No fui muchas veces al cine en 2024, para mí esa experiencia se reduce a una laptop conectada a un cable HDMI y una TV. Aún no había terminado la universidad cuando supe que Cerrar los Ojos, de Victor Erice, sería una de mis películas favoritas del año. Hubo muchas otras y a un cinéfilo nunca puede creérsele cuando habla de sus obras favoritas. Dicho concepto es una masa en constante cambio. En mi lista de “Mejores películas vistas de 2024” se podría incluir a Billy Wilder con sus Witness for the prosecution o The front page, la adelantada a su época The night of the hunter, de Charles Laughton, ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, de Pedro Almodóvar, o la divertidísima y negrísima Laura, de Otto Preminger.
Como es evidente, la experiencia del cinema puede ser tan distinta como personas haya en el mundo, y en este recopilatorio habrá nombres no solo de 2023, sino de varias décadas atrás. En Cuba no asistimos a muchos estrenos o festivales de cine con estrellas internacionales; aquí el celuloide lo vivimos en Arte 7, en La Película del Sábado, en Cine Deportivo, en Senderos del Oeste, en Cuadro a Cuadro, en las tandas de terror de madrugada, etcétera. Hay programas de los que conozco muy poco, porque ya no soy parte del público que asiste a ellos; lo que veo es aquello que compro en algún banco digital.
Mi primera película de este año fue Priscilla, de Sofia Coppola y hace exactamente cinco minutos atrás terminé Megalópolis, de Francis Ford Coppola. Esta coincidencia me divierte porque cierra un ciclo perfecto de filmes que han producido en mayor o menor medida un impacto en mi cosmovisión. La de Sofia destruye la fantasmagórica forma del rey del rock, Elvis Presley, y la reduce a la de un ser humano consumido por las drogas, la fama y la conservación a cualquier costo de su imagen. Está contada desde el punto de vista de su esposa, Priscilla Presley, interpretada por una actriz en ascenso: Cailee Spaeny, quien apareció en otras dos grandes historias, Civil war y Alien: Romulus.
Luego está Francis con su César sin poder, su Paul Atreides particular, su distópica visión de un hombre obsesionado con construir su utopía. Esta y Bardo, de Alejandro González Iñárritu, son primas hermanas. Incomprendidas desde que salieron, pero que a mí en lo personal me gustaron, no me encantaron, pero sí entendí qué querían transmitir. Coppola (padre) erige una película derrotada por la expectativa, la gente estaba esperando lo nuevo del director de The Godfather, The Conversation o Apocalypse Now, y en su lugar se encontraron con una película más. Encasillar el estilo de Francis Ford Coppola es imposible, ninguna de sus obras se parece a la anterior y lo que hace con la cámara es imposible de clasificar. Es un hombre que simplemente coge una cámara y hace arte con ella.
El oriente del mundo me dio muchas sorpresas. Descubrí al increíble japonés Hirokazu Kore-Eda con su maravillosa Monster, que es la devastadora y poética crónica de dos niños descubriéndose a sí mismos. Una heredera moderna de lo que haría Akira Kurosawa años atrás con Rashomon, donde la verdad es tan elusiva como un pez dorado dentro de aguas turbias. Acto seguido tuve que hacerme con toda la obra de Kore-Eda y de nuevo volvió a destruirme con Airdoll, esta última estrenada años atrás, y que habla sobre cómo es percibida la mujer en un país tradicionalmente misógino como Japón.
Aún no nos vamos del país del sol naciente, porque Wim Wenders filmó allí Perfect days, sobre la cual ya escribí un poco para la sección El Cinematógrafo. Con Wenders todo es distinto y la vida de un limpiador de baños japonés puede ser tan cinematográfica e inspiradora como lo nuevo de Martin Scorsese. La historia de un hombre que disfruta de la música de Lou Reed, la literatura y la naturaleza se convirtió en mi zona de confort, ¡al punto que llegué a imitar el estilo de vida de su protagonista! Una de las oraciones que recuerdo haberle dedicado fue la de “Esta es la película que yo necesitaba en determinado momento de mi vida”. Porque vivimos al límite, impacientes, queremos que todo se nos dé inmediatamente, queremos ser importantes, poderosos, magnánimos; y Wim Wenders nos dice que nada de eso importa. La calma es necesaria, el arte es necesario, trabajar es necesario, descansar es necesario, tener un día perfecto es necesario, y posible.
Luca Guadagnino también hizo lo suyo este año. Dentro de su producción están Queer —que aún no veo— y la catártica Challengers, la cual es un cóctel de sexo, sudor y tenis. Guadagnino explora con ahínco una de las zonas más invisibilizadas del ser humano dentro del séptimo arte: el deseo. No hay orientaciones sexuales en su cine, o explicaciones o represión. En cambio, todas las emociones son mostradas en un exceso que puede ser revolucionario, o cuando más atractivo. Los chicos de Call me by your Name, los de la serie We are who we are… hasta las brujas de Suspiria. Sus personajes son reales en su extravagancia y aún así más humanos que mucho del drama escrito en los últimos años. Su combinación de sentimientos y pulsiones sexuales explora las características más primitivas del ser humano, a la vez que narra un juego de tenis.
Por otro lado está Coralie Fargeat y su The Substance. Fue maravilloso cuando por fin la tuve en mi disco duro porque moría de ganas de hacer un maratón solo de terror con Alien: Romulus, Longlegs, MaXXXine, Late night with the Devil y esta. The substance es terror corporal político, con un mensaje bastante claro que expresar y no tiene miedo a hacerlo. La destrucción de la imagen corporal de la mujer y su uso como medio de entretenimiento y producto con fecha de caducidad. Su forma física reducida a un par de tetas y nalgas vendidas en televisión, cine, comerciales, anuncios, pornografía, publicidad, música, poesía, estilo de vida, etcétera. En mi opinión, esta cinta fue un gancho rotundo a la Barbie de Greta Gerwig.
Una de las cintas que demoré demasiado en ver, creo que se posó en mi televisor durante los primeros días de enero o febrero, fue May december, de Todd Haynes. Natalie Portman y Julianne Moore reencarnan a las chicas de Persona en esta maravilla del biopic contracultural. Portman se convierte en una actriz con la misión de convertirse en Moore; el resultado es casi una carta de protesta a Hollywood en su descarnado modus operandi de revivir estrellas del pasado y resumir sus vidas en apenas dos horas en un intento de revitalizar su taquilla.
Otra muestra alejada totalmente de Hollywood fue The zone of interest, de Jonathan Glazer, quien, con su reality show de una familia nazi que vive justo al lado de Auschwitz, consiguió helarme la sangre sin mostrar un solo asesinato. La crudeza con que vive esta familia y su ignorancia hacia la perpetración de un crimen que ocurre delante de sus narices la convierte en un terrorífico ejemplo de cuán atroz puede ser la especie humana.
La Chimera es hacer un poco de trampa, porque viene de la mano de una directora que recién descubro, pero aparece Josh O´Connor, uno de mis actores favoritos de los últimos años. En ella la muerte y el amor se fusionan para hablar largo y tendido y con realismo mágico sobre las incidencias de la muerte, la pérdida de la figura amada y la eutanasia. Se construyó con vestigios de Indiana Jones y las charlas mortuorias del cine negro donde los fantasmas son el eje central de la historia.
El 2024 va a terminar y existen muchas películas que no he visto, porque simplemente no llegan a nuestro país. Tenemos que esperar a que se incluyan en algún canal de streaming y la magia de la piratería nos la pueda proveer. En tales casos están Anora, de Sean Baker, quien empezó su carrera filmando con IPhone; The room next door, primera película en inglés de Pedro Almodóvar y protagonizada por las nuevas musas de Pedro, Tilda Swinton y Julianne Moore. Emilia Pérez es otra que está en mi radar, adorada por críticos de todo el mundo y criticada por amigos que tengo tanto aquí como en el otro lado del charco. Clint Eastwood también estrenó negativo, Jury number 2; Babygirl, con Nicole Kidman; A real pain, donde protagonizan Kieran Culkin y Jesse Eisenberg; DiDi, de Sean Wang; The Brutalist, con sus casi cuatro horas de metraje, y Cónclave.
La conclusión de este listado casi tramposo, con nombres que no son exactamente de estrenos de 2024 es mi pretexto para hablar de cuán íntimo puede ser ver cine en Cuba en pleno siglo XXI. Lo que yo vi ayer no es necesariamente lo mismo que tú viste ayer. No compartimos una visión macro de lo que hay en cartelera, porque simplemente no existe una. Mi última recomendación es Cerrar los ojos, de Victor Erice. Siempre que hablo de ella no dejo de decir que estuve llorando 10 minutos cuando terminó. En una época donde nos bombardean con que la ficción no debería ser un lugar para todos, un lugar donde uno puede sentirse identificado, aparece Erice con una cámara a su lado, como si fuera un arma de destrucción masiva y dice “Puras sandeces, el cine no tiene forma, es libre, gratis y pueden entrar los que quieran”.
Dos hombres han perdido su identidad y la encuentran, casi a la vez, viendo una película.