Cuentan que el duque Alekséi Aleksándrovich, hijo del zar Alejandro II de Rusia, durante su visita a Cuba en el año 1872 recorrió Matanzas y, fascinado ante la belleza del Valle de Yumurí, alegó que solo faltaban Adán y Eva para que fuera un paraíso terrenal.
Algo parecido sucedió con la escritora y pintora sueca Fredrika Bremer, quien al observarlo en 1851 lo definió como «un paraíso de paz»; «el lugar del mundo donde los animales y las plantas se besan».
Un caso más reciente es el del poeta español Federico García Lorca, a quien invitaron en 1930 a observar, desde la Ermita de Monserrate, el atardecer matancero sobre el Valle de Yumurí.
Lo que se conversó aquella tarde de abril transita entre la leyenda y la verdad histórica. Solo algo es seguro, y es que constituye una de las experiencias que llevó al granadino a afirmar que «esta Isla es un paraíso».
El Valle de Yumurí, maravilla de la naturaleza cubana, alguna vez formó parte de la bahía de Guanima. Quizás fueron esos los años en que surgió el primer Melocactus matanzanus; justo cuando Adán y Eva posaron por primera vez sus pies descalzos sobre la Loma del Pan.