Lectura Braille. Foto Tomada de Internet
Era muy niña la primera vez que noté aquellos puntos sobresalientes en ciertas superficies y con la curiosidad propia de la edad pregunté su “porqué”. Muy lejos estaba de entender el valor del sistema de lectoescritura que tenía ante mis ojos. El mismo que, a más de dos siglos de creado, sigue permitiendo romper las barreras de la comunicación para las personas discapacitadas visuales.
En casilla de seis puntos, ubicados en dos columnas verticales de tres puntos cada una, se originan las 63 combinaciones que pueden guiar, instruir, educar y conectar con el entorno. Una genialidad creada por el profesor francés Louis Braille (1809-1852) y que se ha adaptado a los tiempos modernos.
Por muchos años creí que las respectivas combinaciones solo representaban letras del alfabeto y los números, cuando en realidad muestran todo un mundo de signos matemáticos y otras disciplinas científicas, hasta la notación musical.
El boom de las tecnologías de la información y las comunicaciones, con sus múltiples aplicaciones y variedad de diseños, con su evolución y constantes desafíos, también ha encontrado su espacio y modo de conectar con quienes padecen de alguna discapacidad visual, al punto de que existe una variante de Braille para el lenguaje informático.
Según la Organización Mundial de la Salud, al menos 2 200 millones de personas padecen de alguna deficiencia visual o ceguera, que puede afectar su calidad de vida. Y justamente este universal sistema de lectura, que se lee con los dedos de ambas manos, les ayuda a evitar el aislamiento y facilitar su comunicación.
Con el fin de concientizar sobre su importancia, desde 2019, cada 4 de enero se celebra el día mundial del Braille, coincidiendo con la fecha en que se conmemora el natalicio del creador de esta herramienta de inclusión. Durante la jornada, se coordinan y realizan acciones en muchísimos países, sobre todo en los miembros de la Organización de Naciones Unidas.
El Braille está disperso en todos los ámbitos: desde libros escolares y de entretenimiento, envases de medicamentos, instrucciones de uso de equipos eléctricos; incluso, en muchos países, está hasta en la señalética de paradas e instituciones, favoreciendo la orientación espacial.
Le ha abierto las puertas del saber y del intercambio a muchísimas personas, permitiéndoles crecer y soñar; insertarse al mundo del conocimiento, donde no solo han bebido de él, sino que han podido expandir el suyo.
Vale homenajear al sistema que ha sobrepasado las barreras de los idiomas y, en su universalidad, ha conectado personas de todo el orbe, prevaleciendo por más de dos siglos y siendo cada vez más vital.