Quédense en este 2024 todas las veces en que la soledad vino a hacerme compañía y le brindé café y conversamos, como dos viejos amigos —crecimos en el mismo barrio, compartimos mesa en la secundaria, partía mi pan de la merienda con ella– de lo solo que me siento.
Quédense en este 2024 las noches que se echan en el hollín de las termoeléctricas en mantenimiento, como perros de pelaje negro. Son las mismas que hacen que al observar la oscuridad —la cabeza apoyada sobre los brazos y la mirada en el techo— me pierda en mis propias oscuridades y entonces se me funden los metales y me hallo vulnerable y ansioso.
Quédense en este 2024 todos los pequeños momentos de egoísmo que se me fueron: los abrazos que no di por pereza o por temor a que te convirtieras en pez y te me escaparas de entre las manos; los momentos de alegría de los que huí por imaginar que me explotarían en el rostro cuando cortara el cable rojo en vez del azul; las veces en que decidí mirar hacia otro lado porque me espantaba el dolor del mundo y por eso no tendí mi mano.
Quédense en este 2024 las deudas que no saldé: las ocasiones en que lancé el cigarro con odio contra el piso, lo aplasté con la suela del zapato y me prometí que no fumaría más, y horas después recorría una ciudad nocturna y apagada para buscar quien me vendiera una caja nueva; las mil veces que aseguré que disminuiría la cafeína porque el corazón se me quería salir del pecho como un Bugs Bunny enamorado a morir; el dinero que dije que no tocaría y que al final despilfarré y no sé en qué; las libras que no bajé y aún en el espejo, cuando me aprieto con las dos manos el vientre, aparecen los flotadores.
Quédense en este 2024 todos los saldos insuficientes: los de la tarjeta de salario al final del mes; el de las palabras que debí expresar, pero guardé y guardé en la caja fuerte del tórax y al final me llené de silencios y un tic nervioso; las tantas oportunidades en que quise escribirle para saber si se acordaba de mí y enviarle par de stickers y un poema de Borges y ,sin embargo, no lo hice y preferí mirar sus historias de Instagram como otro seguidor más.
Quédense en este 2024 todas las notificaciones de Whatsapp que me advertían que un amigo cambió de número y el +53 desapareció y ahí supe que nunca más lo encontraría en un café o aparecería en mi casa con un mal o mar de amores y una botella de ron. No obstante, los contactaré a ese nuevo número y les diré que no importa donde se hayan quedado ellos, porque aquí —y pongo la mano en mi corazón— resguardados por las rejas de mis costillas, aún permanecen, y que brindaré por ellos este fin de año.
Quédese en este 2024 el dolor que me dejaron mis muertos; pero solo el dolor, porque a mis muertos me los quedo yo. Esos nadie me los va a quitar. Ellos me aconsejan como ecos en mis huesos. Los abuelos que vinieron de España solo con una maleta y una postal de la Virgen de la Candelaria me comentan que siempre se puede empezar desde cero. Mi padre, que sobrevivió a una guerra y a sus propios difuntos, me recuerda que, si la vida te da la espalda, debo tirarle una trompetilla y seguir.
Quédense en este 2024 todo lo que nos desangra, lo que nos arde, lo que nos detiene, lo que nos asusta, lo que no podemos solucionar e igual nos rompemos la cabeza, lo que nos aleja del prójimo. En el 2025, ya con un cuarto de siglo vencido, todo se reinicia —o, por lo menos, queremos creernos eso— y entonces tenemos la oportunidad de reinventarnos, de salirnos del guion, como un apunte emborronado en los márgenes de la historia. Mientras tanto, queda celebrar por todo el horror y la tristeza que dejamos atrás, y por las alegrías que pueden darnos un susto en lo adelante.
Quédense ustedes en este 2024, si quieren; pero yo me iré, como un astronauta, como Marco Polo en búsqueda de las mil maravillas, a explorar el nuevo año. ¡Felicidades a todos!
En enero te regalaré un beso.
Te sigo los pasos con lo que dejas, excepto el cigarro, nunca ha sido problema para mí.
Te deseo, Guillermo Carmona, todo lo mejor para 2025; mucha salud para que sigas haciendo lo tuyo en Girón tan bien como lo has hecho hasta aquí, y para que coseches muchos éxitos que mereces.
Un abrazo. Tu profe.
Tan joven y ya eres un maestro. ¡Mil maravillas en 2025!