Para que no nos roben la tranquilidad. Fotos: de la autora
Quizá pase mucho tiempo para que a Mercedes Villena Tamayo se le olvide la noche del pasado 18 de agosto. La joven, quien trabaja como animadora en el polo turístico de Varadero, se levantó como todas las mañanas y bajó apresuradamente a su garaje para sacar su bicimoto, un medio para ella imprescindible.
“Me di cuenta de que habían forzado el candado y abierto la puerta, se habían llevado mi bicimoto. Los vecinos escucharon ruidos en la madrugada y vieron cómo, aprovechando la oscuridad, se alejaron dos personas hasta la esquina, donde se encontraron con una moto que los esperaba”, comenta Villena Tamayo.
Enseguida hizo la denuncia a la policía. Durante casi dos horas los oficiales estuvieron allí haciendo preguntas, levantando huellas, buscando cualquier pista que los condujera a los infractores. Mas, la muchacha de 25 años sabía que era muy poco probable que recuperara su bien. “En Matanzas hay muchas iguales, a veces las desarman, les cambian el color, las venden, las desaparecen… Por eso, casi no lo podía creer cuando me llamaron del Ministerio del Interior para que fuera a reconocerla. La habían pintado, le quitaron el chucho, tenía que encenderla pegando unos cables, pero al menos la recuperé”, confiesa.
Similar situación de desasosiego vivió el especialista en Imagenología Yohasver Cordero Almeida, cuando con un modus operandi muy parecido, a la una y media de la madrugada del 26 de septiembre, dos personas extrajeron del interior de su vivienda su moto, la cual había adquirido tan solo unos meses antes.
“Las cámaras del vecino de la otra cuadra los captaron cuando se alejaban, y pudimos darle el material a la policía. Gracias a la labor que hicieron apareció, desarmada en partes y piezas, le habían quitado muchas cosas, incluida la pintura, con pulidora. Casi tuve que armarla desde cero y desembolsar una gran suma para poder usarla”.
Lamentablemente, no todos los hechos de este tipo tienen el mismo final. Mientras están los que nunca llegan a saber qué fue de su bien robado, a otros puede costarles lesiones.
Dayron Medina Díaz es una de las víctimas de un segundo robo con fuerza, en el que sustrajeron su motorina. “Los ladrones también tenían su pertrecho, con loque podían golpear y matar ante la posibilidad de que alguien en la casa despertara, lo dejaron en la misma escena. Estos robos siguen tomando fuerza y pueden terminar en algún asesinato.
“En mi caso, el que robó está preso hace casi un mes, junto a los otros dos; sin embargo, no se sabe nada de la motorina, solo recuperé el televisor”, añade.
DE ROBOS CON FUERZA
Muchos matanceros pudieran narrar historias parecidas ocurridas en el último año. Para nadie es un secreto que los delitos asociados al robo de este tipo de vehículos de motor (motos, bicicletas eléctricas y motores) son más frecuentes en la provincia. Desde hurtos en la vía pública, hasta robos con fuerza o la modalidad más agravada, el robo con violencia, han tenido impacto en municipios como Matanzas, Colón, Cárdenas y Jovellanos.
El modus operandi es muy similar en casi todos los casos. Entran a las viviendas, habitadas o no, mayormente en horario de la noche o la madrugada, ya sea por la fractura delas puertas principales, las del garaje o por las ventanas. Para ello, se encapuchan, utilizan patas de cabra o destornilladores. Hacen un modelaje previo, marcan el lugar, estudian la hora en que los propietarios se acuestan a dormir, las veces que se levantan para tomar agua, ir al baño, a la hora en que se vuelven a acostar. Saben si encienden una luz, las vías de acceso a la vivienda, y por donde pueden salir en caso de ser sorprendidos.
Pero no es esta la única manera de actuar; también pueden, aprovechando el descuido de sus dueños, llevarse el vehículo de la vía pública.
Así lo confirma la primer teniente Elizabeth Estrada Tamayo, instructora penal, y su colega el capitán Yosvany Guerrero Peña, perito criminalista, quienes participaron recientemente en el desmontaje de una banda que operaba en los barrios de Matanzas, Pueblo Nuevo y La Playa, con el fin de apropiarse de estos medios.
“Pudimos recuperar 11 ciclomotores sustraídos de viviendas y de la vía pública, sin emplear la violencia, entre los meses de julio y octubre. Detuvimos alrededor de nueve autores, que en su mayoría tenían antecedentes. Entre los hechos, casi siempre mediaba un espacio de tiempo que empleaban para caracterizar la vecindad y a sus objetivos”, explica Estrada Tamayo.
La cadena comenzó a desenredarse cuando algunas de las víctimas aportaron información relevante sobre la presencia de las piezas de sus ciclos en un taller de reparación y venta de motorinas. Estas fueron ocupadas mediante la entrega voluntaria del trabajador de este lo cal. A partir del proceso investigativo, se determinaron los responsables de los hechos, previa comparación con las pruebas criminalísticas obtenidas en la escena.
Según Guerrero Peña, un elemento criminalístico de gran aporte fueron las huellas de calzados dejadas en este lugar y los instrumentos utilizados para ejercer la violencia en los sitios por donde penetraron hacia las viviendas. Además de las huellas de olor, que son únicas en las personas.
“También fue muy útil la ayuda de la población, de las propias víctimas y la cooperación de los imputados, para llegar hasta el destino de estos vehículos y su posterior recuperación. Resultó vital, asimismo, la colaboración de las personas que las adquirieron, sin saber que provenían de un hecho delictivo, y efectuaron su devolución”, especifica la instructora penal.
PREVENIR, LA ÚNICA MANERA DE SALVAR
Yulelkis Hernández Bernal, fiscal provincial en el Departamento de Procesos Penales de la Fiscalía Provincial, asegura que hasta el órgano han llegado incidencias de este tipo, con mayor frecuencia en los últimos meses y con predominio de los robos con fuerza y robos con violencia.
“Se nuclean en pequeñas pandillas, unos alquilan al motorista, otros lo esperan, otros adquieren el bien robado, y luego lo venden. Así ha sucedido con casos de gran connotación en Matanzas, como el robo de la motorina a un muchacho en Jovellanos, que terminó con su muerte; y el robo de una moto en Matanzas por la zona de Buey Vaca, que también culminó en un asesinato”.
Explica la fiscal, con vasta experiencia en estos temas, que la ley es severa al establecer penas para los autores.
“Tiene que serlo, porque quienes se meten en una vivienda están violando un recinto sagrado, donde todos debemos sentirnos con seguridad y tranquilidad, además de que van dispuestos a todo.
“Para el robo con violencia, los marcos penales son muy altos. La figura básica es de siete a 15 años, y no permite una pena sustitutiva. Este es un delito pluriofensivo, donde se emplea violencia o intimidación, y que ataca la integridad física de las personas y su patrimonio. La figura más agravada del robo con violencia es de 15 a 30 años de privación de libertad o cadena perpetua”, argumenta.
Esos casos ocurren cuando se ocasionan lesiones graves, cuando lo hacen dos o más personas como miembros organizados o estructurados, utilizan menores de 18 años, hacen uso de armas de fuego o cuando privan de libertad a una persona.
“Por su parte, el robo con fuerza es cuando no empleas violencia, solo atacas el patrimonio de la persona, y las penas discurren entre tres y ocho años de privación de libertad en la figura básica y, teniendo en cuenta las características de las personas, se puede pedir una pena sustitutiva de la privación de libertad. También hay figuras agravadas: de cuatro a 10 años, si lo cometes en una vivienda habitada que no estén dentro los moradores; si están los moradores, puede ser de siete a 15 años”, agrega.
Factores como la falta de vigilancia popular y estatal, la escasa iluminación, la pérdida de valores y la impunidad en algunas ocasiones crean un panorama vulnerable para la proliferación de estos delitos. Evitar la ocurrencia de estos hechos en nuestra sociedad es una tarea colectiva y diaria. Extremar la vigilancia, impedir la impunidad y aplicar con severidad las leyes son pautas necesarias para que estas conductas no amenacen con robarnos el sueño y la tranquilidad.