La reciente caída del «régimen» sirio, el 8 de diciembre del 2024 —régimen que fuera un producto de los procesos de descolonización y republicanismo socialista-árabe de posguerra—, podría ser un punto de inflexión histórico, un verdadero cambio de paradigma, pues esta reconfiguración que se está dando en el Levante implica la creación de un incipiente sistema de poder que recuerda las competencias imperialistas de principios de Siglo XX, poniendo casualmente en pugna (casi) a los mismos actores que por esas épocas también se vieron las caras.
Desde un punto de vista amplio, hasta parece una revancha caprichosa del tiempo. Veamos…
Corría el año 1914, y los Imperios europeos estaban en una fase de expansión y auge industrial, lo que incentivaba la competencia por mercados y ámbitos de influencia. Esta situación de rivalidades acentuadas se dio tanto en el ámbito continental como extracontinental (colonias). Solo se requería una chispa para que el entrelazado de alianzas militares entrara en acción.
La llamada Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia 1 no hacía más que destacar el ferviente impulso de la oligarquía alemana, que llegaba un poco tarde al reparto de poder, y por consiguiente, confiaba en el militarismo para obtener la ventaja final sobre sus adversarios. Del otro lado, en forma de literal cerco geográfico, los enfrentaba la Triple Entente, compuesta por Francia, Rusia y Reino Unido, temerosas de la potencialidad germana.
La historia es conocida y no voy a ahondar en ella. Solamente haré referencia al involucramiento del Imperio Otomano en la guerra, tras unirse a los Poderes Centrales (Alemania y Austria-Hungría) en 1914. En ello tuvo que ver el afán revanchista de Constantinopla por las malogradas Guerras de los Balcanes acaecida en 1912-1913, cuando la Liga Balcánica —formada por Bulgaria, Montenegro, Grecia y Serbia—, los expulsó de dicha zona.
Los otomanos venían ya de una humillante retirada en el norte de África cuando el poco desarrollado Reino de Italia atacó y conquistó las provincias de Tripolitania, Fezán y Cirenaica (actual Libia) en la llamada Guerra de Tripolitania de 1911. Se cree que la inesperada victoria italiana inspiró a los pueblos eslavos y griego de los Balcanes para unirse un año después.
También reverberaba en el recuerdo la derrota en la guerra de 1877-1878 contra su clásico enemigo, Rusia, quien constantemente le disputaba su poder en el Mar Negro (aunque esa guerra fue en los Balcanes…).
Lo cierto, es que el Imperio Otomano venía no solamente achicándose territorialmente, sino que enfrentaba severos problemas económicos, tensiones étnicas (como las revueltas armenias) y una constante pérdida del fulgor nacional. Esta situación de debilidad, y la rivalidad evidente con Rusia, Reino Unido y Francia, que habían demostrado sin tapujos su intención de cercenarlo, sumado a la tentadora propuesta de una potencia de primer nivel como Alemania, hizo que Mehmed V decidiera su participación en la guerra. Pero la fortuna no estuvo de su lado: esta decisión tendría un impacto definitivo en la disolución del Imperio.
Una de las peores consecuencias fue la pérdida de sus territorios en el Levante, la Mesopotamia y la península arábiga, lo que constituía prácticamente su territorio “interior”.
Los británicos montaron exitosas campañas militares desde la Mesopotamia, mientras los rusos se batían en el Cáucaso. Al Lord del Almirantazgo británico Winston Churchill se le ocurrió la brillante idea de rematar la faena con un desembarco anfibio en la península de Galípoli, para tener una vía de acceso rápida hacia Constantinopla y a la vez abrir una línea logística por el Mar Negro hacia sus aliados rusos del Cáucaso. Pero esta aventura fue el mayor fiasco militar británico de toda la guerra, una verdadera carnicería de 211.000 bajas (44.000 muertos) para el bando aliado. La campaña de Galípoli duraría desde abril de 1915 a enero de 1916.Los otomanos, habían sido liderados por un tal Mustafá Kemal, quien se convertiría luego en el padre de la Turquía moderna.
Ante ese fracaso abismal, los británicos acudieron a la inestimable ayuda local. Gracias a la pericia de la inteligencia británica (es célebre la correspondencia con el alto comisionado Henry McMahon), el jerife de Hiyaz, el hachemita 2 3 Hussein ibn Ali, protector de los santos lugares (La Meca y Medina), se rebeló en junio de 1916 a cambio de la promesa de Londres de que dirigiría un Califato Árabe del Islam que abarcaría el territorio comprendido entre Egipto y Persia, con la excepción de las posesiones imperiales e intereses en Kuwait, Adén y la costa de Siria. La Revuelta Árabe fue vital para el triunfo británico y la derrota otomana. Thomas Edward Lawrence, o Lawrence de Arabia, desempeñó un notable papel como enlace de la Corona durante dicha rebelión.
Para el 3 de octubre de 1918, el emir Fáisal, hijo de Hussein ibn Ali, ingresó con sus tropas árabes en Damasco, dando el golpe de gracia a las tropas otomanas.
No obstante sus triunfos, la creación del Estado árabe, que era el objetivo de la Revuelta capitaneada por Fáisal y orquestada por su padre, el jerife Hussein, se topó con algunos inconvenientes “prácticos”, como el nunca admitido Acuerdo Sykes-Picot de 1916 (que era secreto hasta que fue divulgados por los bolcheviques, dado que los rusos también estaban originalmente implicados), la Declaración Balfour de 1917 y las pretensiones francesas sobre Siria y Líbano, oficializadas en el Acuerdo Franco-Británico de 1919. Evidentemente, esos acuerdos entre potencias europeas echaban por tierra las pretensiones “desmedidas” de los líderes árabes.
Hagamos una leve pincelada por cada uno de ellos:
- El Acuerdo Sykes-Picot fue firmado el 23 de mayo de 1916 en total secreto [¡después dicen que no existen las conspiraciones!] por el representante británico Mark Sykes y el diplomático francés François Georges-Picot para definir las esferas de influencia de sus países en Oriente Próximo ante el advenimiento de la derrota otomana. Un representante del zar, Serguéi Sazónov, fue parte también. A Rusia se le había prometido los Estrechos Turcos, Constantinopla, Armenia y Kurdistán. Reino Unido, ya interesada en el negocio petrolífero, se quedaba con la línea costera mediterránea hasta el Río Jordán, Jordania, sur de Irak —una nación creada por los británicos—, y los puertos de Haifa y Acre. Francia se haría acreedora del sureste turco, el norte de Irak, Siria y Líbano. Rusia finalmente no bebería de las mieles coloniales porque triunfó en octubre de 1917 la Revolución Bolchevique y justamente serían ellos quienes descubrirían y denunciarían el “pacto capitalista”. Por supuesto, este pacto NO INCLUÍA el reconocimiento de la independencia árabe. Como premio consuelo, le dieron a Fáisal el “reino de Irak”… que manejaban tras bambalinas los británicos.
- La Declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917 fue una manifestación pública del gobierno británico durante la Primera Guerra Mundial, para anunciar su apoyo al establecimiento de un «hogar nacional» para el pueblo judío en la región de Palestina, que en ese entonces formaba parte del Imperio otomano. La declaración fue firmada por el ministro de Relaciones Exteriores británico Arthur James Balfour, dirigida al banquero del Reino, barón Lionel Walter Rothschild, quien tenía lazos con la Organización Sionista Mundial creada por Theodor Herlz. Al terminar la guerra, los británicos dieron apoyo a las muy minoritarias poblaciones judías de Palestina en vez de las mayoritarias árabes, que habían luchado a su favor. Esto fue visto por los árabes como una traición y generó decenas de revueltas por todo Medio Oriente, que fueron brutalmente reprimidas. La Declaración Balfour sería un elemento fundamental para la creación en 1948 del Estado de Israel por parte de Naciones Unidas.
- El Acuerdo Franco-Británico de 1919 fue firmado en París el 28 de junio de 1919, el mismo día que el Tratado de Versalles. Como parte del proceso de rapiña de los vencidos, se reorganizaron las colonias y los territorios del (fenecido) Imperio Otomano. Así surgieron los Mandatos de la Sociedad de Naciones para gobernar las antiguas posesiones otomanas. De estos acuerdos surgiría el más elaborado Tratado de Sèvres, suscripto el 10 de agosto de 1920, que también cercenaba el actual territorio turco.
Es importante señalar que del último acuerdo [Sèvres] surgieron:
- El Mandato Francés de Siria y Líbano.
- El Mandato británico de Mesopotamia (luego Reino de Irak).
- El Mandato Británico de Palestina (más tarde, Palestina y Emirato de Transjordania). Palestina terminó siendo a partir de 1948 el hogar nacional judío prometido en la Declaración Balfour y territorios árabes que nunca conformaron un estado cohesionado. El Emirato se convertiría en el Reino Hachemita de Jordania.
- Los territorios otomanos en la península arábiga se convirtieron en el Reino de Hiyaz, donde nació la Revuelta Árabe. Pero éste fue anexado por el Emirato de Néyed, liderado por la wahabita Casa Saúd. De esa fusión surgiría la moderna Arabia Saudita.
- El Reino del Yemen.
Este brutal proceso de colonización y rapiña por parte de las potencias europeas triunfantes en la Primera Guerra Mundial (Reino Unido y Francia) —hecho que no podría ser torcido por la Segunda—, produjo desde aquel entonces algunas fisuras geotectónicas que pueden rastrearse en este presente caótico. A saber:
- La designación, en un territorio abrumadoramente poblado por la etnia árabe, de una nación judía conformada fundamentalmente por oleadas inmigratorias masivas. Este hecho, que se consumaría en 1948 por la recientemente creada Naciones Unidas, tenía su antecedente en 1917. Sin duda pesó también en la decisión los horribles crímenes perpetrados en el Holocausto. Israel nacería como el último coletazo colonialista europeo dentro de un incipiente proceso de descolonización global. Esos colonos que buscaban la Tierra Prometida (Sión) actuaron bajo un frenesí religioso-nacionalista y pronto se dedicaron a expulsar y tomar por la fuerza territorios no asignados legalmente.
2. El colosal Imperio Otomano, que llegó a extenderse por los Balcanes, Cáucaso, norte de África, todo el Oriente Próximo, Mesopotamia, zonas de Asia Central y Península Arábiga, fue disuelto por el Tratado de Sèvres (1920) y repartido deshonrosamente, dando origen a nuevos reinos, Mandatos o directamente, sumándose vía anexión a las potencias triunfantes. El caos reinante posterior a la guerra hizo que Mustafá Kemal (Atatürk, el comandante de Galípoli) lidere el Movimiento Nacional Turco, rebelándose ante el leonino Tratado de Sèvres. Esto desembocaría en la Kurtuluş Savaşı o «Guerra de Liberación». El éxito militar de Kemal condujo al establecimiento de la República de Turquía, de la cual fue su primer presidente. El Tratado de Lausana, firmado en julio de 1923, consolidó la independencia y fronteras del moderno estado turco. No obstante, siempre quedó un enorme resquemor por el saqueo nacional. La actual dirigencia en cabeza de Recep Tayyip Erdoğan, y muchas facciones nacionalistas, creen que Turquía está suficientemente madura para reiniciar ya mismo un camino de esplendor que la retorne a sus glorias pasadas.
3. La Revuelta Árabe de 1916, nacida desde los mismos lugares sagrados del Islam, imprimió en dicha etnia un sentimiento de nación integral, con autopercepción religiosa y cultural homogénea —sensación que no fue real—, que quedó ahogada por la “traición” británica, quien no solamente había hecho promesas superpuestas a los sionistas judíos europeos sino que había acordado secretamente una partición de los territorios con su aliado francés. La conformación de un Califato unificado nunca estuvo en los planes verdaderos de la Realiza británica, sino la manipulación árabe para su objetivos estratégicos de desbancar a un enemigo superior al que no podía haber vencido en solitario (lección aprendida en Galípoli). Ese sentimiento de unificación quedó latente en muchos nacionalistas árabes, amalgamados en la noción islámica. Subsistió, durante muchos años, en el panarabismo laico inspirado en los movimientos socialistas-árabes, como el Nasserismo o el Partido Baaz. Pero también sobrevivió con el ideario original: la Hermandad Musulmana, nacida en Egipto, tenía un claro objetivo de organización islamista social basada en el Corán y la Sunna como el “único punto de referencia para ordenar la vida de la familia musulmana, el individuo, la comunidad y el Estado”. Dicho esquema se persigue a través de la formación de califatos islámicos unificados. En cuanto a la original Revuelta Árabe con destino a un Califato Unificado, terminó con “premios menores” para los hachemitas: el Reino de Irak (ocupado por Fáisal) y Jordania (ocupado por Abdalá I, otro de los hijos de Hussein). Otras dinastías árabes, como la wahabita 4 Casa Saúd, terminó instalándose en casi toda la Península Arábiga (fagocitándose al reino hachemita de Hiyaz, donde comenzó todo…). Esto daba una pauta del resquebrajamiento del arabismo y la imposibilidad fáctica de una unificación (sin entrar a indagar en el cisma del Islam por la herencia de Mahoma, que dio origen a sunitas y chiitas, lo que también provocó una división cultural y política).
4. Por último, las potencias occidentales. Ayer fueron Reino Unido y Francia. Hoy también, por supuesto. Pero su lugar es detrás, como escoltas de la superpotencia estadounidense. Si algo cambió la Segunda Guerra Mundial fue justamente eso. El impulso de una superpotencia americana y el ocaso de los viejos imperios colonizadores europeos. Desde mi humilde entender existen tres grandes episodios del desembarco estadounidense en Medio Oriente: (A) El temprano Pacto del USS Quincy del 14 de febrero de 1945, entreel presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, y el rey de Arabia Saudita, Abdulaziz bin Saud, por el cual Estados Unidos se comprometía a proteger el reino a cambio de su petróleo; (B) La Crisis de Suez de 1956, que propició la intervención estadounidense contra los intereses anglofranceses, dejando en claro que éstas eran potencias de segundo orden y (C) La Operación Nickel Grass de abastecimiento de armas a Israel durante la Guerra del Yom Kippur de 1973, que convertiría a Israel definitivamente en un gendarme americano.
Ahora volvamos a la actualidad en esa encrucijada que se ha convertido Siria. Todos acuden a “pisar tierra” para fijar posición, desesperadamente. Y los que parecen estar de salida —como rusos e iraníes—, siguen rondando como sombras en un escenario que es tan variopinto como poroso.
Una característica parece estar imponiéndose: la del irrespeto por las soberanías nacionales surgidas de los procesos de descolonización (las Repúblicas Árabes). Pero también, la omnipresencia de las ansias de anexiones con alusiones al pasado de preguerras (como el caso turco) o por promesas divinas incluidas a las Escrituras (como el israelí), las ocupaciones ilegales e ilegítimas con “fines humanitarios” y los apoyos a facciones locales (como el estadounidense), y la (probablemente falaz) estimulación a la formación de “Califatos”. Así las cosas, pareciera que una ola de colonizaciones encubiertas o de veladas expansiones “imperiales” está en pleno desarrollo, un proceso absolutamente inverso al de la formación de los Estados-nación, los panarabismos y la generación de nuevas identidad nacionales como el que se diera con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial.
Claro, los métodos se sofistican, se metamorfosean, pero las mañas no se pierden.
Un hecho revelador y muy simbólico es el cambio de insignia nacional siria: la bandera siria portaba los colores del panarabismo (rojo, blanco y negro) y las dos estrellas verdes representaban, en inicio, a Siria y Egipto, en el marco de la República Árabe Unida (país que existió brevemente entre 1958 y 1961). La (reincorporada) bandera rebelde, por el contrario, es la vieja bandera del mandato colonial francés, aun cuando la quieran vender como la de la independencia. Se incorporan tres estrellas rojas, que representarían las gobernaciones administrativo-coloniales de Damasco, Alepo y Latakia, productos del Acuerdo Sykes-Picot. El cambio de la franja roja por una verde es, por supuesto, la impronta islámica.
A propósito de ello, la “nueva” insignia viene acompañada por una blanca con la shahada inscripta en negro, lo que nos confirma el régimen islamista —el abandono de la idea multiconfesional típica de las repúblicas, por la homogeneidad radical típica de los califatos—, que está forjándose en Siria, aun cuando existen exégetas del nuevo régimen que insisten con el cuento de la tolerancia religiosa.
La cuestión es que la caída de «viejo régimen» pareciera ser un factor lo suficientemente justificativo para la rapiña, tanto vecinal como ultramarina. Todos intervienen a su modo, mientras se busca la apariencia de gobernabilidad y se finge el interés por los locales, incluyendo, como señalé, el respeto por la diversidad étnica y religiosa. Será por eso que Serguéi Lavrov ha insistido en la aplicación de la Resolución 2254 de la ONU de 2015 (o sea, en el vigor y vigencia del Derecho Internacional) que ratifica que el futuro de Siria pertenece únicamente a los sirios y que no podrá alterarse la integridad territorial.
Sin embargo, ya nadie duda que Ankara —que va disimuladamente por el restablecimiento del Imperio Otomano— y Tel Aviv —que persigue indisimuladamente su proyecto “bíblico” del Gran Israel—, bregan por la dominancia total en la región.
Puede que estas potencias regionales tengan un acuerdo tácito de coexistencia, pero lo cierto es que sus agendas “imperiales” chocan como trenes de frente y que hasta ahora la presencia del estado-tapón sirio los posicionaba en veredas equidistantes, a distancia segura. Nunca antes habían estado cara a cara, tan cercanos, como se encuentran ahora en territorio sirio. Los problemas de convivencia podrían estallar de un momento a otro.
Por supuesto, existe una superpotencia transversal que los contiene. Muy obviamente, se trata de Estados Unidos de América. La fortaleza estadounidense no es un asunto para tomar a la ligera. No solamente mantiene sobre (y debajo) de esas cálidas aguas a la omnipresente VI Flota, sino que ha posicionado en y alrededor de Siria gran cantidad de bases adelantadas permanentes (ciertamente ilegales cuando hablamos del “en”, lo que delata su hipocresía discursiva cuando señalan la “invasión ilegal rusa de Ucrania”).
Su servidor, Reino Unido, no necesita bases tan abrumadoramente cercanas. Ya tiene sus territorios soberanos (sí, soberanos, no sujetos a discusión) en Akrotiri y Dekelia, en la zona central de la isla de Chipre, donde por supuesto, también han montado bases militares.
Con más o menos simpatías mutuas, los cuatro —Turquía, Israel, Estados Unidos y Reino Unido—, son parte del «club OTAN»; esa apisonadora de nacionalismos que bajo la excusa solidaria impone finalmente la hoja de ruta anglosajona. En el mundo antiguo, «todos los caminos llevaban a Roma». Ahora todos llevan a la Nueva Roma con sede en Bruselas. Algunos podrán decirme que Israel, como hasta hace poco el Reino de Suecia, formalmente no es miembro de la Alianza, pero está asimilado políticamente a la Alianza —sus élites están entremezcladas y dominadas por la misma ideología—, y mantiene una absoluta complementariedad militar.
De modo tal, que existirán diferencias de forma, jamás de fondo, y cualquier desavenencia puede ser hipotéticamente saldada de manera civilizada. Aunque tratándose de estos cuatro actores, que no son lo que se dice “un ejemplo del respeto por la palabra”, nunca se sabe…
Es evidente el papel central que tomó Turquía en el derrocamiento de Bashar al-Assad, como una revancha del pasado. Al igual que durante gran parte de la «Guerra Civil Siria», Ankara fue el facilitador del entrenamiento y abastecimiento de los yihadistas de Hayat Tahrir al-Sham y sus aliados menores del Frente de Liberación Nacional, rol que no podrían haber desempeñado sin la anuencia de la Anglosfera o de percibirlo Israel como una amenaza a su seguridad nacional. Es evidente que para el eje anglosionista tener un estado de ideología extremista islámica que pretende (en teoría) un Califato NO ES de ninguna manera un evento indeseable (ni nunca lo fue…la Doctrina Rumsfeld-Cebrowski proyectaba un Sunnistán en Siria a principios de la década del 2000).
No es de extrañar: la supervivencia de una República panarabista de características nasseristas (como lo era, al menos desde el diseño original, el Irak de Saddam Hussein, la Libia de Muammar Gadafi o la Siria de los Assad) alteraba el esquema de poder occidental en la zona. Ellas nacieron como un producto de la descolonización contra los imperios occidentales francés y británico, y hoy yacen en la Historia porque estamos entrando en una (camaleónica) fase de re-colonización, eso sí, acorde a los tiempos, subsidiaria.
Si hilamos fino, hasta el propio Estado de Israel fundado en 1948 nació dentro de un esquema de re-colonización: primero, porque la Declaración Balfour prometía a los judíos europeos la colonización palestina en los antiguos territorios de los Reinos de Judea y e Israel (“Sión”, para Theodor Herlz); segundo, porque el país se creó por diseño en Naciones Unidas por decisión de los vencedores de la Segunda Guerra (incluyendo a la URSS); tercero, porque prácticamente toda la nación israelí se ha nutrido de la inmigración europea (contando a Rusia y “Jazaria”, de donde proviene su clase dirigente, judíos de origen túrquico) y el corrimiento de las poblaciones árabes locales.
Así, Israel se creó como unanación étnicamente europea, artificialmente instalada bajo movimientos migratorios compulsivos y masivos, monolíticamente amalgamada gracias a las creencias religiosas (judaísmo) y políticamente estructurada bajo el «movimiento de liberación nacional» de derechas (sionismo)…. todo ello… en el territorio estratégico del Levante, que como una cabecera de playa impedía una unificación árabe y expandía política y culturalmente el poder “occidental” hacia las “Tierras del Islam”, enlazando Europa con el subcontinente indio.
Este gen colonizador israelí subsiste en el impulso por establecer “colonias judías” en los territorios usurpados. Esto ya es una política oficializada. ¡De hecho, ya se habla descaradamente de instalar colonias judías en el sur de Siria! (En la nueva zona de seguridad que asegura la vieja zona de seguridad de los Altos del Golán… lo cual parece un chiste pero no lo es)
Este proceso de re-colonización ya no tiene como objetivo, como a principios de siglo, el desmantelamiento del Imperio Otomano y el apoderamiento del más importante corredor de Asia Occidental (el que asegura el comercio entre Europa con Asia Central y el Extremo Oriente). Esta vez lo que subyace es la desinstalación del Arco Chiíta 5, que abarca (¿o abarcaba?), como una suave parábola, Irán, el sur de Irak, Siria y el sur del Líbano; la creación estratégica que le permitía a Irán acariciar el Mediterráneo y desafiar tanto al eje Washington-Londres-Tel Avivcomo al proyecto otomanista turco.
Sumémosle a esa planificación geoestratégica de Teherán, la piedra en el zapato que representó la llegada al Levante de Rusia, con su inédito apoyo político al gobierno baazista, con el cual no tenía grandes simpatías ideológicas, y el establecimiento de guarniciones militares en Latakia y Tartús, las cuáles tomaron carácter permanente, justamente, a instancias del revés que significó el Euromaidán en Ucrania y la posible alianza “terrorista” ucraniano-caucásica (que finalmente llegó… ahora)
Desde 2015, rusos e iraníes se habían convertido en los “peces indeseables” del estuario levantino; básicamente, porque se trataba de poderes que podían desafiar la influencia de las potencias occidentales y sus gendarmes (Israel y Turquía), llevando consigo un rasgo ontogenético antiimperialista.
En tal sentido, no es para nada descabellado afirmar que Siria se convirtió en un verdadero campo de batalla entre soberanismos y anti-imperialismos contra potencias inherentemente imperiales y colonialistas, como en los viejos tiempos (¿O en verdad esa dialéctica es incesante y perpetua?).
Si el imperialismo es la fase superior del capitalismo (como afirmaría Lenin) y si detrás de esta guerra que llevó 13 años y se decantó en 13 días existen multimillonarios intereses económicos que tienen que ver con el control de los corredores comerciales, los gasoductos y oleoductos, los puertos marítimos, la industria bélica y la utilización de recursos naturales (como el agua), entonces evidentemente estamos en presencia de un botín preciado, que se hace aún más preciado cuando le es quitado a un bloque competidor organizado.
Porque aquí no estamos hablando de Irán y de Rusia como entidades singulares, sino de socios del BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái. Y además, allí está China, potencia que logró que Damasco, en enero de 2022, ingresara a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. La problemática debe verse como una Big Picture.
Esto aceleró el reloj de arena occidental, que consciente de sus limitaciones prácticas para operar en ese terreno, debió articular movimientos con agentes locales, como la Hermandad Musulmana, largando riendas a Israel y Turquía. Como ayer Londres manipuló la Rebelión Árabe para hundir al Imperio Otomano, ahora Occidente, a través de su agente turco (y su socio qatarí), más la ayuda inestimable de los servicios secretos de Israel, manipularon al Islam político, siempre predispuesto a los “negocios”.
Por supuesto, no pueden ser casuales ninguna de estas medidas tomadas por Occidente:
- El 5 de diciembre, Estados Unidos reanuda en el Consejo de Seguridad de la ONU, sus acusaciones sobre el supuesto uso de armas químicas por parte del gobierno sirio (un viejo refrito).
- El 6 de diciembre, el Consejo de Seguridad de la ONU adopta la Resolución 2761, cuyo texto autoriza a no tener en cuenta las sanciones impuestas a los yihadistas cuando se realicen “operaciones humanitarias”. Ese mismo día, Abu Mohammed al-Jolani, vestido à la Zelenski da una nota por CNN. También ese mismo día se lanza la “campaña del Captagón”, afirmándose que Siria era un narco-Estado.
- El 7 de diciembre, Hayat Tahrir al-Sham y Turquía liberan la cárcel de Sednaya, «el matadero humano» de Bashar. Justamente también está CNN. La “periodista” Clarissa Ward muestra un prisionero político liberado… que resultó ser un Mohammad Salama, un oficial de la Fuerza Aérea preso por extorsión y robo en Homs.
- El 8 de diciembre, al-Jolani, emir de Hayat Tahrir al-Sham, ex combatiente de al-Qaeda y N° 2 en la jerarquía del Emirato Islámico, toma el poder en Damasco. Hace un discurso en la Gran Mezquita de los Omeyas muy similar al que el califa de ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi, había pronunciado en 2019 en la Gran Mezquita al-Nuri, en la ciudad iraquí de Mosul. Ese mismo día, las Fuerzas Armadas Israelíes bombardean todo el material de guerra y las fortificaciones del Ejército Árabe Sirio, y hunden su Armada.
- El 9 de diciembre, Joe Biden decidió levantar las sanciones económicas que ahogaban la economía de Siria.
- El 10 de diciembre, Mohammed al-Bashir, conocido miembro de la Hermandad Musulmana y “gobernador” de Idlib, es nombrado Primer Ministro.
- El 21 de diciembre, para terminar con las incongruencias, el Departamento de Justicia retira la recompensa de 10 millones de dólares que pendía sobre la cabeza de Al-Jolani.
Evidentemente las campañas sobre ataques químicos, cárceles con cámaras de tortura y fábricas de drogas es una forma de demonizar al gobierno saliente y alivianar los crímenes atroces del entrante.
¿Y que con la conveniente Reunión de Astaná en Doha los días 6 y 7 de diciembre? Cientos de especulaciones fueron lanzadas, pero solo pueden hablar los hechos: los iraníes fueron evacuados, los rusos se quedaron en sus bases y no fueron atacados (y exiliaron a Bashar al-Assad hacia Moscú), los turcos (a través de su proxy) obtuvieron la victoria. Todo ello civilizadamente y sin romper relaciones. Raro… como mínimo.
Capítulo aparte para Abu Mohamed al-Golani, cuyo verdadero nombre es Ahmed Hussein al-Charaa. Nacido en Riad en 1982, fue lugarteniente del egipcio Ayman Mohammed Rabie az-Zawahiri (líder de al-Qaeda) para luego unirse en 2006 al Estado Islámico de Irak, para convertirse en la mano derecha de Abu Bakr al-Baghdadi. Como tal, fue enviado en 2012 a Siria donde creó el Frente Al-Nusra en abril de 2013, que fue la base del movimiento triunfante Hayat Tahrir al-Sham. Por su atroz palmarés de asesinatos, decapitaciones, secuestros y atrocidades variadas fue puesto en la lista de terroristas más buscados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos y está enlistado como tal también en Reino Unido y la Unión Europea… pero parece que ha pasado a ser moderado repentinamente.
¿Saben quienes persisten en la lista de terroristas sin la más mínima posibilidad de revisión? La República de Cuba. Completa, sin excepciones, a pesar de que no hay en su historia ni un solo atentado terrorista. De hecho, el presidente Miguel Díaz-Canel marchó hacia la embajada estadounidense para que levanten definitivamente el criminal bloqueo comercial contra la isla.
Por otra parte, mientras Israel bombardea a placer y usurpa ilegalmente territorio, y Turquía —y a través de ella, Estados Unidos y Reino Unido—, lanzan las hordas yihadistas a realizar limpiezas étnicas contra alauitas, drusos y cristianos, con el silencio cómplice de la colmena mediática internacional, el nuevo Gobernador de Damasco, cuyo gobernación ha sido directamente usurpada por las fuerzas hebreas, afirma que “Nuestro problema no es con Israel”. Ni Orwell se animó a tanto…
Así las cosas, el “nuevo” gobierno sirio, liderado por un saudí islamista (como un tal Osama bin Laden) con un currículum criminal y abyecto, que es fuerte con los débiles y débil con los fuertes, y como tal, se dedica a masacrar a las minorías de la ex multiconfesional Siria, pero se viste a la moda occidental para recibir a sus patrocinantes británicos, no es más que un nuevo proxy —como el impresentable gobierno banderista de Zelenski— de la tríada Washington-Londres-Tel Aviv. Es verdad que Turquía juega un rol muy importante, como apoyatura. Pero puede que Ankara se encuentre con una sorpresa a futuro cuando intente mostrar signos de autonomía decisoria y vaya por la eliminación de los kurdos, protegidos por Estados Unidos e Israel.
Aquí entraría entonces la cuestión de las bases rusas en Siria. ¿Por qué los rusos, en clara desventaja táctica, no fueron ya eyectados de allí? ¿Acaso no es un requisito anglo-estadounidense para dominar a sus anchas el Mediterráneo Occidental? ¿Incluso acaso no verían con agrado los israelíes la eliminación de la única fuerza aérea, por calidad de medios y cuadros, que podría oponérseles de igual a igual?
Mucho se habla de la retirada rusa hacia bases en Argelia o Libia. Claramente serían más lejanas y “abiertas”, que dificultarían enormemente la logística, perdiendo adherencia al teatro del Mar Negro. Pero a la vez implican una mayor dominancia de todo el espectro marítimo mediterráneo.
Creo que (por ahora) Latakia y Tartús estarán a salvo. Y me juego que existe allí algún tipo de acuerdo secreto entre Turquía y Rusia. Si Turquía pretende la eliminación o turquificación de los kurdos, pero Israel y Estados Unidos lo impiden incluso por la fuerza (esos territorios encima albergan los pozos petrolíferos sirios expoliados vergonzosamente por Washington), entonces la presencia rusa será bienvenida por Ankara, en tanto y en cuanto no jueguen en la política interna siria. No debemos olvidar que Rusia toleró las operaciones turcas en territorio sirio para eliminar la consolidación de los espacios kurdos en su frontera, denunciando a la vez la “manipulación” estadounidense. Y hasta hicieron patrullajes conjuntos. Dejar el quiste ruso en las asentaderas de Occidente podría no ser una mala estrategia en un probable escenario dominado por los sionistas (tanto de Washington como de Tel Aviv), y marcaría de alguna manera el tono del carácter turco y de Erdoğan en particular, en esode complacer siempre a medias al poderoso. Ahora bien… El problema que podría suscitársele a Turquía es si el gobierno sirio se decanta por Israel y Estados Unidos y la traiciona; lo cual es fácilmente imaginable.
A propósito de traiciones… muchos se preguntan por qué las tropas de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) solicitaron una pronta evacuación, a la cual incluso contribuyeron los rusos, y se negaron a combatir.
Al parecer no se debió a que las mismísimas tropas sirias no prestaran apoyo y fuesen más proclives a rendirse que a luchar. No solamente. Ahora queda claro que los mandos sirios —¡y los servicios de inteligencia!—, no estaban demasiado felices con la incidencia iraní y vendieron informes al Mossad para que la Heyl Ha Avir cayera sobre sus cabezas con certera puntería. En definitiva, los iraníes prefirieron preservarse porque sabían que habían sido infiltrados y vendidos por su supuesto aliado.
Ahora cobra mayor sentido el ataque israelí del 1 de abril de 2024 sobre el consulado de Irán en Damasco, en el cual murieron justamente ocho importantes oficiales de la Fuerza Quds de los CGRI, incluyendo al general de brigada Mohammad Reza Zahedi, mano derecha del Líder Supremo Alí Jamenei, tras la muerte de Qasem Soleimani.
Pero habría que preguntarse también… ¿es el gobierno iraní 100% leal a la causa revolucionaria? Miren esta escena vista en El Cairo (Egipto) el 19 de diciembre, a poco de haber caído el gobierno de Assad (con el evidente traspié iraní), en la Cumbre D-8 [Developing Eight]
Por supuesto, no sabemos que palabras han cruzado los mandatarios, pero parece extraño el gesto del presidente iraní Massoud Pezeshkian, con una tibia sonrisa, reverenciando con su cabeza hacia adelante (dos veces) y llevando su mano al pecho, como manifestándole respeto a un Erdoğan que hasta parece consolarlo. (Nótese detrás al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, un gran domesticado de Occidente).
Hace un tiempo sostuve en mis declaraciones de Facebook que el gobierno electo iraní tenía mucho más una agenda de normalización económica con Occidente que una senda revolucionaria contrahegemónica. ¿Acaso el conveniente accidente de helicóptero que se llevó las vidas de Ebrahim Raisi y Hossein Amir-Abdollahian dio paso a una nueva generación más tendiente al apaciguamiento? (El ministro de Exteriores, Mohamed Javad Zarif, es un colaborador de Foreign Affairs, manejada por el CFR, y The Economist, de los Rothschild… ¿Acaso la dirigencia iraní va hacia una Perestroika? ¿Saben cómo terminó esa aventura soviética?)
Sintetizando…
Siria ha desaparecido como entidad política independiente y se ha convertido en un auténtico protectorado (un Mandato según la Sociedad de Naciones, una Administración Colonial, según el Imperio Británico) con un gobierno ilegítimo, no elegido (¡pero que es elegible para los cultores de la democracia!), que se impuso por la fuerza bruta y gracias al inconmensurable apoyo de tres entidades matrioshkas (Turquía, como bandera de la Hermandad Musulmana, Israel, como bandera del sionismo internacional y la Anglosfera, representativa del Occidente Colectivo pos-cristiano y transhumano).
El proceso de descolonización que alguna vez tuviera la zona, con repúblicas multiconfesionales y bajo la unidad panarabista, está sufriendo un contra-proceso de auténtica re-colonización aunque, adaptada a los tiempos que corren y como no podía ser de otra manera, subsidiaria (proxy).
La fachada es un gobierno sirio rebelde, cansado de los abusos y manejos de la Dinastía Alauita. Pero ese gobierno consta de una tropa de choque compuesta en su mayoría por uzbekos, uigures chinos, caucásicos, libios y tayikos. Ni siquiera la cara visible de Siria —Muhammad al-Jolani, que tuvo un proceso de blanqueamiento que sería la envidia de Colgate— está en cabeza de un sirio nativo, pues el mercenario es saudí.
El trabajo de Al-Qaeda (porque de eso se trata, para qué vamos a complejizar la cosa; son ellos y siempre fueron aliados de Occidente) es “convertir” a la ex Siria en un paraíso de negocios (una zona de libre mercado) para el capital israelo-estadounidense, europeo y de los reinos del Golfo. Es por ello que se “levantaron las sanciones”. Y es por ello también que Al Qaeda ahora deja atrás sus cátedras de fundamentalismo religioso y se muestra “amigable” con Israel, Occidente y Turquía, pero sin embargo las esgrime furiosamente cuando se trata de Irán, Rusia o los alauitas o cristianos que añoran el «régimen».
Es el momento de amasar fortunas. Y fortunas y crímenes, como diría Honoré de Balzac, van de la mano.
Esta guerra sectaria aplasta definitivamente la (siempre deseable, loable, pero nunca conseguible) unidad musulmana. ¿Se acuerdan cuando escribí esto el 5 de octubre? [Cómo la guerra intenta evitar una alianza musulmana transversal] Lo reafirmo: el gran peligro para el atlantismo y el anglosionismo siempre fue la articulación de una resistencia política unificada, libre del abismo sunita-chiita, o de los recelos regionales. Con la caída de Siria se ha logrado mucho más que abatir un gobierno antipático: se ha producido, por un lado, el derribo simbólico de una República panárabe, que luchó desde su conformación por el equilibrio de confesiones (en especial, contra la Hermandad Musulmana, que pretendía la homogeneización islámica); por el otro, se ha demostrado que la unión árabe es imposible mientras se alberguen elementos manipulables, al mejor postor, ególatras, vendibles o infiltrables. Sin unión ni ideales firmes no existe la fuerza. Y cuando ello no ocurre, como dijera José Hernández, “en cualquier tiempo que sea… los devoran los de afuera.”
(Por: Christian Cirilli/Tomado de su blog La Visión)
- Italia no participó inicialmente de la guerra porque argumentaba que la Triple Alianza era un “pacto defensivo” y Austria-Hungría había atacado Serbia. En realidad, Italia tenía diferendos territoriales con los austríacos y no quería luchar por ellos. Finalmente, Italia ingresó a la guerra… pero del lado británico. ↩︎
- Los hachemitas son miembros de una familia o dinastía de origen árabe que reclama descendencia directa del profeta Mahoma, específicamente a través de su hija Fátima y su primo y yerno, Ali ibn Abi Talib. Su nombre proviene de Hashim ibn Abd Manaf, un antepasado de Mahoma. Tradicionalmente, los hachemitas han tenido un papel destacado en el liderazgo de comunidades musulmanas y en la historia islámica. Ellos fueron quienes provocaron la Revuelta Árabe contra el Imperio Otomano, aliándose con los británicos. Actualmente subsisten en el Reino de Jordania. ↩︎
- La creciente centralización del Imperio Otomano, la prohibición progresiva del árabe en la enseñanza, las política de turquificación y asentamiento de colonos turcos en zonas árabes contribuyó decididamente a la Revuelta y el surgimiento de un panarabismo. Por si fuera poco, a partir de 1915, los turcos empezaron una política de exterminación de la minorías del Imperio (como los armenios) y los árabes eran conscientes que eran la minoría más numerosa… ↩︎
- Los wahabitas son los seguidores del wahabismo, un movimiento religioso islámico que se originó en el siglo XVIII en la Península Arábiga. Es una forma de islam sunita ultraconservador que busca purificar el islam eliminando innovaciones religiosas y prácticas que consideran desviaciones de la fe original. Fue fundada por el clérido Muhammad ibn Abd al-Wahhab (1703-1792), quien se alió con Muhammad bin Saud, un líder tribal, en 1744. Esta alianza estableció una relación simbiótica entre la ideología religiosa y el poder político. ↩︎
- En 2006, el equipo de Hachemi Rafsandjani, bajo el nombre de “Consejo de Inteligencia” redactó una directiva llamada “Las perspectivas de la República Islámica de Irán en los próximos 20 años” aprobada por el Guía Supremo. En líneas generales, en el documento se declara la voluntad de “convertirse en la primera potencia económica, científica y tecnológica de la región de Asia Suroccidental”, incluyendo Asia Central, el Cáucaso, Oriente Próximo y los países vecinos. Por supuesto, esa estrategia de búsqueda de la supremacía regional chocaba de frente con las ambiciones de Arabia Saudí, Israel y Turquía, exacerbando las rivalidades. ↩︎