Vilma, una cubana nacida para educar
−A ver, ¿quién fue Bartolomé Masó?− Decenas de manitos se levantan con una velocidad difícil de calcular. −Dime Fabián. Bartolomé Masó fue un padre que estuvo en contra de la esclavitud. Muy bien. Recuerden que él es una de las figuras fundamentales que estudiamos en este periodo, por lo tanto es importante estudiárselo para la prueba. −Sí maestra. −Bien, ahora pongan en sus libretas lo siguiente, ordena cronológicamente. − ¡Maestra! − ¿Por qué se quejan?, si esto es fundamental para el examen.
Entre hechos y personalidades históricas pasan las horas en el aula del grupo Quinto A de la maestra Vilma. Terminadas las clases, cada uno de sus 40 alumnos no se retira sin antes darle un beso de despedida en las mejillas y uno que otro en la frente. En esa pequeña aula de la Escuela Primaria “José María Heredia”, pasan los días para esta educadora, a quien se le conoce por su rigurosidad ante el estudio y el cariño hacia los niños. Como muchos de sus colegas afirman, como Vilma quedan pocas.
Heredia, donde todo comenzó
Vilma Pérez Fraga, ese es el nombre de una mujer que la vida la condujo por el camino de la enseñanza. Quien le observe no pensará que en ese cuerpo menudo y personalidad jocosa se esconde un gran amor por el magisterio. A sus 62 años de edad les ha dedicado 29 a los estudiantes de Heredia, institución que considera su segunda casa. Aunque atravesó por varias profesiones hasta encontrar su vocación.
─“Bueno yo empecé por el pedagógico, porque estudiaba Licenciatura en Biología, pero mi mamá se envenena y dejo el pedagógico y cuando aquello, el pedagógico no te permitía volver. Después, a los años ya me había graduado de contadora, porque sí, yo estudié varias cosas. Soy contadora, bibliotecaria, de todo un poco, pero me divorcié y quería estar cerca de mis hijos. Entonces abrieron un curso de maestro emergente y cuando llego la que estaba era la secretaria docente del pedagógico y me dijo ¿tú te vas a conformar con esto?, y le respondo, sí esto es lo que me gusta a mí, yo nací para esto, y así empecé.”
“Cuando terminé el curso de emergente me ubicaron en la primaria República de México, a mí me gustaba el centro porque eran buenas personas pero me era muy lejos; prácticamente me tenía que ir de madrugada del Naranjal para llegar a tiempo. Entonces hablé con Lourdes, antigua directora de Heredia y había una plaza de humanidades en sexto grado y desde esa época estoy aquí, nunca me he ido. Llevo 30 años aquí, bueno me retiré y me reincorporé.”
“Todavía recuerdo mi primera vez impartiendo clases. Fue con un grupo de cuarto en esta escuela. Estaba muy nerviosa pero ellos fueron maravillosos, tenía mucha disciplina y enseguida se estableció una relación entre ellos conmigo, que me veían parte del grupo. Todavía me los encuentro y enseguida vienen a saludarme, ya tienen 38 o 39 pero para mí siguen siendo esos pioneros”.
“A Heredia le tengo mucho amor, como institución y colectivo. Aquí somos una gran familia donde los sueños, logros y tristezas son de todos. A Lourdes quien te mencionaba antes, fue la primera directora con quien trabajé. A ella y a Raudel Cuba les estoy muy agradecida porque además de ser excepcionales personas y amigos; me dieron todas las herramientas que me convirtieron en la pedagoga que hoy soy”.
Un trabajo en equipo
A Vilma no se menciona sola, a ella hay que agregarle dos nombres, Danelis y Odalis. Este trío ha laborado en equipo durante muchos años en Heredia, para ella una de las principales razones por la que le gusta trabajar en dicha institución. Es más, resulta difícil ver una foto de ella donde la encuentres sola, pues siempre va acompañada de sus dos amigas.
Danelis, con más de 15 años de diferencia entre la dos, maestra que imparte las ciencias mientras Vilma las Humanidades, su mano derecha. Odalis, auxiliar de muchos años con quien comparte la misma edad y varios pasajes de la vida. Las tres han pasado por momentos de risa, tristeza y dolor, pero lo que más las vincula es la pasión por el beisbol, fieles seguidoras del equipo de Matanzas.
─“Hace dos años que me retiré, pero bueno me reincorporé porque me gusta, me siento persona cuando estoy aquí, también por las compañeras con las que laboro sobre todo por nosotras tres. Nosotras hemos formado un equipo y llevamos muchos años en esta faena. Primero trabajé con Marcia ventitantos años, quien fue mi compañera hasta que se retiró. Ya llevo con Danelis un par de años, que si falto, ella asume, si tengo un problema, ella lo pasa junto conmigo”.
“Odalis es mi complemento, siempre está ahí con un chiste o su mano para darme aliento, para sacarme una sonrisa o para decirme que le recete una medicina, porque además soy la doctora personal de ellas dos. Es que son mi otra familia, no de sangre sino de corazón. Nosotras todo nos lo decimos, nos contamos nuestros problemas y tratamos de resolverlos juntas”.
Las huellas del tiempo
Si me preguntan uno de los indicadores que muestra la calidad de un educador, es la conexión y la transformación con los estudiantes. Por las manos de Vilma han pasado cientos de niños, de los cuales puede decir que está muy orgullosa por ser testigo de su crecimiento y de dejar una huella en ellos. El tiempo le demostró cómo tantos años de amor y sacrificio pueden ser retribuidos.
─“Yo tengo graduados médicos, arquitectos, maestros; cuando mi papá se enfermó de cáncer del hígado quienes lo atendieron fueron mis alumnos. El primero que supo la noticia de que mi papá tenía cáncer fue Omarito, el cirujano, un gran alumno mío. Él no me lo quería decir, yo lo presioné en pleno pasillo del Faustino para que me dijera la verdad. También el clínico que atendió a mi papá fue mí alumno. También Marta Beatriz, quien hoy es directora de un círculo infantil en la Playa”.
“Tengo estudiantes y papás muy agradecidos, lo que menos te puedo decir, es que cuando mi hijo estuvo en terapia intensiva y detrás del cristal de la sala donde estaba corrían la cortina, allí estaban los padres del grupo, que enseñaba en aquel momento, dándome apoyo. Esta es una profesión en la que se sacrifica mucho, que a veces no vemos los frutos, pero en otras la vida te premia con alumnos que de por vida te agradecen”.
“Mira, nosotros hace tres cursos tuvimos un grupo que pasamos con ellos la COVID y al pasar con ellos esos años de enfermedad hicimos familia, porque fue un grupo que al contrario de muchos niños sí estudiaron. Nosotros los obligábamos a ver las teleclases, les mandábamos repasos por los grupos de WhatsApp, les exigíamos a los padres que debían traernos las libretas una vez por semana para revisar las clases copiadas y los ejercicios que les habíamos mandado”.
“Era un grupo que nos obligó a subir la parada, estudiantes muy buenos que nos preguntaban varias cosas y eso nos obligaba a estudiar y prepararnos junto con ellos. Hace tres años que ellos se fueron, están ahora en noveno grado, la gran mayoría va a optar por la vocacional, son jóvenes muy buenos y todavía vienen aquí como el primer día, se sientan en el puesto donde estaban ellos a hacer cuentos. Grupos que me han marcado hay muchos”.
Su razón de ser
A Vilma hay que sentirla fidelista, cubana de pura cepa. Una madre que ama a sus hijos y una hija que cuida con devoción a su madre. Una mujer que a pesar de los graves problemas respiratorios que posee, hace lo posible y lo imposible por estar puntual en el aula impartiendo las clases del día. Pero sobre todas las cosas una que ama su profesión, una mujer de mucho conocimiento y que siente el deber de compartir esos saberes y valores con las venideras generaciones. Como dirían sus amigas, ella está fuera de liga, pregúntale cualquier cosa que ella se lo sabe, o la mejor de todas ella nació para enseñar.
─“Lo que me gusta de mi profesión, es el amor de los niños, sabes por qué, porque me hacen sentir realizada. Yo llego todos los días a esta escuela con problemas graves de mi casa y de salud, que la tengo bastante deteriorada, pero cuando llego a la puerta de este lugar los problemas personales se quedan afuera. Además me gusta trabajar con ellos su sentido de valorar la vida, a pesar de que haya tantos problemas, que ellos sepan diferenciar que los hay pero que existe la esperanza de que se logre mejorar, es difícil pero se puede”.
“Yo debo decir que el día que yo me quede en mi casa sin tener la experiencia de enseñar a alguien me parece que no voy a ser útil a mí misma, porque lavar, planchar y cocinar eso no está hecho para mí, lo mío es enseñar”.