Esas frases que nadie dijo

Esas frases que nadie dijo
Esas frases que nadie dijo

A través del relato de un colega, quedó para siempre grabado en mi memoria el cartel que decoraba la pared de un central azucarero: “El que no realice la guardia obrera en su centro de trabajo mucho menos empuñará un fusil para defender la Patria”. Lo verdaderamente pasmoso era el autor consignado a semejante sentencia: José Martí.

Podría resultar incluso gracioso si no fuera tan frecuente encontrar frases erróneas atribuidas a autores célebres. Para escribir todo lo que les achaca, Mario Benedetti o Gabriel García Márquez, por solo citar dos de los ejemplos usuales en redes sociales, deberían haber vivido dos o tres vidas más.

Las expresiones famosas, breves, sonoras, que encapsulan grandes verdades o inspiran profundamente, han sido desde hace mucho tiempo un elemento central en la cultura popular. Sin embargo, en el mundo de las citas célebres abundan algunas falseadas o de dudosa autenticidad.

Una de las razones por las que proliferan es el deseo humano de asociar ideas inspiradoras con personajes notables. ¿Qué mejor manera de respaldar un punto de vista que asignarlo a un líder influyente o un genio reconocido? En estos tiempos resulta demasiado fácil agenciarse una linda imagen, esa oración motivadora y potente junto a una firma famosa y ponerlas a circular por el ciberespacio.

El clásico «Elemental, mi querido Watson», popularizado por el personaje de Sherlock Holmes, a pesar de su estatus icónico, nunca fue escrito por Sir Arthur Conan Doyle en sus historias originales. Tampoco Cervantes incluyó en su Quijote el “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”, ni existe evidencia de que la reina María Antonieta pronunciara la conocida: “Que coman pasteles” (Qu’ils mangent de la brioche).

¿Por qué persisten estos errores? Sucede que a menudo encajan con nuestra percepción del carácter y el pensamiento de ciertas figuras. Por ejemplo: «Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes» se atribuye a Albert Einstein, sin ninguna prueba al respecto, porque está muy en consonancia con la imagen de genio alocado que ha perdurado del gran físico.

La naturaleza a menudo fragmentaria de las fuentes documentales puede dificultar la verificación de las citas. Muchas personalidades no dejaron un registro detallado de sus palabras y acciones, lo que da espacio para la interpretación y la especulación. En tales casos, resulta fácil rellenar los vacíos y convertir cualquier aseveración en parte de la narrativa popular.

La clave está en la investigación cuidadosa y la atención al contexto, examinar las fuentes originales siempre que sea posible y buscar evidencia corroborativa. Además, es útil considerar si la idea en cuestión se alinea con su idiosincrasia y las creencias conocidas de la persona a la que se atribuye. Sobre todo para aquellos que nos dedicamos a difundir mensajes y contenidos, separar el trigo de la paja es una manera de abordar la certeza histórica con toda su riqueza y complejidad, cuestionar hasta nuestras propias suposiciones y ser consecuentes con la verdad.

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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

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