La palabra trabajadora la define en su totalidad y aunque pequeña de estatura es grande en espíritu. Irma, aún con bastón en mano, atiende a todas las personas que van a su casa solicitando su ayuda. Esta señora de 83 años que funge como agente de telecomunicaciones es en realidad una de las pocas telegrafistas en pie de la provincia de Matanzas.
Irma Bernal Morera, nació el 3 de abril de 1941 en el municipio de Colón. Fue de esas pequeñas que le gustaba meterse en el campo a sembrar junto a su papá, aunque el tiempo se encargó de encaminarla por el mundo de la comunicación.
El telégrafo, su mayor pasión
Para Irma resulta imposible no relatarme las historias de su juventud pues cuando conoció lo que era ser telegrafista, tenía 13 años y no se imaginaba que esa fuese su profesión.
“La idea de ser telegrafista surgió a raíz de mi primer novio a los casi 14 años. Él también vivía en Colón y en el momento que fue a estudiar a Matanzas empezó la carrera de telégrafo. Mi papá, quien era un hombre muy celoso no me dejaba ir a estudiar magisterio que era lo que a mí me gustaba; entonces me dice que por qué no cogía la misma carrera de mi novio, y yo le respondí que eso no lo aprendería nunca pero bueno como a mí me gusta estudiar y es lo único que tengo opté por eso.”
“Es entonces que al finalizar la secundaria básica voy a una Academia particular a estudiar Telégrafos, allí nos impartían clases de todo lo elemental además de la práctica de la telegrafía. Los exámenes los realizábamos en Matanzas en la Escuela Provincial y los últimos que los hicieron ya triunfada la Revolución, fueron en abril del año 60 en La Habana.”
“Cuando conformaron el Escalafón Nacional para el otorgamiento de plazas vacantes en toda la Isla, yo cogí el número 4, como siempre fui muy avispada, pedí mi plaza para Ciego de Ávila porque estaba ubicado en la carretera central y había entre cuatro o cinco telegrafistas lo que permitía todos los meses hacer turnos dobles y viajar en las guaguas Santiago-Habana para ir a Colón dos días a ver a mi mamá.”
Una historia de dos
La vida de Irma no son pasajes que se cuentan por su propia voz sino también por los recuerdos de su fiel compañero, Carlos Silverio Fuster, quien fue su esposo por más de 6 décadas hasta su deceso hace dos años. Cuando lo menciona se le quiebra la voz por el dolor de su ausencia, pero en sus ojos puedes ver que además del amor, ella sentía una total admiración y respeto como persona y telegrafista.
“A mí nunca se me va a olvidar la forma en que yo conocí a Carlos. En Ciego antes existía el colegio de telegrafistas nacionalmente y mi jefe atendía el colegio de telegrafistas de Camagüey provincial, una vez dijo que me tenía un muchachito jovencito que trabajaba con él en el colegio de telegrafista y me lo iba a presentar.”
“En aquel entonces por el telégrafo uno hablaba, y así me lograba comunicar con Carlos, él me decía ¿tú quién eres?, y yo le respondía que una matancera nueva que estudia aquí. En noviembre fui a Camagüey a una reunión de telegrafistas, allá dentro estaban los muchachos jovencitos que querían conocer a la matancera y fue cuando vi a Carlos era un hombre en todo el sentido de la palabra.”
“Es así como en 1961 me voy para Camagüey para estar junto a él y el 16 de septiembre de ese mismo año vamos a Colón junto a unos colegas y nos casamos legalmente. Este 2024 hubiésemos cumplido nuestro 63 aniversario de matrimonio.”
La imparable
Decir descanso, es una palabra que no existe en el vocabulario de Irma, son 63 años de trabajo ininterrumpido, solamente 6 meses que estuvo ausente en apoyo de su hija cuando su nieta nació, pero de ahí en adelante esta señora sigue al pie de la vanguardia pues como ella misma me decía, “sentada sin hacer nada no puedo estar”.
Además no solo sus ansias de trabajar caracterizan a esta mujer, según colegas y amigos de la familia, su temple, su voz que imponía, el carácter fuerte y su calidad en el trabajo, sobre todo en el área de correo, la hacían una profesional excepcional, siempre junto a su esposo.
“Después de residir en Camagüey y Santa Clara en el 65 nos mudamos finalmente a Colón para estar más cerca de mi mamá y empezamos a trabajar en el correo. Durante este período laboramos mucho en la zafra sobre todo en el año 1970 donde nos daban las 2 y 3 de la mañana transmitiendo telegramas de los cañeros albergados en la zona, que a las 8 de la noche bajaban al correo. Íbamos al campo a trabajar voluntariamente en la recogida de papa y recolección de caña por las mañanas y a la 1 entrábamos a trabajar hasta las 6 pm.”
“Luego me traslado para la FMC, de la cual soy federada fundadora, poseo la medalla 23 de Agosto desde el año 1985 y además la Mario Muñoz por 25 años de trabajo. Regreso en el 83 a Correos pues en octubre de ese año vine para la ciudad de Matanzas ya que mi esposo trabajaba aquí en Provincia desde 1977 de especialista Principal Empresa Correos Provincial y ya mi madre había fallecido en el 81.”
“Me incorporo a la Empresa de Correos para atender Divulgación a nivel Provincial en dicha institución ya que no había vacante en mi especialidad de telégrafos hasta el año 89 que comienzo en el Correo Central de la Calle Medio como Jefe de Tráfico Provincial.”
Las añoranzas de una telegrafista
Con sus 8 décadas de vida, todavía se puede apreciar la extraordinaria telegrafista que es. Ahí sentada en su sillón me mostraba cómo manejaba el telégrafo en código Morse sonando los nudillos en la madera ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! o a través de pestañeos también podía comunicar mensajes. Trabajar con este instrumento constituye de los mejores recuerdos de su vida.
“Como se extrañan esos tiempos. Yo adoraba el telégrafo, recuerdo un 31 de diciembre me llamaron porque como era la Jefa de Tráfico Provincial y había más de 200 telegramas sin transmitir, fui con Tania, una excelente operadora que yo tenía en aquel momento, y entre nosotras y mi marido terminamos en tres horas.”
“O cuando era el día de las madres y las personas pasaban muchos telegramas e incluso cuando vinieron las postales y nos veías de madrugada en las calles metiéndolas debajo de las puertas para que llegaran a tiempo.”
“Además fui Vanguardia Provincial de teletipistas, que eran unas máquinas de las cuales salía una cintica que se componía de cinco huequitos, yo cogía la cinta y te las leía igualito que un poema.”
Jubilada pero en combate
A pesar de jubilarse en el año 96 para Bernal es imposible no seguir activa, es así como decide seguir laborando en el campo de las telecomunicaciones, lugar en el cual siempre se ha sentido a gusto.
“Cuando me jubilo viene una persona que fue cartero mío y me dice si podía coger las cuentas telefónicas para cobrarlas, y como estaba escasa de trabajo le digo que me las traiga. Así es como empiezo de nuevo a laborar aunque fuese en el hogar, y posteriormente empiezo a pagar jubilados. En aquel momento por ese empleo solo nos pagaban 1 peso de los cuales 60 centavos eran para la empresa y 40 para nosotros al final el cobro era bastante bajo. Hasta que un buen día leyendo el periódico, en la última página que una mujer en Guantánamo por ser agente de telecomunicaciones le pagaban el 10 por ciento de las cuentas telefónicas.”
“Es así como en el 2014 mi esposo se convierte en agente, yo su representante porque padecía de Parkinson. Cuando él fallece en el 2022 ocupo su lugar, lo cual hasta el día de hoy desempeño con bastante limitación de salud pues tengo la columna con muchos problemas, me dio hace un año un infarto pero sigo de frente y luchando. Aunque el trabajo ha decaído mucho porque las personas tienen Transfermóvil y las familias hacen recargas del exterior, una se entretiene y aumenta un poquito la jubilación.”
“Pero pienso mantenerme así, con bastón en mano y trabajando hasta mis últimos días porque si yo no tuviese dolor todavía acabara con el mundo. Una tiene que luchar a cualquier edad.”