luz a 42 poetas en 100 años. Aquel terruño enclavado en el municipio de Unión de Reyes parece estar bendecido por la décima y su roce milagroso que fluye regalándole versos al tiempo.

Entre esa lista de improvisadores figura precisamente el nombre de Justo Vega. Hay en sus orígenes humildes un punto de contacto con la vida de otros grandes decimistas cubanos. Quizá por eso su figura se prendió con tanta fuerza en el alma del pueblo y el campesinado, porque supo hacer poesía los años de niñez enlutada por la pobreza y el trabajo; porque su encuentro con la espinela fue un deslumbramiento total, luego de escuchar a José Guerrero y Eloy Romero en un diálogo poético y porque demostró cómo de forma autodidacta y perseverante pueden abrirse caminos insospechados en el arte y los sueños rimados de un repentista.

Justo Vega, el Caballero de la Décima Cubana. Fotos: Tomadas de Internet
Justo Vega, el Caballero de la Décima Cubana.

Justo supo ganarse al público y asentarse en un sitio de respeto y veneración dentro de la memoria popular. Primero, haciéndose aliado de la magia de la radio, de su poder para conquistar el corazón de los oyentes en una época de efervescencia para el repentismo, donde a través del éter la poesía podía ser bálsamo, publicidad, incitación y refugio. 

Le cantó a la vida, a la Patria, al paisaje rural y nos enseñó cómo la espinela puede dividirse en bandos que defienden a ultranza la belleza y arrastran a multitudes enardecidas. Todavía hoy, cuando la pañoleta roja se posa sobre los hombros de los jóvenes improvisadores en el concurso nacional que lleva su nombre, pareciera que su tonalidad nos recordara al Caballero de la Décima Cubana, con su imagen impecable, su postura enérgica, su sangre encendida en el centro del guateque.

Fue además el improvisador que no temió a la poesía de encargo y que, desde el programa radial Patria Guajira, cantó los logros del campesinado tras la Revolución naciente.

Muchas son las anécdotas en las que vive el recuerdo del poeta. Precisamente Fundora González lo define como un gran rimador, con una décima descriptiva.

“Canté una sola vez con Justo”. La madre del comandante Faustino Pérez cumplía 90 años y el hermano de Faustino que era en aquel momento mi compañero de trabajo me explicó que Adolfo Alfonso no podía asistir a la celebración y que necesitaba que yo fuese a La Habana. Llegamos bajo la lluvia y yo, nervioso aún ante él, canté estos cuatro versos que no he olvidado jamás:

“Ahora que llego a La Habana
debajo de un aguacero
me encuentro aquí al Caballero
de la Décima Cubana”.

Mientras, otro de sus coterráneos, el destacado repentista Ernesto Ramírez Arencibia, ubica a Justo entre los más grandes improvisadores que ha dado Cuba, con una décima fuerte que fue reflejo de su tiempo.

Ernesto relata que dos veces tuvo frente a él a Justo. La primera, cuando era apenas un muchacho que empezaba a dominar la improvisación. “Él había venido a San Antonio de Cabezas a un homenaje que querían rendirle y me dieron la oportunidad de cantar a su lado. Era un poeta que inspiraba y, antes de empezar el guateque, intercambiamos ideas. Recuerdo que en medio de la controversia le hablé de sus orígenes. Resulta que hasta ese instante yo pensaba que él había nacido en la Finca Las Mercedes, entonces, el poeta experto ya en el arte del repentismo, me dijo estos cuatro versos que enmendaron mi error:

“Pero estás equivocado 
porque equivocarte puedes,
yo no nací en Las Mercedes,
yo nací en este poblado”.

“La segunda vez que nos encontramos, Justo había venido con el poeta Eloy Romero. Ese día fuimos en auto hasta La Esperanza, que se ubica entre Cabezas y Los Palos. Allí cantamos juntos. Te repito, él transmitía confianza a los jóvenes, eran tiempos donde poetas noveles y de más experiencia estaban unidos de un modo fraterno”.

Por su parte, Reynaldo Gil (Papito), fundador de la Casa Naborí junto a Pablo Luis Álvarez (Wicho), recuerda cómo esta emblemática institución matancera decidió conferirle a Justo la distinción Viajera Peninsular, instituida desde 1992 para reconocer el quehacer de destacados defensores del Punto Cubano en todas sus dimensiones. Lamentablemente el poeta falleció antes de recibir dicho reconocimiento que fue colocado luego en manos de su hijo Pastor Vega durante una de las emisiones del programa televisivo Palmas y Cañas.

JUSTO, ADOLFO Y LA DÉCIMA EXPANDIENDO SUS HORIZONTES CREATIVOS

Cada poeta es un universo distinto, rodeado de emociones, cada poeta en el escenario expone una gestualidad diferente en ese acto sublime de conjugar 10 versos octosílabos. ¿Cuán complejo resulta entonces encontrar una pareja que se complemente en el arte y la poesía?

Si lanzáramos estas interrogantes, la mayoría de los improvisadores afirmaría que se trata de un desafío que va más allá de la simple voluntad. Por eso, cuando se hable en esta Isla del devenir del Punto Cubano, de la popularidad y el espectáculo disfrutable por todos, hay que nombrar la dupla de Justo Vega y Adolfo Alfonso.

Justo Vega y Adolfo Alfonso

Hace algún tiempo, leí en un artículo que a través de ellos los espectadores se dividían en “justistas” y “adolfistas”, para abrazarse luego en el final de la controversia, donde se respiraba profundo al comprender que las rivalidades no trascendían más allá del espectáculo, porque estábamos en presencia de dos artistas unidos por una amistad entrañable.

Alexis Díaz-Pimienta calificó una vez a Justo como el primer “neorrepentista” por sus aportes dramáticos al género y es que resulta llamativo el engarce de ambos en cada presentación, sus voces que en las décimas finales van lanzando verso a verso de forma fluida, sin interrumpir el ritmo de la controversia, mezclándose sin perder por ello las individualidades de su proyección escénica.

El humor, el típico “choteo cubano” alcanzaba en la voz de Justo y Adolfo un finísimo nivel que jamás descendió a la vulgaridad. 

He conocido a personas que no son amantes del género campesino, que desconocen la décima, y que sin embargo confiesan ser admiradores de esta pareja que se volvió una leyenda, un éxito transmitido con dosis de ternura de generación en generación.

APUNTES FINALES

En San Antonio de Cabezas desapareció la casa natal de Justo Vega, pero queda todavía como recuerdo de su esencia el local que lleva su nombre y al que el poeta Pepe Pijeira diera luz durante tantos años de guateques que reverenciaron en el poblado unionense la huella del Caballero de la Décima. 

Lamentablemente, ya no conserva el brillo de antaño, sumido en el letargo de una reparación que no acaba de devolverle el esplendor, el inmueble yace lejano del tres, el laúd y la fiesta campesina.

Hoy recordamos otro año de la partida física de Justo y es imprescindible comprender que a su memoria le debemos un mayor compromiso, le debemos la oportunidad de que su nombre no se difumine en el polvo del olvido, sino que los jóvenes de San Antonio de Cabezas y de Cuba toda sepan que aquel señor circunspecto, de guayabera impecable es como dijera Adolfo: “Un sol para la cultura / Y una joya para el arte”.

Recomendado para usted

Foto del avatar

Sobre el autor: Lianet Fundora Armas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *