Vida en Series: El Pingüino
Después de los eventos de la película The Batman, de Matt Reeves, la vida criminal de Ciudad Gótica ha quedado inmersa en un vacío de poder donde las familias Falcone y Maroni recogen los frutos de años de guerra y se enfrentan a la incursión del hombre murciélago en estilo de vida. En medio de este choque hay un hombre deforme, cojo, marginado por la sociedad y por las personas para quienes trabaja, antiguo chofer de Sofia Falcone y gerente de uno los clubes más importantes de la ciudad: Oswald Cobelppot, alias El Pingüino.
Este es uno de los personajes de los cómics de DC que más se ha representado en la pantalla, tanto la grande como la pequeña. Danny DeVito en las películas de los años noventa, Robin Lord Taylor en la serie Gotham, y ocasionalmente mediante la animación. Es un villano archiconocido dentro y fuera de la ficción del caballero oscuro. Su descripción a veces demasiado pintoresca y bizarra le pudiera conceder un toque cómico que le ha secundado dentro este universo, pero siento que su representación más tridimensional está en la realizada por Colin Farrell en la serie que lleva este nombre.
El Pingüino se siente como una combinación de todo lo que existe desde que empezó a hacerse cine negro, de gánsteres y de mafiosos. Adopta elementos narrativos de cada una de estas etapas del storytelling y llega a conformar su propia cosa. El ambiente me recuerda mucho a Goodfellas: un hombre que desde pequeño quería ser un gangster porque veía el estatus y el poder con que se movían por las calles, el respeto y admiración que infundían cuando eran buenos, y el miedo y el terror cuando eran malos.
La adopción del físico de Tony Soprano combinada con la lengua filosa de Saul Goodman y la violencia visceral de Walter White convierten a este personaje en algo nuevo. Collin Farrell pervierte todas las expectativas con un personaje que nunca sabes qué va a hacer a continuación, con su trabajo muestra las flaquezas y virtudes de un hombre golpeado por sus condiciones de vida y la gente que le rodea.
El pingüino es más humano que nunca.
Podríamos remitirnos a la escena inicial de Goodfellas, cuando Ray Liotta aparece en la puerta de su casa vestido como un gánster y llama a su madre para que le vea. En aquella película la señora pone el grito en el cielo, pero aquí es ella quien le ruega a su hijo que mate, que se adueñe de la ciudad, que haga suyos los negocios de los capos, que se convierta en el rey de Gotham. Hay un par de frases que convierten a este pobre protagonista en un Edipo perfecto: “estás destinado a ello” y “sabía que no lograrías nada, nunca lo has hecho”.
Vuelve la madre a convertirse en el principio de todos los traumas de un personaje del que hasta ahora (cinco capítulos vistos) solo hemos tenido vistazos y alusiones a cómo era su infancia. Eran de clase media, una familia normal en un barrio normal en una de las ciudades menos normales y más peligrosas de toda la ficción. Una especie de Nueva York a la que le cuesta mucho recibir la luz del sol y es en las noches cuando verdaderamente se puede ver su rostro: el crimen organizado, grupos clandestinos que deciden desde las sombras qué pasa y qué no, una policía corrupta, un asilo lleno de locos y un playboy que se viste de justiciero.
¿Por qué nos atrae tanto este hombre que ha matado, robado y traicionado? A medida que la serie avanza le vamos conociendo, somos capaces de entenderlo y empatizar con él, saber cuáles son sus objetivos y las razones de porqué es como es. A Batman siempre lo hemos conocido: pelea con un villano y salva la ciudad; pero El Pingüino tiene enemigos más reales: su madre, su mente, su físico, su inferioridad, su necesidad de convertirse en un capo que pueda proteger a los que quiere, demostrar que no es un simple chofer cojo.
Hemos encontrado en los antihéroes, en los malos, un mundo que se nos había escondido. The Godfather, Breaking Bad, Better Call Saul, The Sopranos, Killing Them Softly, The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, etc. Estas historias se han ganado la preferencia de muchos espectadores por introducir personajes y situaciones que nos obligan a ser testigos de elecciones y consecuencias nefastas para quienes deben tomarlas, todo desde la comodidad de un asiento en la sala de nuestras casas.
La serie empieza con un balazo, un cadáver, un mafioso muerto, y nuestro protagonista es el asesino, lo cual nos convierte en el único testigo. A partir de ahí se desarrolla una trama que no deja de sorprenderme. El giro que pensaba que llegaría a final de temporada llegó apenas en el episodio tres, dando lugar a un sinnúmero de posibilidades, cualquier cosa puede pasar.
A nuestra estrella se le unen otras dos que aportan visiones particulares del mundo del crimen organizado: Oswald como villano en ascenso; Sofia Falcone, interpretada maravillosamente por Cristin Milioti, quien se convierte en una enferma mental que mediante ciertas jugadas alcanza un poder gigantesco; y, lo más bajo de la cadena alimenticia: Victor Aguilar (Rhenzy Feliz), un huérfano al que el Pingüino atrapó tratando de robar las ruedas de su auto (bellísima referencia a uno de los Robin) que me recuerda muchísimo a Jesse de Breaking Bad.
Son entonces Sofia Falcone y Oz Cobelpott quienes dirigen este baile de sangre, plomo y violencia. No sé cómo vaya a terminar la serie, solo puedo decir que es adictiva y llena de giros que la convierten en una obra a la que se entra sin saber cómo se va a salir.