Vida en Series: The Midnight Gospel
La animación como medio de expresión artístico se ha ganado un espacio aparte de cualquier otra manifestación. No entraremos aquí en si es un medio o un género; un arte o un subconjunto del arte, nada de eso. Stanley Kubrick dijo que, “si lo puedes imaginar, lo puedes filmar”; y, pues, con este recurso ocurre precisamente eso: si dibujas un punto, lo puedes convertir en un dragón, un tsunami o una guerra, y después convertir todo eso en el punto del principio. Este método se ha convertido en uno de los favoritos dentro del gremio de los narradores por la libertad que aporta a la hora de construir escenarios y personajes inimaginables.
The Midnight Gospel (TMG)confirma todo lo anterior en una fusión de humor negro y cuestiones existenciales. Lágrimas y risas son la tinta con que el animador Pendleton Ward y el comediante Duncan Trussell elaboran una historia que abarca el origen, sentido y final de la vida. Ward, creador de la famosa Adventure Time, se embarca en la conformación de un universo lleno de planetas en peligro de extinción, y que, para suerte nuestra, es donde se desarrolla TMG. Cada uno de estos mundos en estado apocalíptico son el objetivo perfecto de Clancy, nuestro protagonista, para entrevistar a sus residentes y saber cuáles son sus últimos pensamientos en estos momentos de destrucción y desgracia.
TMG fue una revelación que supo combinar el podcasting con la animación fluida y desenfrenada, colores vibrantes que recuerdan al auge hippie estadounidense y la cultura podcasting de tiempos modernos. Es una producción autoral que no deja escapar ni un momento su premisa inicial. Clancy, un ser que podríamos decir parece ser un humano, trabaja como podcaster, se dedica a viajar entre distintas versiones de la Tierra con el fin de entrevistar personas para su show. Durante una temporada de 8 episodios tanto él como nosotros, los televidentes, seremos partícipes de conversaciones sobre el sentido de la vida que abrazan un espectro indefinible compuesto por interrogantes filosóficas, el uso de sustancias, la religión, el estoicismo y la ausencia.
Pero, sus autores no olvidan construir una narrativa cuyo ritmo acelerado contraste con las intervenciones de los invitados del podcaster. Mientras el fondo del fotograma contiene a un hipopótamo galáctico siendo asesinado por un payaso (así de loca es esta serie), delante nuestro está dándose el diálogo más honesto y austero que podamos imaginar. TMG no es solo una obra que se ve, también se escucha, y eso es lo que la diferencia de cientos de programas disueltos en los universos del Streaming.
Nuestro protagonista no está haciendo un podcast por el simple hecho de querer hacerlo; hay una razón detrás de todo esto. Está aislado en otro mundo, no conversa con nadie a no ser que sea para cuestiones de trabajo y, cuando lo hace, esconde su depresión interrogándoles sobre cómo es que pueden seguir viviendo. Con el transcurrir de los episodios rompemos con cada visionado la intimidad que Clancy ha construido, hemos deshecho la coraza que cubría sus problemas y podemos saber qué le aflige…
Es ahí donde esta y cualquier otra historia trascienden; pues narran con honestidad sus episodios, los nudos de los protagonistas se vuelven nuestros nudos, y los clímax, dadas las condiciones, pueden ser liberadores. En el caso de TMG, su último tramo se puede comparar a un abrazo íntimo donde sentimos que hemos evolucionado junto a los personajes. Mientras más personal sea la obra, más lejos llega, a más personas alcanza.
Pudiera recordar por momentos a la archiconocida e igual de espectacular Rick and Morty, que, con una combinación de absurdo, nihilismo y mucho humor inteligente, logra un producto final al cual es imposible no sentirse atraído y enganchado. Bojack Horseman se podría integrar a esta colección de propuestas que intentan explicar con animales humanoides, seres antropomorfos y una familia disfuncional, los distintos incisos de la cuestión humana, el sentido de por qué estamos aquí y qué ocurre después de la muerte.
La animación para adultos se ha convertido con el paso de los años en un estilo de narración muy querido. Grandes nombres como Los Simpson, South Park, Futurama, Cleveland, American Dad o Family Guy escribieron su aporte dentro de la cultura pop a finales del siglo XX y siguieron cosechando popularidad y calidad durante el XXI. ¿Por qué nos sentimos tan hipnotizados por ellas? ¿Será su acercamiento primitivo al séptimo arte, la verdadera magia del celuloide pintado a cuadros por segundo que es capaz de cobrar vida en un simple pedazo de papel? Hasta en nuestro país tuvimos programas que se adaptaron a nuestra realidad y utilizaron la animación como medio.
Desde Elpidio Valdés, que se ganó el amor y la admiración de niños y adultos alrededor de Cuba con un lenguaje inteligente y chistes que cualquier cubano puede entender, un choteo casi familiar con el que las tropas mambisas de Juan Padrón harían reventar de rabia al General Resoplez. Otra que será imposible olvidar es la de Dany y el Club de los Berracos, serie creada por el cineasta Víctor Alfonso Cedeño, que se copió cientos de veces de una memoria USB a otras, Zapya, y Bluetooth; se adueñó del underground nacional. Todo el mundo la quería ver, por la cercanía de sus personajes y por cómo hablaban.
En resumen, The Midnight Gospel es para todo el mundo, porque todos tenemos secretos que no le contamos a nadie. Por eso la ficción se puede convertir en un confesionario que no necesita palabras para saber cómo te sientes y simplemente requiere un poco de tu atención. Además, es un viaje que por su estructura puede compartirse, incluso, un episodio por semana. Si para quien escribe estas líneas valió la pena cada segundo, lo más esperanzador es que para quien esté leyendo y se anime a verla, también lo sea.